Ciudadanos Pozuelo se encuentra en estado catatónico tras el desastre electoral del 10-N en el que han perdido el 56% de su electorado y Damián debería dar una explicación pública

Días tristes vive Ciudadanos en todo el país. Su hecatombe electoral ha dejado al partido sin líder y sin posicionamiento político. Ya no se sabe si están en la derecha como quería Rivera o si tienen que volver al centro como pregona Igea. Los últimos en dimitir, ayer mismo, han sido Villegas y Páramo, que les honra. No serán los últimos, esto es un suma y sigue. Aún faltan peces gordos con muchas razones para irse, como el de Organización, Fran Hervías, todo una lumbrera.
Ya en sus últimas comparecencias públicas, un ahogado Villegas trataba de no quebrar su voz, manteniendo una firmeza impostada. Lo mismo que Arrimadas, Villacís o Aguado, conscientes de los tremendos errores cometidos, pero sin asumir aún, muchos de ellos, las responsabilidades que afectan a todo el Comité Ejecutivo del partido.
Tan solo Marín parece imperturbable. Él a lo suyo. Será la coraza que le proporciona la vicepresidencia de la Junta. Sus apariciones televisivas ofrecen entereza en la valoración de su gestión, pero no engañan a nadie. Son verdades a medias que eluden la autocrítica y la jaula de grillos en que se ha convertido Ciudadanos.
De los que se sabe poco es de Ciudadanos Pozuelo. Aún no ha dado explicaciones públicas del desastre ese personajillo, “Dami” para los amigos, que aspiraba a gobernar el municipio por obra y gracia del denostado Hervías. Es inevitable la crítica abrasiva del pueblo. No puede pretender librarse de la presión de la propia militancia, de sus rivales políticos en el ayuntamiento y de la ciudadanía pozuelera, que ha dictado su sentencia.
Pero “Dami” cuenta con una ventaja: no lo conoce nadie en Pozuelo y pocos son los que piden autocrítica y dimisión. No ha sido mala estrategia desde que fue elegido a dedo por Hervías como cabeza de cartel en las municipales de mayo: se ha dejado llevar por la marca sin asumir protagonismo y, en estas circunstancias tras el 10-N, se está librando de que le culpen por haber perdido casi ocho mil votantes, una pérdida nada menos que del 56%. A ver quién es el guapo que levanta esa losa para volver a los 13.000 votos. Se antoja una misión imposible.
Y qué decir del resto de concejales del grupo municipal. Al portavoz adjunto se le ve corriendo como pollo sin cabeza de aquí para allá, de la plaza Mayor de Pozuelo a la calle Alcalá de Madrid. Ni conoce el municipio ni sabe ejercer de representante político. En lo único que se ha graduado es en atender las órdenes de Zafra.
El tercero en discordia es un concejal venido a menos, que tiene los ojos puestos en la vicealcaldesa de Madrid para ver si se atreve a dar el paso de rivalizar con Arrimadas o, al menos, colocarse con fuerza territorial ante el congreso extraordinario de marzo. Luego está la chica guay, cuyo egoísmo y ambiciones políticas rompieron la unidad de la Agrupación cuando el otrora capo de la Territorial, Juan Rubio, se empeñó en subirla a los altares. Pues no subieron ni Rubio ni ella.
Y, por último, tenemos a una concejala gris, siempre semioculta en las fotos, que no tiene experiencia laboral ni política, pero que se ha hecho con un sustancioso botín de cuatro años a la sopa boba, valorado en casi 200.000 euros.
¡Vaya cuadro para tirar del carro! ¿Y en la Agrupación qué dicen? Nada. Están todos en estado catatónico. Ahora que Bermejo está crecido impartiendo doctrina desde su cuartel de Las Rozas y ven cómo Hervías sobrevive en la cuerda floja, andan todos con el miedo en el cuerpo, como corderitos que van al matadero. A ver qué dicen de Madrid, se oyen bisbiseos.
De momento, el corderito mayor, ese que primero fracasó en abril como número dos al Senado por Madrid y después, el 10-N, como número 13 al Congreso, de lo único que habla es del cocido del domingo en Villanueva de la Cañada. No sé qué van a celebrar, como no sea del previsible entierro del partido.
Juan N. Pozuelo