David Cierco está tan enfadado consigo mismo que se pasa el día intentando golpear su propia sombra

(20-10-14) Durante el Debate del estado del Municipio, el portavoz del Grupo Municipal Socialista David Cierco dijo, sin que nadie se lo pidiese, que ya no se presentaría más a las elecciones locales y, por lo tanto, que ya no aspiraría más a ser alcalde de Pozuelo de Alarcón. Se tiró a la piscina y no cogió agua. Guarrazo. Un error político de incalculables repercusiones, como ya se le criticó desde este blog de El Capitán Possuelo.
Recuerdo que, cuando anunció su renuncia a volver a presentarse a las elecciones, le dije, incluso, que dimitiese. Que le había faltado dignidad política para decir que se iba a continuación de su absurdo anuncio. No lo hizo. Perdió.
Nunca supe, a ciencia cierta, por qué hizo aquella tontería. No sé si fue un arrebato, una bajada de tensión, cansancio anímico o, simplemente, una tontería como otra cualquiera. No lo sé. Creo que de todo un poco. Algo propio, en cualquier caso, de mal político.
Hay quien me dijo, muy al contrario, que aquello fue un acto de soberbia. Un pulso. En su guerra política interna con el partido socialista y con su propio Grupo Municipal, Cierco le echó un órdago a todo el mundo. O yo o el caos. Y la respuesta fue el desprecio, que es lo peor. Y, como en aquella canción de Los Pasos, le cantaron ‘vete y no vuelvas nunca jamás, vete y no vuelvas’. El Grupo Municipal siguió dividido y en la calle Benigno Granizo se sintieron aliviados. El propio Cierco había roto el compromiso. Tanto, que no han contado con él para nada en la elección de Ángel González Bascuñana como candidato a Alcalde de Pozuelo.
No es muy creíble esta historia, la cuento como me la contaron pero lo cierto es que aquella estúpida decisión hizo que David pasase a ser un cero a la izquierda y nunca mejor dicho lo de la izquierda. Y, desde luego, empezó a mandar menos que un camarero de ‘El Rey Gambón’.
Me cuentan que ahora vive para oponerse. Me opongo. A lo que sea. Al PSOE, a Ángel González Bascuñana, a sus compañeros de Grupo, a sus compañeros de oposición e, incluso, a la cordura. De esa cualidad, de la que hace dos años, al menos, hacía gala.
Y lo que es peor, me aseguran que anda por la política como un viejo boxeador. No diré sonado. La piedad solo es patrimonio de la buena gente y yo aspiro a ello. Pero sí me dicen que, como aquellos viejos boxeadores de los 60’, anda tirándole golpes a su propia sombra.
Al parecer, está tan enfadado consigo mismo que no se soporta. Solo vive para tratar de acallar su mala cabeza política. Y, por ello, no le importa hacer el ridículo enfrentándose a todo lo que se mueve. Y su sombra, que es lo único que le queda, se mueve. Una pena.