“Yo fui amigo de Manuel Alcántara”: Sea éste mi pequeño y atrevido homenaje al maestro (tal vez uno de los grandes poetas en lengua española) y al que tanto quise por tantos buenos ratos (vídeo)
Manuel Alcántara, mi amigo Manolo, se ha ido… Y a mí me consume la pena. Le debo tantas cosas. Hasta me enseñó a amar al boxeo… Y el caso es que ahora mismo estoy como un boxeador tocado, sentado en la esquina, al que su preparador le dice: “¿cómo se llama tu madre…, cómo se llama tu madre?”… “María, María”, contesta el boxeador y, entonces, el preparador le dice: “Sal y sigue peleando que él está peor tú…”. Me lo contó tantas veces…
“Para encontrarme conmigo,
vuelvo a salir a la calle,
calle del tiempo perdido”.
Y me pongo a escribir estas letras en su homenaje, malhaya la hora, un día de Jueves Santo… Y, encima, lloviendo a canales sobre Pozuelo. Pero debo hacerlo. Tengo que cumplir una promesa. Me sería imposible escribir sobre Manuel Alcántara si no fuese porque hice una promesa… A Manolo solo hay que leerlo. Leerlo en voz alta. Pero esa promesa se la hice a otro malagueño universal… A Alejo ‘El Grande’ García… Y debo cumplir aunque solo diga tonterías…
Recuerdo que un día Alejo me dijo: “Anacleto, el día que se vaya Manuel Alcántara escribiré un artículo sobre él de una sola frase: Yo fui amigo de Manuel Alcántara,y que cada uno piense lo que quiera”.
El día que se fue Alejo yo le dije: “No te preocupes, en su día, yo escribiré por ti que fuiste amigo de Manuel Alcántara”.
Lo que pasa es que el pudor me impide terminar aquí el artículo como lo hubiera terminado aquel genio del periodismo…
De Alcántara se ha escrito mucho en estos días. Poco para lo que merecía. Pero yo no me perdonaría nunca irme sin contar por ejemplo que, ahora mismo, los dos deben estar ante Dios pidiéndole explicaciones…
Poniendo en práctica aquella magistral soleá que escribió Manolo viniendo de la India y que se la dedicó a Alejo, precisamente…
“Si otros no buscan a Dios,
yo no tengo más remedio:
me debe una explicación”
Nadie nunca, y digo nunca jamás, dominará la soleá, ese poema imposible de tres versos, solo tres versos, como Manuel Alcántara, pero que encierra un tratado de 1.000 páginas sobre la condición humana…
Y debo seguir escribiendo ahora, además, porque se me agolpan los recuerdos de tantas sentadas con el hombre…
“Sabes una cosa, Anacleto, a mí me gustan más los gatos que los perros… Nunca he visto a un gato policía…”
Era un personaje singular… Único. Alguien de los pocos que dejan huella en la vida…
Manolo no se levantaba antes de las 12. “Las mañanas están hechas para dormir, díselo a todos y que no me llamen”.
Ni le gustaba que le pusieran un trozo de limón en la ginebra con limón. “Recuérdaselo al camarero… Se lo he dicho 20 veces pero se le volverá a olvidar…”
Pero a aquel camarero del bar que había en una de las gasolineras que hay frente a Prado del Rey no se le olvidaba. A Manolo le daba miedo atragantarse con una pepita del trocito de limón…
“Las cañas de azúcar en Salobreña, están tan cerca del mar que se creen cañas de pescar”.
Lo dijo en un programa y a todos los que estábamos allí nos quedamos pasmados… Alejo, incluso, hizo una pausa valorativa… Creo, de verdad, que no sabía qué decir después…
Manolo lo sabía todo, lo había vivido todo… “Mira, te diré una cosa: Yo me muero mañana y este muchacho, aunque viva 110 años, ya no me gana a comer langostinos…”
Y, a continuación, me contaba lo de aquel concejal manco de Cádiz que pelaba los langostinos de Sanlúcar con una mano más deprisa que él con las dos…
Y me hablaba de Manolo Caracol y de Manolito el Pollero, y de Ignacio Ara y de Paulino Uzkudun y de aquel fino estilista al que las mujeres noquearon sin tirarle una sola mano y, lo mejor, me hablaba de toda una generación de escritores increíbles que no se fueron de España… Ay, España…
“Si el cristal no se me rompe,
en el fondo de este vaso,
me encontraré con tu nombre…”
Podía estar contando historias de Manuel Alcántara tres días seguidos… Tres… Y es que fueron muchas tardes primero… Y después muchas mediodías… Al terminar los programas de radio, siempre me decía: “Vamos a echar un ratito, Anacleto”. Y yo iba.
Escribió veinte mil artículos…
Toda la vida…
El día que le dije a don Luis Rosales que yo era amigo de Manuel Alcántara, solo me contestó…
“Cuando termine la muerte,
si dicen: “¡A levantarse!”,
a mí que no me despierten”.
“Manolo, Anacleto, es uno de los más grandes poetas en lengua española…”
Y yo, como Alejo, fui amigo suyo…
El Capitán Possuelo