España es el país más saludable del mundo pero ¿cuánto nos durará esa envidiable posición con una de las tasas de natalidad más baja del mundo también? Un artículo del doctor Juan José Granizo
Hace unos días, los medios de comunicación nos informaban de que somos el país más saludable del mundo, según el índice Bloomberg Healthiest Country.
Bloomberg es una gran compañía que presta servicios de información y asesoramiento económico a escala global que elabora “rankings” sobre gran variedad de temas, entre ellos este tan abstracto de la salud.
Para ello se basa en una serie de indicadores disponibles en la mayoría de los países y aunque sus resultados son discutibles dan una referencia, quizás poco práctica, del estado de las cosas.
Hay dos motivos para que una empresa especializada en economía valore la salud de todo un país: la enfermedad tiene un innegable impacto en la riqueza de las naciones y los cuidados de la salud, es decir, el gasto sanitario, tienen un gran peso en las cuentas públicas y privadas.
Las últimas epidemias que hemos padecido, desde el Ébola al Coronavirus y pasando por el Síndrome Respiratoria Agudo Severo han devastado las economías de los países que las han padecido.
En los países desarrollados como el nuestro, el gasto sanitario es uno de las partidas más abultadas del presupuesto, con un crecimiento imparable. El dinero que se gasta en sanidad no se invierte en Educación ni en infraestructuras. Seguramente es un gasto necesario, pero objetivamente lastra las economías y resta competitividad al conjunto de la nación.
El dato aportado por Bloomberg es indudablemente bueno para España aunque si hubiéramos modificado alguna de las variables empleada por este índice el resultado podría haber sido un poco peor. Al fin y al cabo se trata de inferir el estado de salud de todos los españoles en función de unos pocos datos poblacionales.
Si empleáramos el consumo de antibióticos per cápita o la incidencia de bacterias resistentes a los antibióticos los resultados habrían sido peores.
De cualquier manera, que somos un país recomendable para vivir ya lo sabíamos de antemano por que la esperanza de vida en España es una de las mayores del mundo y ese es un dato objetivo y contrastable.
Esta es la cara de este resultado. Pero hay una cruz.
Una gran esperanza de vida significa muchos ancianos, que son los principales demandantes de cuidados sanitarios y sociales.
Pero lo que no Bloomberg no cuenta, aunque esto también lo sabemos, es que España es una de las naciones con la tasa de natalidad más baja del mundo.
Muy pocos niños y muchos ancianos.
El resultado a medio plazo, será un país envejecido, con un gasto sanitario astronómico que tendrá que ser financiado por una cantidad decreciente de jóvenes activos laboralmente.
No suena nada bien.
Para que se hagan una idea de la magnitud del problema les pongo un ejemplo: a día de hoy (escribo estas líneas el miércoles 27 de febrero) de las 110 camas de uso general de mi hospital, el 60% están ocupadas por pacientes de 70 o más años y el 41 % por pacientes de 80 o más años.
Pero solo el 6 % de los españoles tienen 80 o más años.
Y esto es así en el hospital de una populosa ciudad del sur de Madrid, con una población relativamente joven. Imaginen lo que debe ser en Castilla y León, Galicia o Asturias que son las regiones más envejecidas.
Está muy bien ser los más saludables del mundo. Pero con estos números encima de la mesa, vamos a ver cuánto nos dura esa envidiable posición.
Nuestra baja natalidad lleva a España a un “suicidio demográfico”.
Cuando empecé mi formación como médico especialista en Salud Pública, en 1993, éste era ya un asunto trillado y mis profesores (todos ellos militantes o muy cercanos al socialismo) lo contaban con toda la crudeza.
Sin embargo, este tema parece que es tabú en nuestra sociedad y también en nuestros políticos, que mirando al corto plazo, prefieren no meterse en algo que no les va a proporcionar votos y que es uno de los más graves problemas estructurales de España, un problema que amenaza a las pensiones, el gasto social y el sanitario.
¿Hay un problema más importante?
Seguramente no. Soluciones hay y no pasan por la eutanasia activa como Holanda está empezando a aplicar, ni por aplicar sólo políticas de prevención y envejecimiento activo, que son muy necesarias, por supuesto.
Ya vamos tarde para solucionar este gravísimo problema porque la generación del “boom” demográfico de los sesenta, que es ya cincuentona, ha dejado un escaso relevo generacional.
En este momento, no hay política social más importante que recuperar una tasa de natalidad aceptable. Las medidas son complejas y algunas ya se han tomado (permisos de maternidad, por ejemplo), pero un problema tan grande requiere de algo más que unas pocas soluciones.
Y lo primero es que políticos y sociedad se den cuenta de que tenemos un gravísimo problema que tenemos que resolver y que esta cuestión entre de lleno en el debate público y también, es necesario, en los programas electorales.
Juan J. Granizo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública