¿Nos odian los catalanes?

Acabo de leer en el periódico La Vanguardia una entrevista que la agencia EFE ha hecho al escritor Félix de Azúa con motivo de su ingreso en la Real Academia Española, en la cual, entre otras muchas declaraciones, afirma que “la educación en Catalunya consiste en enseñar odio a España y a lo español”.
Yo no vivo allí, y por lo tanto no creo que pueda opinar con el suficiente conocimiento de causa. Pero si así fuera, primero, quienes lo hagan demuestran una actitud errónea, pues como dice nuestro viejo adagio “quien siembra vientos, cosecha tempestades”. Y, en segundo lugar, porque dudo mucho de que tal procedimiento produzca los resultados esperados.
¿Por qué pienso así? Antes todo quiero negar la mayor: porque los catalanes que he conocido en mi vida -lo cual no significa que todos sean así- resultaron ser excelentes personas. Es más, debo decir que esta buena gente invalidaba todos los tópicos que afectan a los catalanes y que con frecuencia aparecen en los chistes a ellos dedicados. ¿Tacaños? Lo que yo he tratado han resultado ser extremadamente generosos. ¿Serios? Todo lo contrario. Su humor sí es serio, pareciéndose extraordinariamente al inglés, el cual expresa de forma solemne las cosas más triviales, y de modo desenfadado las más ligeras. ¿No son tan formales y trabajadores como ellos pretenden? Pues sí, sí que lo son. Y aunque ello con frecuencia me ha merecido alguna crítica en la capital del Reino, no tengo inconveniente en decir que si yo tuviera que realizar algún trabajo conjunto con otra persona, elegiría a un catalán, incluso por encima de nuestros propios coterráneos. Porque, amigos, reconozcamos que muchos de nosotros somos los primeros a la hora de la juerga y el regodeo, pero cuando se trata de apretar los puños y ponerse a la tarea… En fin, que nos cuesta un poco.
Entonces me cuesta trabajo creer que estos buenos ciudadanos pierdan su tiempo y sus energías en algo tan poco provechoso como odiar a nadie. Cosa nada extraña pues llevamos juntos en esta piel de toro durante muchos siglos en los cuales se han entretejido entre nosotros infinidad de excelentes relaciones en empresas, familias, amistades y afectos que no pueden ser destruidos así como así.
¿Qué hay interés por parte de ciertos políticos en fomentar esos enfrentamientos y esos odios? Pues sí, cómo no. Es evidente que los políticos -y especialmente los actuales- apenas saben (ni les interesa) resolver los problemas más acuciantes de sus pueblos, pero sí lograr unas cuotas de poder cuanto más grandes, mejor. En ese sentido son absolutamente insaciables. Y si logran ese poder a base de la viejísima técnica de agitación que es el dividirnos entre “nosotros y ellos”, siendo nosotros siempre los buenos, y los otros los malos de la película… Y si a eso le sumamos la igualmente viejo truco de la “conspiración que hay organizada contra nosotros”, pues ya tenemos sembrada la semilla del odio que, afortunadamente en este caso veo muy difícil que fructifique.
Sí, porque ¡ah, amigo! Estamos hablando de una tierra donde, según la Wikipedia “en la cultura popular catalana, el seny o sentido (en idioma catalán, perfectamente traducible al español por «sensatez», «cordura» o «sentido común») es la ponderación mental; o sana capacidad mental que predispone a una justa percepción, apreciación, comprensión y actuación”.
¿Quiénes serían los más beneficiados en el caso de que se lograra la tan deseada independencia? ¿Alguien con verdadero Seny podría creer que esa situación mágicamente solucionaría todos los problemas de los catalanes? ¿Qué vivirían mejor, con menos impuestos y más estado de bienestar? Bueno, aunque nos acusen de malpensados, no es difícil imaginar que a los políticos la gente les importa un bledo, si no es para conseguir un aumento de su poder. Poder que desde luego sería bastante mayor para los dirigentes de un Estado soberano que los de una Comunidad Autónoma. Ya se han visto asomos de esos delirios de grandeza con la creación de embajadas en el extranjero que, dicho sea de paso, no parece que sean los organismos más eficaces o necesarios del mundo. ¡Ahí es nada poder ser recibidos por el Papa Francisco o por el presidente Obama!
Yo no sé si legalmente los catalanes tienen o no derecho a decidir su estatus. Pero a mí no me daría ningún miedo ni me opondría q que lo hicieran, porque creo que los independentistas no lograrían la mayoría absoluta necesaria. Ellos saben perfectamente que vivimos en época de uniones, no de divisiones. Y que la ONU, la OCDE, la OEA, y, por supuesto la UE y tantas otras, se han construido a base de esfuerzos, de negociaciones, y naturalmente de cesiones de una parte de las soberanías nacionales. El mundo sin duda camina hacia la integración, la complejidad y la eficacia. Y no parece que, salvo en ciertos países subdesarrollados, se pueda generar la suficiente cantidad de odio como para destruir dichas instituciones.
Por cierto… ¿Cristiano Ronaldo o Leo Messi? Lo sé, tengo mala uva, pero me gustaría que limitáramos nuestras peleas a tan inocuos enfrentamientos…
Abelardo Hernández