Primera parte de la crónica del Debate sobre el estado del Municipio en el que la alcaldesa Quislant abroncó a la oposición porque jugó con la ventaja de no tener réplica
La alcaldesa de Pozuelo de Alarcón es una jugadora política de ventaja. Una pena. Montó un Debate sobre el estado del Municipio con las cartas marcadas. Hablaba ella. Hablaban los tres grupos de la oposición y el grupo del Gobierno le hacía la cama para que ella volviese en plan reinona para abroncar a la oposición. Sabía que no habría réplica ni dúplica y se cebó con ella. Así cualquiera.
No entiendo como la oposición aceptó esas condiciones de debate. Fue el silencio de los corderos cuando los llevan al matadero.
Lo de hoy no era un debate y nunca debió aceptarse. Se preveía una escabechina y en eso terminó.
Y, además, la alcaldesa Quislant la llevó a cabo de una manera muy extraña. Demostrándole a Pozuelo lo que es en realidad: Madre y Madrastra. Fue una madre con Ángel Gómez Bascuñana y con el portavoz de Somos Pozuelo y fue una madrastra con Miguel Ángel Berzal. Un Berzal al que ya Félix Alba había castigado los higadillos. Ay, Miguel Ángel, y eso que hasta le dijiste que había hecho bien algunas cosas… No aprendes.
Para Alba y para Quislant todo fue muy fácil. Era como robar a una vieja. Todo el escarnio lo hicieron desde una posición ventajosa. Nadie les podía replicar. Así lo decidió esa mayoría absoluta y casposa que pornográficamente usa el PP en el Ayuntamiento de Pozuelo.
Pero vayamos por partes como diría Jack el Destripador porque hay mucho que cortar…
Empezó el Debate o esa tomadura de pelo con la que nos ha obsequiado un PP que tiene que reformarse si quiere tener futuro, con una puesta en escena soñada. Presidía el Pleno Isabel Pita y en la bancada del Gobierno estaba sentada Susana Pérez Quislant para hacer de portavoz. Expectación.
Y la portavoz del Gobierno subió al estrado. Era la primera vez que Quislant bajaba de su pedestal para hablar de su proyecto político. La primera vez que no se escondía. La primera vez que iba a ser ella y no Adrados.
Y empezó a hablar. Mejor, a leer. Y lo hacía tan deprisa que no se entendía. No hacía pausas. No levantaba la vista del papel. Leía, leía, leía… Daba datos y más datos… Daba la sensación de que huía… Como queriendo que pasase el tiempo y las páginas escritas…
Todo era de Adrados. Quislant parecía Adrados. Todo era Adrados. No había nada suyo. Bueno, sí… El aparcamiento de la Estación de las 300 plazas…
Clas, clas, clas… Somos los mejores. Bla, bla, bla… Somos la pera limonera.
Todo lo que decía valía para cualquier ciudad. Todo era de manual. Yo he visto ese manual en la calle Génova
Vamos, vamos, vamos… Ni siquiera fue original cuando dijo que aspiraba a que las paredes del Ayuntamiento fueran de cristal… Eso también lo decía Adrados, aunque tampoco era suyo, y para entrar en su zona había que hacerlo con clave.
Todo era muy raro. La señora Quislant hablaba y hablaba y hablaba… Siempre en el mismo tono… Y, curiosamente, cuando quería cambiarlo, parecía que lloraba… Qué extraño personaje.
Su discurso, en resumen, fue un recuento de bondades y más bondades. Pozuelo de Alarcón no tiene problemas y “yo soy la reina del mambo”. Y estoy aquí, además, para servir y para servirles…
Pero todo seguía siendo de manual. Era un espectáculo de aguardo. Al acecho. La caza de la perdiz con reclamo. Cantó y cantó en su primera intervención para que la oposición entrase en el campo de tiro…
Y entró. Y cuando entró, con Alba haciendo de recela, la alcaldesa realizó una escabechina. Jugaba con ventaja. Sabía que nadie le respondería… Y disparó, y disparó, y disparó… Tomad plomo, malditos…
Hasta que se cansó de disparar… Incluso, le sobraron cinco minutos… Nadie respondería.
Que divertido fue todo…
Pero de ese todo, de lo que pasó en ese destrozo político de ventaja, lo contaré mañana… Hay mil detalles que contar… Algunos impresentables.
El Capitán Possuelo