Trienio Liberal (II): Francisco de Paula Escudero, Ramón López Peregrin, José Gabriel Silva y Bazán y Francisco Martínez de la Rosa
Francisco de Paula Escudero y Ramírez de Arellano
El sucesor en la Secretaria de Estado del tándem formado por Bardají y Anduaga fue Francisco de Paula Escudero y Ramírez de Arellano. Nombrado Secretario de Estado Interino el 23 de abril de 1821, su mandato acabó el 8 de enero de 1822 siendo titular de la Secretaría de Estado Eusebio Bardají. Navarro, nació en Corella en 1764 y murió en Madrid en 1831, a los 67 años. Marino y político, único diputado a Cortes de Cádiz por Navarra. Llegó a desempeñar el cargo de Almirante General de España e Indias. Fue Secretario de Marina.
En mayo fue asesinado el capellán de Fernando VII, lo que dio lugar a unos meses de disturbios y cambios en las autoridades encargadas del orden público.
En septiembre se produjeron revueltas en toda España. En las revueltas se enfrentaban los liberales exaltados, dueños de la calle, y los liberales moderados, dueños del poder, con el ejército neutral y en espera de acontecimientos. Estas revueltas populares estaban dirigidas por los mismos que habían sido los dirigentes del pronunciamiento del año anterior: Riego, Evaristo San Miguel, Espoz y Mina, etc., apoyados en las mismas ciudades y con los mismos objetivos.
Como ya hemos contado anteriormente, Iturbide había estructurado un plan llamado de Iguala, llamado así por la ciudad mejicana donde se dio a conocer. Por este plan, Méjico sería independiente con una constitución propia, manteniendo la monarquía encabezada por Fernando VII o aquel a quién él designase de la casa Real Española.
Conocido este plan en España, las Cortes lo estudiaron y llegaron a elaborar planes para la creación de cinco estados americanos gobernados por los Borbones españoles: Méjico, Venezuela, Nueva Granada, Chile y Argentina. Esta idea no era novedad, ya había sido sugerida anteriormente por el Conde de Aranda, por Godoy y por Napoleón.
En mayo de 1821, Méjico se hizo independiente. El desarrollo de cómo se llegó a ello, lo contamos al tratar la historia del Secretario de Estado Juan O´Donoju O´Ryan, último representante del poder de España en Nueva España. O´Donoju fue quien firmó con Iturbide el Pacto de Córdoba, una extensión del Plan de Iguala que puso fin al conflicto militar, y el Acta de la Independencia. Independencia que no llegó a ser aceptada por España alegando que O´Donoju no tenía autoridad para firmar tales acuerdos.
Entre los hechos positivos de este período tenemos la publicación de El Reglamento General de Instrucción Pública donde se establecían tres niveles de enseñanza: primaria, secundaria y superior, y se creaba la Dirección General de Estudios. Reglamento que fue derogado al final del Trienio. Posteriormente fue sustituido por la reforma educativa de Calomarde.
En junio, se disolvieron las Cortes Ordinarias y en agosto se convocaron Cortes Extraordinarias para estudiar temas como: las guerras de independencia americanas, el código penal cuyo proyecto se había enviado en abril, y la división territorial de España. La primera sesión fue el 22 de septiembre y continuaron hasta el 14 de febrero del siguiente año, 1922.
Las elecciones las ganaron los liberales moderados. Los liberales exaltados no reconocieron los resultados. Justo antes de la primera sesión de las Cortes recién elegidas hubo grandes disturbios en varias ciudades, algunas de ellas llegaron a proclamarse independientes.
Esto significaba el fracaso del Trienio Liberal. A partir de entonces, en 1821, empezaron las conspiraciones preparatorias de un nuevo golpe de Estado con la unión, con un mismo objetivo, de los liberales moderados y los absolutistas.
En octubre, se presentó un proyecto de división de España en 52 provincias, proyecto que no fue aprobado hasta febrero del año siguiente. El objeto de la división era un mejor cálculo de la tributación de cada nueva provincia.
En noviembre, se eliminaron las fronteras interiores de vascos y navarros con Castilla.
A mediados de diciembre, las Cortes recusaron a los miembros del Gobierno, pero Fernando los mantuvo hasta primeros de enero en un nuevo intento de boicot a las Cortes liberales.
La deuda seguía haciendo estragos en la Hacienda pública. En noviembre se decidió eliminar la deuda pública interior, la exterior se consideraba impagable, mediante una desamortización. Para el pago de los bienes desamortizados se admitieron vales reales, créditos y todo tipo de deuda. Los títulos de deuda se admitieron a su valor nominal, cuando en el mercado se podían obtener por la mitad de su valor.
Esta desamortización fracasó, pues las fincas, aunque se remataron al 100% de su precio de salida, la realidad es que se vendían al 50 % de su valor. Éste era el valor al que se comprabas las deudas con la que se pagaban los bienes subastados. La cotización de la deuda no subió con las ventas de las fincas desamortizadas, por lo que no fue posible emitir deuda nueva. La deuda se redujo aproximadamente un tercio de la deuda planificada a reducir con la amortización.
La situación de fracaso de los liberales fue aprovechado por los absolutistas para intentar la vuelta al absolutismo con una contra-revolución conservadora.
El político sevillano Bernardo Mozo de Rosales, primer marqués de Mataflorida, primer firmante del Manifiesto de los Persas y la persona que se lo presentó el rey, exiliado en Francia a la llegada de los liberales en 1820, aparecía como cabeza visible de la reacción conservadora a finales de 1821.
A principios de diciembre, Bernardo publicó un manifiesto anticonstitucional en el que solicitaba la restauración de los mayorazgos, de la Inquisición, de las inmunidades y privilegios de la Iglesia, etc., es decir, volver a la situación anterior a 1820. Este manifiesto se vio reflejado en múltiples movimientos absolutistas, implicando a personalidades y militares de esta ideología, con muchas propuestas de acciones antiliberales pero todas infructuosas por falta de dinero, coordinación y mandos capaces y decididos.
Ramón López Peregrin / José Gabriel Silva y Bazán.
El 9 de enero, el rey nombró a otro gobierno y de Secretario de Estado Interino a Ramón López-Peregrín Martínez. Fue Secretario de Estado Interino hasta la llegada del titular, dos veces en un corto período de tiempo. La primera vez, desde el 8 de enero de 1822 hasta la llegada del titular José Gabriel de Silva y Bazán, X Marqués de Santa Cruz de Múdela y del Viso, el 24 de enero del mismo año. La segunda vez, también interinamente, desde el 30 de enero hasta el 28 de febrero, por cese del marqués de Santa Cruz y en espera de la solución definitiva con el nombramiento de Secretario de Estado al liberal moderado Francisco Martínez de la Rosa.
Fernando VII había intentado imponer un gobierno a las Cortes Extraordinarias y había fracasado en todos sus intentos de boicot. El 14 de febrero se clausuraron las Cortes Extraordinarias. El día siguiente, se convocaron Cortes Ordinarias y se puso a Riego a presidir la Junta Preparatoria de dichas Cortes.
López Peregrín nació en Molina de Aragón, Guadalajara, en 1767 y murió en Madrid a los 74 años, en 1841. Abogado y político liberal, fue diputado a Cortes en 1813 y Fiscal del Tribunal Supremo de Justicia.
José Gabriel de Silva – Bazán y Waldstein, fue Secretario de Estado desde el 9 de enero de 1822 hasta el 28 de febrero cuando fue cesado. Madrileño nació en 1772 y murió a los 67 años, en 1839. Político, militar y diplomático español. Primer director del Museo del Prado.
En el corto periodo de mandato de ambos, hay poco que destacar salvo los sucesos que ocurrieron a principios de febrero con los exaltados y el comienzo del anticlericalismo violento en España con el asesinato de varios clérigos en Barcelona.
Por Decreto de las Cortes, el 27 de enero de 1822, se realizó un censo para conocer el número de habitantes y las características de la población española.
En las elecciones a Cortes Ordinarias de febrero de 1822, los liberales exaltados ganaron muchos escaños debido a las acciones de Riego como presidente de las Juntas Preparatorias de las citadas Cortes. En esta tesitura, el rey y los moderados decidieron que gobernaran los liberales moderados de Martínez de la Rosa
Francisco Martínez de la Rosa
El 28 de febrero de 1822, el liberal moderado Francisco Martínez de la Rosa fue nombrado Secretario de Estado. Su mandato terminó el 5 de agosto del mismo año, aunque realmente terminó antes por enfermedad del titular. Primero, fue nombrado Secretario de Estado Interino Eventual Nicolás María Garelli y Battifora desde 11 de julio de 1822 hasta el 23 de julio del mismo año. Después, y por la misma causa anterior, enfermedad del titular, fue nombrado Secretario de Estado Interino Eventual Santiago Usoz Mori, desde el 23 de julio hasta el 5 de agosto.
La sublevación de la Guardia Real de julio hizo que presentara Martínez de la Rosa su dimisión, que no le fue aceptada hasta agosto.
Francisco de Paula Martínez de la Rosa Verdejo Gómez y Arroyo, granadino, nació en 1787 y murió en Madrid a la edad de 75 años, en 1862. Además de Secretario de Estado fue Presidente del Consejo de Ministros en la Regencia de María Cristina de Borbón, en 1834. Político liberal moderado, diplomático, poeta y dramaturgo español. Diputado en las Cortes constituyentes de Cádiz y uno de los que aprobó la Constitución. Encarcelado cuando se restableció el absolutismo.
Nicolás María Garelli (ó Garelly) y Battifora, valenciano nació en 1777 y murió a los 73 años en Madrid, en 1850. Abogado y político liberal moderado. Presidente del Tribunal Supremo, Ministro de Gracia y Justicia en el Gobierno de Martínez de la Rosa y posteriormente durante el reinado de Isabel II. Redactor del Estatuto Real de 1934.
Santiago de Usoz y Mori, madrileño, nació en 1781. Oficial Mayor de la 1ª Secretaría de Estado. Diplomático, encargado de negocios en Londres y en la Secretaría de la Embajada de Viena.
El 8 de junio las Cortes aprobaron el nuevo Código Penal, y el rey lo sancionó. Duró poco, pues fue abolido con la vuelta del absolutismo.
El Gobierno era consciente de que la guerra de la Independencia de las colonias americanas estaba perdida para España. El problema era darle salida a la situación.
En febrero, se decidió negociar con los rebeldes sin admitir la independencia, apoyándose en el hecho de que la Constitución de Cádiz hacía a todos libres y no había que seguir luchando por la libertad. Obviamente fracasó. Los americanos, tanto liberales como absolutistas estaban por la independencia de sus países, además Estados Unidos estaba al acecho para sacar el mayor provecho posible.
Se enviaron instrucciones a los mandos militares y gobernadores para que negociaran. Algunos, como Morillo, ya habían llegado a un acuerdo con Bolívar ante la falta de refuerzos desde 1818. No obstante éste continuó la guerra contra los realistas derrotándolos en Carabobo, lo que significó la pérdida definitiva de Venezuela. También en 1822, el lugarteniente de Bolívar, Sucre, derrotó a los españoles en Pichincha, lo que significó la incorporación de Quito a la Gran Colombia. Por otra parte Fernando VII reconoció la cesión de la Florida a Estados Unidos ratificando el tratado de Adams–Onís de 1819. Estados Unidos reconoció la independencia de todos los estados americanos.
Del imperio español en América, en 1822, solo quedaba Cuba y Puerto Rico.
También en febrero, Fernando VII volvió a pedir ayuda, una vez más, a la Santa Alianza para restablecer el absolutismo. En respuesta a esta petición, el rey de Francia, Luis XVIII, exigió un plan de respuesta al éxito de la sublevación liberal de 1820 en el que se incluyera la formación de un Gobierno constitucional, no represivo, y una constitución de tipo Carta Otorgada.
El rey estaba dispuesto a combatir a los liberales exaltados por todos los medios a su alcance, para ello contaba con el talante indeciso del Secretario de Estado, hombre dialogante e incapaz de mantener una opinión, totalmente inoperante, tanto que le llamaban “Rosita la pastelera”.
Los exaltados atacaban al Gobierno y sacaban a la gente a la calle con cualquier pretexto. En frente se colocaban los nobles, la Iglesia y todos los elementos absolutistas empezando por el propio rey.
En este estado de crispación y de revuelta, empezaron los levantamientos absolutistas en Cataluña. Entre abril y mayo, se produjeron varios levantamientos que trataron de agruparse alrededor del Barón de Eroles, Joaquín Ibáñez-Cuevas, destacado absolutista que hizo correr el rumor de que Fernando VII estaba prisionero de los liberales.
Fernando no estaba al tanto de las sublevaciones realistas del norte de Aragón y Cataluña, estaba mucho más interesado en conseguir la intervención exterior de la Santa Alianza como medio más seguro de alcanzar su deseo, la vuelta al régimen de rey Absoluto. A primeros de agosto, los realistas sublevados establecieron lo que llamaron la Regencia de Urgel presidida por Bernardo Mozo del Rosal, marqués de Mataflorida, con el Obispo de Mallorca y el Barón de Eroles.
A finales de mayo, el rey clausuró las Cortes para que Martínez de la Rosa fuera más libre para gobernar.
En los primeros días de julio, la Guardia Real se sublevó en el Pardo. Una diputación de sublevados fue recibida por el rey quien, pensando aprovechar la situación, convocó una junta compuesta el Consejo de Estado, el Secretario de Estado, al Jefe político de Madrid, Capitán General y al jefe del Ejército Pablo Morillo. Exigió garantías de conservación del orden público, amenazando en asumir el poder absoluto en caso contrario. Pensaba ir al Pardo y ponerse al frente de las tropas sublevadas.
El rey desautorizó la movilización de fuerzas destinadas a sofocar la sublevación. La Guardia cerró las puertas de palacio quedando prisioneros los Secretarios y el Secretario de Estado. Pero los sublevados fueron derrotados por la Milicia de Madrid dirigida por el General Francisco Ballesteros, en las proximidades de la Plaza Mayor de Madrid.
El Gobierno de Martínez de la Rosa presentó su dimisión, Fernando la rechazó inicialmente pidiendo la formación de un gabinete alternativo, a lo que el Secretario de Estado se negó insistiendo en su dimisión. Dimisión que finalmente fue aceptada el 5 de agosto, siendo reemplazado como Secretario de Estado por Evaristo Fernández de San Miguel, lugarteniente de Riego. De este episodio salió vencedor el sector más radicalizado del liberalismo. A los absolutistas no les quedaba otro camino que recurrir a la intervención extranjera para restablecer la monarquía absoluta.
Joaquín de la Santa Cinta, Ingeniero Aeronáutico, Economista e Historiador