Retrato apócrifo del concejal Vox Ignacio “Lazarillo” Fernández en el que se refleja su manera de pensar respecto a la mujer. Algo propio de alguien en formato Cromañón

Muchas críticas reciben los concejales de Vox Pozuelo para el poco tiempo que llevan en el cargo, aunque bien es sabido que el tiempo es algo relativo y que cuando uno lo pasa bien vuela. A contrario sensu, su torpe y dócil ejercicio concejil se hace ya eterno.
Abordamos temas metafísicos hoy, voy a poner de manifiesto la hipocresía espiritual de su líder Ignacio Fernández Tomás, una faceta más de esta joya “geminiana”, con el sentido que a este signo otorga el zodíaco, no gemológico.
Se declara mariano, es decir de la Virgen María, la lleva en la solapa, en una insignia de pecho, su imagen preside su despacho ahora que la del Caudillo ha pasado de moda y aún es pronto para una con su faz, no es que no le guste la idea, menos ahora que en vez de andar levita con esas ínfulas de emperador romano, es simplemente cuestión de timing.
Cuando sea alcalde, pensará, alimentando una vanidad que, como la de todo necio venido a más, es creciente e infinita.
Asumo que a Nuestra Señora eleva sus plegarias en misa, y que a la suya -matrimonio canónico mediante- deja el constante y retorcido cavilar que requieren las sibilinas intrigas palaciegas que le han convertido en número uno de Vox Pozuelo.
Sus pecados más mundanos los comete día a día y, pese al respeto sacrosanto que siente por la Madre de Dios, los realizaba contra una mujer, su exsecretaria, a la que llamaba “la niña” de manera cariñosa entiendo aunque, con contrato de por medio, referirse a una profesional de esa manera raya lo condescendiente e impropio en un concejal.
Las paredes y pasillos del consistorio tienen oídos, aunque nuestro Ignacio no es discreto ni hace mucho por serlo, es por ellos que sé de todas sus faltas. De sus chistes machistas, burlas y cometarios soeces (no debo pensar que en contra de “la niña”) sobre las mujeres en toda su extensión es bien conocido de todos.
Por si fuera poco, a pesar de ser esa “niña” quien le hacía el trabajo, incluso trató de enseñarle a usar el ordenador e iniciarle en el obtuso mundo informático, la echó con cajas destempladas en plena pandemia, sin justificar su despido ni darle las gracias. El es así.
¿Por qué motivo?
He sabido hace poco que buscaba un perfil más periodístico, por ello ahora cuenta con otra “niña” de dilatada experiencia, con máster y todo, en el mundo de la moda. Tan útil en el Ayuntamiento de Pozuelo como un cajero automático en el desierto del Gobi.
La verdadera razón es que aquella atrevida “niña” ponía en duda su labor, cuestionaba la gestión y, de vez en cuando, decía su opinión. Todo muy normal, sano incluso en los tiempos que corren, pero atrevido para este hombre que aún piensa en formato Cromañón.
El Lazarillo quiere una chica guapa y silenciosa, un rostro bonito que le sirva el café y le suba el caché para que sus amigotes le vean como un galán y no como el gañán que es.
Si esta nueva “niña” tiene dignidad no tardará mucho en dejarlo. Si, por el contrario, está por el salario le advierto que le queda mucho por llorar. Se ha metido sin saberlo en el harén del sultán. Y el título es más por lo que insulta que por nobiliario.
No sé por dónde anda ahora Vox con su política de igualdad, ni la iglesia respecto a la excomunión, pero a las puertas del 2021 la conducta vulgar y retrógrada de Ignacio Fernández Tomás hace un flaco favor al partido y, en especial, a todas las mujeres y “niñas” de Pozuelo.
Como consuelo me queda saber que no contará con mi voto jamás.
El Bardo del Tabardo