Consideraciones y reparos al sistema penitenciario español por la falta de respeto que muestran, en ocasiones, con los visitantes y por la inutilidad y carestía de sus castigos
Hace unos días un pequeño grupo de amigos fuimos a una cárcel a visitar a otro amigo, a quien aún no sabemos por qué un juez ordenó que se le encerrase por un largo período de tiempo.
Se nos había dicho que la visita comenzaría a una hora determinada. No sé si los carceleros desprecian a los encarcelados, de lo que sí estoy seguro es que menosprecian a los visitantes: Estuvimos puntuales a la hora indicada pero hasta casi una hora después no se nos dejó entrar a ver al viejo amigo.
En situaciones como ésta recuerdo unas palabras del presidente don Leopoldo Calvo Sotelo quien al ser felicitado públicamente por llegar puntual a un acto multitudinario que se celebraba en Pozuelo, dijo bien clarito:
-Yo puedo hacer con mi tiempo lo que quiera: perderlo o usarlo debidamente; lo que ninguna persona de bien puede hacer es disponer libremente del tiempo de los demás.
Pero eso no es todo: Cuando salí de la prisión, tras un rato de distendida conversación, me pregunté:
¿Para qué sirven las cárceles?
¿Para apartar de la sociedad a las personas socialmente peligrosas?
¿Para castigar a quien ha obrado mal, aunque por no ser reincidente su presencia no sea un peligro social?
Si las cárceles sirven para que la sociedad no tenga que convivir con delincuentes bienvenidas sean; mas, si únicamente sirven para castigar, suponen un gasto innecesario e inútil (creación y mantenimiento del local, cuidado y vigilancia de los encarcelados, salario de los carceleros) porque con algo de imaginación se pueden imponer castigos que únicamente afecten al delincuente: Trabajos -gratuitos o casi-, en libertad y beneficiosos para la sociedad.
Si mi amigo hubiera sido condenado a servir a la sociedad sería útil; pero, encerrarlo porque sí, para que sea un inútil social y un gasto innecesario es una torpeza, aparte de casi un crimen como es privarle de forma innecesaria del bien más preciado del hombre cual es la libertad.
Juan Pozuelo