El Fantasma de don Agustín no ha visto al ‘Tigre de Quislant’ en el Ayto de Pozuelo pero cree que una copia de “Saturno devorando a su hijo” (Goya) debería colgar en sus paredes

¡El tigre era lo que nos faltaba en “la Casa”!
Aunque me han instado a ello, he de reconocer que, a la fecha, no estoy en condiciones de poder asegurar, de forma fehaciente, su existencia. Desde luego, indicios de su presencia, sí que tengo, pero pruebas contundentes, no. Ni siquiera he podido oír sus rugidos.
En cualquier caso, seguiré indagando. Eso sí, con cierta precaución, no vaya a ser que, en su dieta, hayan incluido los fantasmas en general y en particular a este que les escribe.
¡Ganas de que yo también desaparezca de estas dependencias, seguro que las hay, y muchas!
El caso es que aquí, por unos motivos o por otros, de lo que andamos sobrados es de gente que es devorada, aunque sea de forma metafórica, y el descuartizamiento se produzca únicamente en el sentido político.
Una copia de la pintura negra de Goya, en la que se representa a Saturno devorando a su hijo, debería estar colgada en una de las paredes principales de estas dependencias. Lo digo, porque sería toda una alegoría de lo que viene sucediendo aquí desde hace ya años.
No es que quiera comparar a Saturno con la alcaldesa, ¡Dios me libre de semejante atrevimiento!, más que nada porque no querría molestar a las divinidades mitológicas, pero es que lo que aquí pasa me recuerda mucho lo que se representa en ese cuadro.
Uno tras otro: concejales, cargos de confianza, directivos…, ¿y van ya? …, han sucumbido entre las fauces de la todopoderosa edil, y su final se ha producido, bien por cese o por dimisión.
Unos, porque representaban para ella adversarios políticos que podían intentar ensombrecer su poder. Otros porque se resistían a seguir sus caprichos y veleidades, tanto políticas como de gestión. Algunos porque se sintieron psicológicamente incapaces de aguantar los desvaríos. El resto, porque procedían de mandatos anteriores, lo que representaba tener un sello de origen que los invalidaba.
La pintura de la Quinta del Sordo puede tener muchas interpretaciones, algunas casi freudianas. La inseguridad y la consecuente necesidad de autoafirmación. La obsesión por querer afianzarse en el poder. El miedo, que puede llevar, incluso, a la destrucción de lo que se ha creado.
Pero todo esto, como ustedes ya supondrán, excede con mucho a mis capacidades, que son harto limitadas. Es mejor, bien lo aprendí cuando estaba entre los vivos, no hablar mucho de aquello que no se conoce, porque sería como transitar por caminos pantanosos.
Pero, a pesar de ello, si puedo decir que nunca resulta de buen uso, para acallar nuestra conciencia, buscar chivos expiatorios para culparles a ellos de nuestros propios fallos y errores.
Puede ser, eso sí, una salida.
Pero una salida que no suele conducir a ningún sitio.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”