José Manuel Pérez Ovejas, ese gran enólogo, ya no está en Viña Pedrosa: No se perdona ser brillante ni incluso pidiendo perdón por ello

Un buen vino no es aquel que espera el tiempo matándolo en las barricas sin tener nada que hacer. El buen vino aguarda paciente, y se deja mecer por el tiempo, viviendo silente su añejamiento, ornamentado por las manos expertas y la paciencia del enólogo verdadero, y no del que dice que lo es sin conocer realmente el sabor de la vejez de la sangre del vino.
Daniel Pérez Badillo me presentó a José Manuel Pérez Ovejas hace ya unas cuantas vendimias. La uva se constreñía por el frio y se dejaba cortar para convertirse en algo aún mejor. En aquella vendimia conocí no sólo el olor inconfundible de un vino con clase sino a una persona que le otorgaba todo el poder a Viña Pedrosa. Porque ese vino tenía cuerpo y olor y un alma entregada que le daba una personalidad especial. Aquel vino se dejaba sentir por la boca y el paladar pero también por el viñedo corriendo y recorriendo cada rincón, columpiándose por las cepas ante las palabras expertas de José Manuel. Sí, porque José Manuel Pérez Ovejas ha sido el alma de esa bodega.
A su generosidad se le aunaba la experiencia del verbo fácil, honesto, sabio. Por eso, en cada una de sus palabras su vino crecía y crecía y se hacía joven y adulto y se dejaba tomar, y entraba tan fácil como esa dicción que le adorna a mi querido José Manuel. Por eso el vino confiaba en este hombre de fácil verbo que iba con el pasaporte de la humildad.
Y ese vino se hizo mayor, tan mayor que alcanzó los paladares más exquisitos de los cinco continentes gracias a la labor y al trabajo sin descanso de José Manuel, recorriendo altitudes y latitudes como si no hubiera un fin, como si aquel vino naciera ante la mirada honesta que no tiene dobleces ni medias tintas como la de José Manuel.
Me entero con estupor que José Manuel Pérez Ovejas ya no está en Viña Pedrosa; que se vio forzado a colgar los hábitos de lo mejor que sabe hacer que es contarle al mundo lo que representa un vino de verdad. A José Manuel ya no le dejan seguir con su honesta sabiduría en los viñedos; probablemente porque goleaba como nadie y eso en la España cainita no se perdona. No se perdona ser brillante ni incluso pidiendo perdón por ello
La estulticia es mala consejera pero si va vestida de mediocridad, es mucho peor.
Alberto Peláez