Reflexiones en torno a la vida privada de nuestros concejales: Conocer una visión precisa sobre su ética nos daría una perspectiva clara sobre su fiabilidad. Pasa en la mayoría de países democráticos

Mientras que en otros países de nuestro entorno la vida privada de los políticos es escrutada hasta el más mínimo detalle, en España somos demasiado opacos en este aspecto. Pero la vida privada de un diputado, un concejal o un cargo público electo de cualquier índole nos puede dar una visión muy precisa sobre su ética, no sobre la moral, que cada cual tiene la suya.
“A nadie debería interesar la vida privada de nadie”, se afirma habitualmente para no entrar en determinados aspectos que a veces son incómodos para algunos candidatos o cargos públicos. Pero pongamos algún ejemplo para ilustrarnos.
Supongamos un candidato que se da golpes de pecho y acude a cumplir con los sacramentos de la Santa Madre Iglesia para hacer gala de su catolicismo. Al mismo tiempo este candidato cumple los preceptos de la Iglesia que le interesan y los que no le interesan los obvia. Uno de esos que Jesús expulsó del templo. ¿Podremos decir de él que es un hipócrita? ¿Qué nivel de confianza nos puede ofrecer su incoherencia calculada?
Si un cargo electo refleja una imagen intachable pero privadamente tiene la debilidad de una ludopatía o una adición a cualquier droga dura o blanda ¿Podrá resistir la pulsión del manejo torticero de fondos públicos, los gestionará con escrupulosa pulcritud?
Otro ejemplo, un concejal o concejala, o cualquier otro cargo público, que estando felizmente casado o casada traiciona los votos del matrimonio manteniendo relaciones sin el conocimiento de su legítima pareja. Engaña. ¿Si alguien es capaz de engañar a los más cercanos no lo será de hacerlo a cualquier desconocido, a quienes le voten?
El derecho a la propia imagen y a la intimidad debería tener un cristal transparente que nos enseñe que tipo de persona se presenta a unas elecciones, o ha sido elegido sin conocer más que sus capacidades técnicas, pero no las éticas. Exigimos a nuestros representantes que se desnude económicamente y nos muestren sus ingresos, gastos e intereses, pero no les exigimos que lo hagan éticamente. En países como los Estados Unidos de América o algunos nórdicos dan más importancia la ética personal que a cualquier otro aspecto de la vida de un político.
La prensa debería tener la libertad de incidir más en los aspectos éticos de los candidatos y no solo en si propone tal o cual cosa. Su capacidad de cumplimiento y su fiabilidad depende de su credibilidad ética.
Juan Pozuelo, ex Ciudadano