Crónica de las fiestas del Carmen que, para esto, mejor que no hubieran vuelto: Catetas, rancias, paella a 34º, perros enloquecidos por los fuegos artificiales y concejales en campaña electoral

El Pozuelo de Alarcón de los primeros años del siglo XX era un pequeño pueblo cercano a Madrid, famoso por sus huertas en especial por sus lombardas, sus hortalizas, sus arroyos y sus fuentes.
El barrio de la Estación, por su parte, siempre estuvo relacionado con el apeadero del que por aquel entonces unía la línea férrea, de caminos de hierro, como se decía, entre Madrid e Irún.
Y el tiempo fue pasando…
Y año tras año, las Fiestas de Nuestra Señora la Virgen del Carmen se fueron celebrando en la Estación en medio del mes de julio. Y en medio de julio siempre hace calor. Siempre.
Pero este año, las Fiestas de Nuestra Señora la Virgen del Carmen nos han demostrado que, como el habitual calor, no han evolucionado nada. Estamos llegando al primer cuarto del Siglo XXI y todo sigue igual. Aunque peor. Este año, a ese calor, hay que añadir el bochorno que nos han producido, en su acepción de “desazón originada por algo que ofende, molesta o avergüenza”.
Las Fiestas del Carmen han sido un fiel reflejo de los malos tiempos políticos que corren y de la actitud cateta, rancia y pueblerina del Gobierno del Ayuntamiento de Pozuelo. Una manera de actuar que no tiene nada que ver con sus vecinos que, estoicamente, los soportan.
Veamos unos ejemplos:
El viernes con la fiesta del agua estuvo abierta la piscina de verano del Carlos Ruiz por la tarde, la entrada era libre, y muchos vecinos pudieron ver con sus propios ojos cómo se han cargado la piscina de verano.
Después vino la paella (no diré valenciana para que esa Comunidad Autónoma no nos declare la guerra). Realmente, debo decir que triste paella sin gambas ni ‘ná’ y que no tenía ningún sentido.
¿Qué pinta una paella en plena ola de calor a 34 grados por la tarde noche?
No se me ocurre una respuesta adecuada con mi abogado de vacaciones.
Lógicamente, sobraron muchas raciones… ¿Qué se hizo con ellas? La respuesta, como aquella canción de Dylan, debe estar en el viento…
Es otra actitud propia de nuevos ricos: Venga, que es mejor que sobre que haga falta…
No se puede ser más impresentable.
En el chiqui encierro, ese estúpido remedo que divierte más a los que llevan los carretones que a los niños, fue una especie de carrera de obstáculos. Los niños tuvieron que saltar varios obstáculos porque el firme no está rematado y tienen imperfecciones con su consiguiente peligro.
La procesión fue el acto más solemne, no hubo abucheos, hubieran sido muy merecidos pero, por respeto al acto, los vecinos estuvieron contenidos y no hubo incidentes.
Llamó mucho la atención la exposición ridícula del concejal David Rodríguez poniéndose de primer andero de un varal de las andas de la virgen para que se le viera bien… Más que devoto de Nuestra Señora, parecía estar ya en campaña electoral… Dio un poquito de vergüenza ajena…
La alcaldesa se presentó con un cabestrillo, entiendo que estaría mal de salud. Pero también dio la sensación de que, una vez más, usaba el victimismo como arma política. Dando pena aplacaba un poco la irá de los vecinos de la zona.
La pena y el victimismo como paradigma de su gestión municipal.
Los fuegos artificiales estuvieron bien pero fue un drama. Al terminar el espectáculo de luz y sonido todos los perros del vecindario y alrededores estuvieron ladrando alrededor de 15 minutos. Acojonados.
O quién sabe si los ladridos se debían a que lloraban por unas fiestas de mediados del Siglo XX. Reflejo, eso sí, del concejal de Fiestas Pablo Gil que es más antiguo que andar descalzo…
Espero que el año que viene, al menos, se dé la sensación de que se ha pasado siglo…
Ricardo Reis