Amores enfermizos que terminan en asesinatos brutales como el de Moraña
(03-08-15) Hace pocas fechas nos llegaba, desde la localidad pontevedresa de Moraña, la noticia de un espantoso crimen supuestamente cometido por un padre contra sus hijas de 4 y 9 años, el cual las degolló con una sierra radial que había adquirido unos días antes.
Personalmente me resisto a jugar los delitos, pero en ocasiones tan terribles como ésta, sólo pienso que me resulta absolutamente igual si el tipo en cuestión estaba loco o cuerdo, y los motivos (al parecer la venganza contra su ex) por los cuales cometió este bárbaro hecho. Quien es capaz de matar a sangre fría a dos criaturitas, que encima son sus hijas, no merece el calificativo de ser humano. Por tanto, yo le aplicaría la misma ley que si nos enfrentáramos a un tigre sediento de sangre que amenaza a todo aquél que se cruce en su camino. Y con esto creo que digo bastante.
Pero sí hay un hecho que me parece importante destacar. Según nos informaba el diario El País sobre la relación que mantenía la pareja, según una amiga íntima de la familia, “Él siempre se creyó superior a ella y a su familia y, con razón, a sus padres nunca le gustó la forma de tratarla; era muy dominante y muy presumido, pero a Rocío se la veía muy enamorada”. Y más adelante, la misma persona añade “la verdad es que no podíamos pensar en este horrible final, a pesar de que la había amenazado con hacerle daño. Pero ella nunca llegó a darle importancia y pensaba que eran sólo arrebatos”
A esto, hay que añadirle que según testigos, en cierta ocasión estuvo a punto de estrangular a su mujer y en otro momento, a una doctora que era su médico de cabecera. ¿Cómo es posible que la justicia no tomara ninguna medida ante tales signos de violencia que, desde luego, presagiaban algo peor?
No disponemos de suficiente extensión como para tratar ampliamente lo que parece claro en este suceso. Parece tratarse de un caso claro de Dependencia Emocional. Según nos dice la Wikipedia, “Los dependientes emocionales tienen una necesidad excesiva de afecto y de ser queridos y tratarán de conseguir este afecto a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. Muestran una clara resistencia a perder la fuente de seguridad y afecto que constituye su pareja. Son frecuentes las distorsiones cognitivas como el autoengaño y la negación de información que le proporciona su entorno. Poco a poco estas relaciones tan destructivas se van fortaleciendo, de modo que al sujeto le resulta cada vez más difícil salir de ellas”. Sólo por culpa de esta patología adictiva se puede entender que ella se sintiera “muy enamorada” de un despojo humano semejante que la maltrataba.
Pero hay dos tipos de dependientes emocionales. El anteriormente descrito sería el dependiente dominado que se complementa con el dependiente dominante. Aunque en polos opuestos de estas relaciones (de poder, no de amor) el dependiente dominante necesita tanto a su pareja para ejercer su dominio, como lo necesita el dominado para sentir que se ocupan de él. Al menos la pareja del supuesto asesino encontró las fuerzas suficientes como para romper la relación, pero sin la debida protección, esta mujer se encontraba virtualmente indefensa frente un tipo probablemente herido y humillado por el abandono, que de ninguna forma podía tolerar esa situación sin ejercer su abominable venganza. Y desde luego, las dos niñas asesinadas -que se disponían a pasar parte de las vacaciones con su padre- resultaban un blanco mucho más fácil y vulnerable que su ex mujer.
Es importante denunciar las situaciones de violencia, claro que sí. Y no tolerar situaciones que empiezan por el maltrato psicológico y que pueden acabar en el peor tipo de violencia física. Pero tan importante como ello, es identificar correctamente las causas que la generan. Y las causas vienen dadas muchas veces por esas situaciones de dependencia que sólo un profesional de la psicología será capaz de identificar y combatir.
Recordemos siempre al psicólogo Erich Fromm, quien de una forma sencilla nos dijo que “amar es cuidar”. Si amamos de verdad a alguien, le cuidaremos. Y si le maltratamos en lugar de cuidarle, no habrá amor que valga.
Abelardo Hernández