Papeles de Panamá: quien la hace no la paga
Amparado, por un lado, en la más absoluta ignorancia legal y, por otro, en la total libertad de expresión que me autoriza este medio, hoy me apetece soltar unas cuantas invectivas contra la totalidad de los sinvergüenzas que día sí y día también están apareciendo en los llamados Papeles de Panamá. Y de paso, a los demás corruptos que, como dice la Biblia de los demonios, “son Legión”.
A bote pronto, respecto a los políticos que van cayendo en las redes, se me ocurre propugnar la urgencia de que los mandatos de los gobernantes -ya sean nacionales, autonómicos o locales- se vean limitados en el tiempo a UN único mandato. No creo que sea casual el hecho de que en los lugares donde más tiempo han gobernado ciertos partidos y ciertas autoridades es en los que se han producido más y mayores casos de corrupción. Léase Andalucía, Madrid, Valencia, etc. Se conoce que como los susodichos estafadores ven que pasa el tiempo y comprueban que su trono y todas las sisas que van engordando su calcetín y los de sus familiares y amigos no corren riesgo alguno, pues siguen y siguen hasta que tanto va el cántaro a la fuente…
Servidor, que como al resto de mis conciudadanos el cabreo nos rebosa por todos los poros, imagino que cuando tratamos el tema en nuestro pequeño círculo íntimo propugnamos castigos terribles para estos delincuentes. Yo mismo me he escuchado poner como ejemplo aquella formidable película de Paul Newman titulada “La Leyenda del Indomable” donde a lo largo del film vemos al prota y a sus colegas picando piedra en la cuneta de las carreteras, sudando y llenos de polvo, con su cadenita trabándoles los tobillos, mientras un cancerbero les vigila con ojos de halcón y un rifle en la mano. Y me daba la risilla floja imaginando a todos aquellos que han metido mano en la cosa pública sufriendo un castigo similar.
No sé si tanta dureza es exagerada y si nos llevaría a alguna parte. Desde luego la idea general que pervive entre nosotros es la de una mucha mayor criminalidad en Estados Unidos que en Europa. Pero leo en un blog especializado que “Contrariamente a la percepción común, el crimen es más frecuente en Europa (Austria, Francia, Alemania, Italia, Holanda, España y Reino Unido) que en EE.UU. hoy en día, cuando lo opuesto fue cierto hace aproximadamente 30 años. En efecto, los datos oficiales de la policía muestran que mientras en EE.UU. la criminalidad ha disminuido, en Europa no ha dejado de aumentar. ¿Cómo se puede explicar este fenómeno?”
Y recordamos el clamor popular que muchas veces se alza en nuestra sociedad cuando se dice que las penas de cárcel son más leves que en otros países. A este respecto, el blog que citaba más adelante afirma: “De todas las variables explicativas que analizamos en esta entrada, la diferencia más llamativa entre Europa y EE.UU. se encuentra en las tasas de encarcelamiento. Entre 1970 y 2008 la población carcelaria aumentó en un factor de más de 4.5 en EE.UU. y en un factor de 3 en Europa”. Por cierto, no me resisto a repetir lo que dice un amigo abogado: Y es que si las condenas carcelarias en España tienden a ser tan breves se debe a que cada preso encarcelado supone un elevado gasto para el Estado. Sobre todo teniendo en cuenta que nuestras cárceles son de cinco estrellas. Bueno, pues lo dicho ahí queda.
Pero, se halle la solución en aumentar o no las penas, ¿no se podrían arbitrar otro tipo de castigos? Recuerdo por ejemplo, algunas sentencias que impusieron ciertos jueces en la época altamente delictiva de los años 30. Los condenados eran castigados a barrer las calles con un cartel a su espalda que daba cuenta de su situación. Dichos individuos provocaban la burla y el rechazo de la sociedad, con lo cual jamás volvían a recuperar su situación de preponderancia y dominio. ¿O por qué no obligarles a que sirvan una temporada en un comedor de Cáritas, o de niños marginados, o visiten a los desahuciados por una hipoteca, o que acompañen a esos equipos nocturnos que sirven a domicilio un pequeño refrigerio a los sin techo? Y simultáneamente, que alguien les explique a cuántas de esas personas se podrían atender con lo defraudado por ellos.
Desde luego habría que imponer la necesidad absoluta de que los culpables, sobre todo de delitos económicos, devuelvan el dinero que detrajeron a la sociedad. DEVOLVER ÍNTEGRAMENTE LO ROBADO, debería estar grabado en letras de oro en cualquier tribunal de justicia.
Y por supuesto que mientras los gobiernos no emprendan acciones para poner fin a los paraísos fiscales, no nos permitirán confiar en ningún político, sea del signo que sea. Para hacer una idea, he elegido algunos de esos paraísos repartidos por el mundo, y entre paréntesis el número de empresas-tapaderas que poseen. Allá va: Bahamas (58.000 empresas), Bermudas (11.000), Barbados (3.920), Aruba (3.000), Islas Vírgenes (30.000), Belice (11.600), Chipre (41.000), Liechtenstein (80.000), Luxemburgo (10.000) , Gibraltar (12.000) … etc, etc. Y se calcula que según un informe de Justice Network para 2005, las fortunas privadas en paraísos fiscales sumaban la cifra de 11.5 billones (es decir, millones de millones) de dólares, los cuales generarían una renta anual de 0.86 billones de dólares libres de impuestos. Casi ná.
Y por hoy e…eso es todo, amigos.
Abelardo Hernández