Los «sapos» que se ha tragado Pedro Sánchez (meses de cesiones y bochornosas actuaciones) no evitan el plantón de Mohamed VI en Marruecos y que lo dejan en un ridículo supino

El plantón del rey Mohamed VI en la cumbre hispano-marroquí es el triste colofón a una historia de sumisión del Ejecutivo español a los deseos de Rabat. Pese a los «sapos» tragados, según expresión utilizada por el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar a raíz del penúltimo acto de pleitesía a nuestro vecino del sur —la votación en el Parlamento Europeo de la semana pasada—, el presidente Pedro Sánchez no ha tenido la recompensa esperada —una audiencia en palacio con el monarca alauí— y ha tenido que conformarse con una llamada de teléfono que el ministro José Manuel Albares y los medios afines, como El País —que titula «la ausencia de Mohamed VI desluce la cumbre hispano-marroquí de Rabat»—, venden como todo un éxito.
Para un Gobierno que se jacta de ser respetado y admirado internacionalmente, con un presidente al que, según él mismo afirma, paran por los pasillos del foro de Davos para preguntarle por sus recetas de buen gobierno, ha debido ser un golpe duro el trato descortés de un monarca, el marroquí, que le tiene totalmente tomada la medida a Sánchez. La reacción de Albares y su equipo cuando fueron abordados por los periodistas desplazados a Marruecos evidencia el malestar que el plantón de Mohamed VI ha provocado en el Gobierno.
Cambio de postura sobre el Sáhara
Todo empezó en marzo del año pasado cuando el Gabinete Real marroquí hizo pública, a través de un comunicado, una misiva enviada por Pedro Sánchez en la que le informaba de que apoyaba la propuesta marroquí de 2007 sobre autonomía para el Sáhara Occidental, a la que se refería como «la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa».
Este mensaje se producía meses después de la crisis más grave de las últimas dos décadas entre Marruecos y España, crisis que comenzó a finales de abril del año 2021 con la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para ser hospitalizado en la ciudad española de Logroño (norte) y la avalancha de inmigrantes irregulares que entraron a nado en Ceuta en mayo. Esta crisis sin precedentes se materializó en la llamada a consultas de la embajadora de Marruecos en Madrid, embajadora que regresaría a España un año después, tras el giro de Sánchez con el Sáhara.
Ni el Congreso ni los partidos de la oposición fueron informados de este cambio radical en la postura española sobre el contencioso del Sáhara, algo que habría sido no sólo recomendable sino deseable cuando estamos hablando de una política de Estado que trasciende a los cambios de Gobierno. Es más: ni siquiera comparten el cambio de postura sobre el Sáhara sus socios en el Consejo de Ministros.
Lo más grave, sin embargo, es que este cambio en la postura española no sólo ha tenido consecuencias negativas en las relaciones con Argelia y el Frente Polisario —que opinan que Sánchez ha sucumbido a «la presión y el chantaje» de Marruecos— sino que tampoco ha tenido el efecto esperado en una disminución de la inmigración ilegal.
La reacción de Argelia y la crisis del gas
Pese a que el Gobierno negó problemas con Argelia por el cambio de postura sobre el Sáhara —»Argelia es un socio estratégico de primer nivel de España y es un suministrador fiable de gas a España. Siempre lo ha sido», aseguró en ese momento José Manuel Albares—, lo cierto es que la decisión española no sentó nada bien en el país, que anunció que revisaría los precios del gas solamente a España en un momento en el que la guerra de Ucrania empezaba a causar problemas con esta materia prima esencial.
Tres meses después del cambio de postura española sobre la autonomía del Sáhara, el presidente de Argelia, Abdelmayid Tebune, anunció la suspensión de forma «inmediata» del tratado de amistad suscrito con España hace casi dos décadas.
Antes de eso, Argelia amenazó a España con cortar el suministro de gas si trasvasaba parte a Marruecos y empieza a trabajar para convertir a Italia en socio preferente en el mercado del gas. Pese a las amenazas argelinas, Sánchez inició la exportación de gas a Marruecos, como contamos en Libertad Digital.
El rey no garantiza la integridad de Ceuta y Melilla
Para colmo de males, los desvelos del Gobierno intentando congraciarse con Rabat no estaban dando los frutos deseados, y pocas semanas después del asunto del Sáhara, en abril de 2022, el presidente Sánchez aceleró su vuelta a España tras constatar que Mohamed VI no garantizaba la integridad de Ceuta y Melilla. Una vez más, Rabat volvía a ganar en su continuo chantaje a España consiguiendo que se reanudase la Operación Paso del Estrecho que beneficia a los miles de marroquíes que cada verano vuelven a su país desde diferentes países europeos.
España, sin embargo, no logró que Marruecos le garantizase la integridad de Ceuta y Melilla ni un acuerdo bilateral de cooperación en materia de inmigración.
En ese viaje se produjo, además, una situación que muchos consideraron humillante para España: Marruecos colocó la bandera española al revés detrás de la mesa, un desprecio que no pasó inadvertido entre los analistas, pese a que Moncloa lo consideró algo anecdótico.
Masacre en Melilla y felicitaciones a Marruecos
En medio de todas estas tensiones el 24 de junio de 2022 se produce uno de los peores asaltos de inmigrantes a la valla de Melilla, que se saldó con la muerte de decenas de inmigrantes a manos de la gendarmería marroquí.
Mientras Marruecos culpaba a Argelia del asalto, Grande Marlaska negó durante meses que las muertes se hubiesen producido en territorio español y el propio Sánchez felicitó a Marruecos por la brutal actuación policial para repeler el asalto, sacando pecho por el buen funcionamiento de la colaboración de Rabat en la lucha contra la inmigración ilegal.
Por su parte, Argelia echó la culpa a Marruecos del asesinato a sangre fría de inmigrantes en la valla de Melilla y señaló directamente al Gobierno español por el «linchamiento salvaje» a los inmigrantes.
La operación «cambio de postura en relación al Sáhara» estaba siendo literalmente un éxito: tensiones con el gas argelino en un momento de crisis energética y una inmigración ilegal disparada en Canarias, Ceuta y Melilla.
Bochornosa votación en el PE
El último gesto del socialismo español en favor de Marruecos se produjo la semana pasada en el Parlamento Europeo.
Al bochornoso espectáculo de ver a los socialistas españoles desmarcándose de su grupo en el PE para votar en contra de una resolución muy crítica con Marruecos —que mencionaba el maltrato a los periodistas, su vulneración de los Derechos Humanos y su posible implicación en una trama de corrupción similar al Qatargate—, se sumó días después la justificación de Juan Fernando López Aguilar que trató de salir al paso a las críticas de izquierda y derecha por un voto que los alineó con eurodiputados del partido de Le Pen.
Se podía decir más alto, pero no más claro: hay que «tragar sapos» para mantener las relaciones con un «vecino inexorable».
Todo ello se producía a una semana vista de la importantísima cumbre hispano-marroquí al más alto nivel que se inició ayer en Rabat, con un séquito de ministros socialistas españoles y las ausencias de ministros de Podemos, de Garamendi… y del rey Mohamed VI.
(Gentileza de Libertad Digital-M.J. Grech)
(La foto de portada muestra la humillación de Sánchez ante la tumba de Mohamed V, más dictador que Franco)