Esta es la historia de una funambulista que trabaja sobre el alambre de un circo sin nombre aunque los malintencionados aseguran que es Pozuelo de Alarcón

Qué día más romántico. 14 de febrero. Día de los enamorados. Y Luis. Nada. Ni un ramo de rosas. Ni un perfume. Ni esos bombones que traía hace años. No espero nada. Aunque lo tengo todo. Le tengo a él. A mis hijos. Mis padres. Mi familia. Mis amigos. Y mi pueblo.
También tengo mi trabajo. ¡Superé la prueba! Y ahora soy diseñadora oficial. Y el negocio va estupendamente. Mi socio quiere abrir otro local. Yo estoy hasta arriba. Y estoy absolutamente volcada en mis diseños. No sé qué decirle. La verdad.
Pero en el día de hoy. Todo es bonito. Todo romántico. Todo “feliz”. Y yo, sonrío.
Así que quiero ser positiva. Y siendo positiva, se me viene a la cabeza el nombre de dos mujeres “municipales” siempre felices. Muy felices. Vinculadas. Disculpar, Luisito me pidió anoche que le contara un cuento. Y mi cabeza automáticamente empezó a dar vueltas.
¿Un cuento pozuelero? Circo. Artistas. Funambulistas. Enredos. Ya tenía el argumento. Y Luisito se metió en la cama. Y acerqué la silla a su cama. Y le cogí su mano. Y mi hijo me miraba.
Érase una vez una mujer. Una mujer sin nada. Sin futuro. Sin estudios. Sin proyectos. Una mujer que paseaba tristemente por las calles de un barrio madrileño pensando en su futuro. Un día levantó la cabeza y vio un circo. Un circo enorme. Y pensó. Seré artista. ¿Pero cómo? No sabía hacer nada. No tenía ni idea de nada. No sabía cantar, ni hacer reír, ni recitar. No le gustaban los animales. Ni el deporte. A pesar de su delgadez, ni siquiera era flexible. Pero, esa mujer, se dijo así misma: “Lo conseguiré”.
Buscó el momento. A un director. Propició un encuentro. Se vendió como artista. Y el director confió en su palabra.
Decidieron probar con ella. En un espectáculo en Madrid. Todo salió mal. Pero la mujer sabía moverse y ante una llamada, allende los mares, pensaron en ella. “Que se vaya de aquí” dijo otro director. “Fuera”. La “nueva artista” cogió un avión y decidió probar suerte. No tardaron mucho en clamar desde esos mares casi “caribeños” su vuelta a Madrid. Y volvió al circo. Pero su “director” ya no estaba. Ya no dirigía la carpa. Y la pobre artista, lloró. ¿Dónde iba a ir?
Sus lágrimas conmovieron a todos, pero todos querían verla fuera del Gran Circo. ¿Dónde mandarla? Por fin. El “recaudador” del circo (de entonces) decidió enviarla a un espectáculo cercano. El director aceptaría. Alguien dijo, “pero qué va a hacer esta mujer allí?”. Y alguien respondió, “Nada, pero sobrevivirá y se marchará de aquí”.
La entonces joven artista se dio cuenta que algo tendría que aprender, pues no tenía nada que ofrecer Y empezó a prepararse como funambulista. Y le salió bien. Había conseguido entrar en un ranking regional, a priori, difícil. Muy difícil. Entró de casualidad y salió pero sus dotes artísticas no eran suficientes para convencer a la gran dama.
Entró en barrena y decidió empezar su mejor actuación. Tendría que aparecer en el cartel de ese circo de primera B como fuera. El “director” era fácil. Y su mujer, más.
Ya tenía 35 añitos, por lo menos. Ya no era esa joven que encandiló con una sonrisa. Ahora tenía que demostrar algo. Y sus ensayos empezaron a dar frutos. Empezó a caminar sobre esas cuerdas que se fueron tensando con los años y empezó a mantener el equilibrio. Ninguna dama volverá a expulsarla de ningún cartel. Y menos, un señor.
Pero un día ese director al que ella alababa, vitoreaba, acompañaba, ese gran director sufrió un percance y tuvo que abandonar el circo. La cuerda se convirtió en un alambre y la artista “nobel” se dio cuenta que si se caía no tendría a donde ir. El alambre era fuerte. Pero más fuerte era la noticia que casi la hizo caer. Entonces ella agachó la cabeza. Se concentró en lo que importaba. Y empezó a levantarse poco a poco. Sin mirar atrás. Sin recordar etapas anteriores e incluso negándolas y señalándolas. Sólo así sobreviviría.
Y milagrosamente, la artista se mantuvo.
Y el circo tuvo una directora cuestionada. Y se mantuvo. Una directora que se quitó de en medio a todos aquellos fieles al anterior director. Y se quedó con los infieles y desleales y, como no, con la mujer artista.
Y la historia volvió a repetirse. Y llegó la peor directora del circo. Y como fue la peor. Decidió darle un papel protagonista a la artista. Y todos los demás miraban atónitos la confianza de esta nueva cruel directora. ¿Lo hará como castigo a los demás? Hasta los desleales más importantes se hacían cruces. ¿Cómo es posible?
Y la funambulista volvió a su alambre y decidió sorprender a todos. Se cayó públicamente por primera vez en todos esos años. Cayó tan fuerte. Que se juró así misma que nunca más pasaría. Recordaba una vez que le taparon una gran caída que tuvo. Se la taparon. Por eso muchos no entienden que siga en el circo. El payasín de turno recordaba que si esa caída hubiera sido de cualquier otro, estaría en la calle. ¿Por qué ella no? y todos callaron.
Pero la artista vio su imagen revuelta. Empañada por unas dudas sobre su capacidad. “Jolín, fue solo un resbalón”, pensó la mujer artista. Así que decidió tomar cartas en el asunto y decidió prescindir de aquellos que no le servían el café. Así podría pensar mejor. Y, posteriormente, decidió “limpiar su imagen”. ¿Lo consiguió?
Al circo y a los espectadores nos ha costado mucho dinero mantener a esta artista, pero por fin y con casi un millón de euros de recaudación, lo hemos conseguido. La funambulista ha aprendido la lección. Lee, escucha y habla. Respeta a los que saben. Y ha decidido ponerse al lado de quien con toda seguridad se marchará, pero ahora tiene el bastón de mando. ¿Por qué? Porque un tropiezo más y no habrá piedad. Y la artista lo sabe.
¿Existe una relación sincera entre la nueva directora y la funambulista? Hoy día las dos están vinculadas y el final de una, quizás, sea el final de la otra. Por ahora, la artista forastera lo sabe. Y se mantiene. Con equilibrio. Porque sabe que la caída sería muy dura. Y si cae y no hay agua en la piscina, ¿qué pasará?
El final de este cuento lo escribirá la vida. Y pronto sabremos si la artista volverá a repetir sus piruetas o si, por primera vez en su vida, aterrizará en una realidad que nunca ha conocido. Mientras ella seguirá siendo una artista y el resto testigos mudos y atónitos de su carrera.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. ¿o no? y como se dice en estos casos, “cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia”.
Luisito se quedó plácidamente dormido. No escuchó el final. Es igual. Iba a terminar con una adivinanza facilita relacionada con su pelo… Pero eso será otro día…
Sira Q.