El Automóvil motor de libertad y fuente de crítica
Con demasiada frivolidad y frecuencia se apunta como causa de todos los males, medio ambiente incluido, al automóvil. Es el culpable de la perversión y el pecado que en nuestras ciudades ocurre. Sin duda, todos apuntan, pero ninguno de los muchos alcaldes que detectan en ellos, todos los males, ni se bajan de ellos, ni, por supuesto, suprimen los múltiples impuestos que de los mismos se nutren sus arcas municipales.
Incluso, nuestro periódico, acaba de analizar las razones y los porqués de nuestros primeros espadas de los distintos grupos políticos, en función de si van o no en coche y las ventajas que de ello se derivan. Nunca imaginé que la Sra. Quislant pudiese ser peor alcaldesa por ir en coche y se podría transformar en luz y redentora, si al Ayto. se acercase andando, cuando todos sabemos que una cosa es ir a la Universidad y otra, muy distinta, es que la Universidad pase por uno.
La realidad es que siguiendo en esta línea, pronto alcanzaremos a ese líder inglés, que tras el triunfo del jueves pasado, comentó, sin caérsele la cara de vergüenza: “hemos ganado la gente decente”, lo que sin duda, habrá gustado sobremanera a ese 48 % de la población de la Pérfida Albión, que quería seguir en esta Europa que, aparentemente, quiere seguir unida y, por votar lo contrario, se ha convertido en… ¿indecente?.
Personalmente, me gusta el tren, no sé si ser hijo, hermano, sobrino, primo y cuñado de ferroviarios tendrá algo que ver; pero, cuando lo utilizaba de niño, curiosamente, todo el mundo quería tener un coche, aunque, pocos, muy pocos se lo podían permitir.
El coche nos posibilitó apertura y riqueza, puso la primera piedra para que los españoles nos pudiésemos mover y conocer nuestra tierra, incluso salir de ella y el desarrollo viario es causa de nuestra primera fuente de ingresos: el turismo; que fue, sin duda, el primer síntoma de crecimiento económico de nuestro país a partir de los sesenta.
Pero las modas cambian y hoy lo que prima es una sociedad ecológica y ecologista, aunque no distingan entre polución y niebla, pero como da votos y te incluyes en el concepto progre, pues eso, leña al auto…que contamina.
Las ciudades, es cierto, no están preparadas para soportar el volumen de tráfico que hay y, por supuesto, es necesario tomar medidas en beneficio de todos, de ahí, las múltiples opciones que el comprador puede optar a la hora de qué energía utilizará en su caso y, las ventajas que de la misma se derivarán para él y para el resto de ciudadanos. Igualmente dentro de esas ciudades hay múltiples opciones que benefician al sector público y privado, que mueven la economía y por lo tanto generan riqueza en unos casos parking, en otros S.E.R…., para dar distintas soluciones a los que prefieren su coche para acceder a las mismas.
Soy defensor de los servicios públicos de transporte, pero más lo soy de la libertad individual de las personas para optar por el medio de transporte que le convenga y pueda. Si tan claro lo tienen los distintos ediles municipales, la opción es clara: precios económicos, horarios continuados y frecuentes y, por supuesto, rutas racionales en tiempo, para poder desplazarse, porque ¿tiene valor el tiempo de desplazamiento? Curiosamente, para los políticos sí.
Por eso a todos los que tan mal lo consideran: políticos de pro, ciudadanos medioambientales, defensores del Al Gore (viaja en avión que, como todos saben, no contamina, incluso ni acústicamente) por favor si lo tienen tan claro, aplíquenselo al 100 %: vacaciones… en transportes públicos, desplazamientos locales…ídem, si surge una urgencia (¡Dios no lo quiera!) bus, bicicleta o andando…Puerta de Hierro no queda tan lejos y así ser capaces de transformar nuestra sociedad, retornando a los sesenta total: “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Posiblemente, sea más sencillo legislar, nos obliga a todos, pero como siempre a unos más que a otros y siempre ocurre que obliga más al ciudadano de a pie, al que deposita voto y confianza y retoma más impuestos y menos derechos; o lo que es lo mismo, ellos, los políticos irán con escolta, chofer y calle abierta; mientras, nosotros, los ciudadanos, al transporte público, en el horario que decidan y en el itinerario que quieran.
Empezó siendo un problema de calidad de vida y acabará siendo una limitación para la mayoría, procuremos soluciones que nos satisfagan a todos, que respeten nuestros derechos civiles, los que nos otorga la Constitución y que cada uno se desplace como le apetezca y pueda, incluso quiera; eso sí, recordando siempre que si mueves las piernas, mueves el corazón y es la mejor forma de tener salud.
Yo, queridos amigos, pienso seguir caminando…, aunque me gusta el coche.
A. Nogueiro