Los funcionarios del Ayuntamiento de Pozuelo sacan a la alcaldesa Quislant del barrizal de arenas movedizas en el que se había metido con el caso McDonald
Ya tenemos decisión. La Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Pozuelo ha emitido su dictamen sobre el caso McDonalds. Era algo absolutamente necesario que hiciese y lo ha hecho. El caso se estaba desbordando y ya se había convertido en un barrizal de arenas movedizas de imprevisibles consecuencias. Especialmente, para la alcaldesa Quislant. Estaba ciega y alguien debió aconsejarle que la cordura tenía que volver al Gobierno y la cordura se hizo. Era lo que demandaba la madurez política y lo que exigía la sensatez. Se habían cometido demasiados dislates y el tema ya estaba a tres centímetros de exigir ‘victimas’ políticas. Una acción reglada se había convertido en un problema político y eso era algo sumamente delicado.
Pero no voy a entrar a recordar aquí todas las temeridades que se han cometido en esta crisis. Ya lo he hecho durante cuatro o cinco semanas. Temeridades propias de la inmadurez política de una alcaldesa temerosa de todo lo que se mueve a su alrededor y de una concejala de urbanismo con mucho título de academia online y ninguna experiencia política, aunque lleve toda la vida cobrando por serlo. Lo pasado, pasado está. Lo que ocurre en Las Vegas, en Las Vegas se queda.
El caso es que ya hay decisión. Una decisión rara, por cierto. Y digo rara porque, insisto, es una solución política a un problema reglado y eso, en principio, son conceptos contrarios. Son el agua y el aceite. Pero no seré yo quien me oponga. Era lo que se buscaba. Las consecuencias que tenga esta decisión ya se verán con el tiempo porque abre, a mi entender, muchas posibilidades. De todo tipo.
Pero, como digo, alguien mandó parar y, aunque el desgaste que ha sufrido la imagen de Pozuelo de Alarcón, que es lo que a mí me interesa, ha sido bastante, no ha llegado la sangre política al río. Hubo momentos en los que se pensaron soluciones que hubieran sido perniciosas para la ya deteriorada imagen de una ciudad que es incapaz de superar su pasado por la mala suerte que ha tenido en la tómbola de la desidia política de un partido acostumbrado a ser hegemónico y no preocuparse de más.
Lo más doloroso de todo esto ha sido la presión que han tenido que soportar los funcionarios de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Pozuelo, algunos con resultado cese, otros con resultado enfermedad y la mayoría con resultado vergüenza ajena. Y es a ellos a los que, en este momento, quiero recordar a modo de pequeño homenaje. Nunca tan pocos hicieron tanto por Pozuelo.
Para alguno de ellos hubiera sido muy fácil contentar a los políticos. Dónde hay que firmar. Total qué más da. Hubo una persona que lo hizo y en su conciencia quedará para siempre. Qué pena. No había ninguna necesidad de parar la obra y de mandar a gente al paro como se ha demostrado con esta decisión ya que el problema no estaba en la raíz del asunto sino en las circunstancias posteriores del negocio. No estaba mal concedida la licencia. Lo que se limita en la decisión final es el horario de apertura y cierre. Parar la obra fue un abuso extraño y tarambana.
Pero ese fue un caso aislado. Los demás funcionarios del Ayuntamiento de Pozuelo se resistieron al capricho y a las amenazas con entereza. Te ceso. Césame. No renuevo tu interinidad. Haz lo que quieras, ahora estoy enferma y me voy a casa. Pero nadie dobló la rodilla ante el antojo. Mare meua, señora Quislant, cuánta locura por contentar a unos pijos, cuyos hijos se van a hinchar a comer hamburguesas… Qué poca lacha tienen algunos.
Menos mal que, al final, esos mismos funcionarios, dolidos y breados, sacaron a la alcaldesa del charco, insisto, de arenas movedizas que amenazaba con tragarse a la propia alcaldesa y a parte de su Gobierno. Porque me cuentan que esos funcionarios han hecho un esfuerzo sobrehumano para encontrar fundamentos de derecho que justificasen legalmente una decisión que se antojaba complicada. Y eso es muy loable.
No sé que decidirán ahora las partes implicadas. Allá cada cual. Creo que ha sido una batalla inútil. Guerra pírrica. Todos perdieron. Hay algunos espectadores, esos que nunca bajaron a bregar con el caso en la arena política, que aseguran enfáticamente que todos ganaron y todos perdieron. Pero eso no es cierto. Todos perdieron. Incluso, la propia alcaldesa Quislant.
Pero a mí, hoy y este momento, me mantiene la esperanza de que esta crisis le haya servido para aprender algo a estos políticos, sin talento político, que nos gobiernan.
La política, señora Quislant, es el arte de encontrar la solución no de crear el problema.
El Capitán Possuelo