La sentencia del caso Gürtel no solo debe afectar al Gobierno de la nación, también tendrían que asumir responsabilidades políticas los gobiernos municipales de Pozuelo y Majadahonda
Ayer soñé con dos dimisiones de alcance: la de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno y la de Susana Pérez Quislant como Alcaldesa de Pozuelo. Ambos lo hacían después del tremendo impacto que ha tenido la sentencia del caso Gürtel en la ciudadanía española.
El primero la presentaba en el Pleno de la Moción de Censura que se celebrará el próximo jueves en el Congreso de los Diputados. La segunda la daba a conocer en una triste nota de prensa el día siguiente a la dimisión de Rajoy.
Los dos lo hacían por la vergüenza de sentirse deslegitimados por los terribles casos de corrupción que están sacudiendo a su partido y que están colocando a nuestro país en los primeros puestos del ranking mundial de corrupción.
Rajoy lo hacía además porque no podía seguir prolongando una legislatura muerta debido a la parálisis de un gobierno en minoría. Nuestra Alcaldesa lo hacía porque era incapaz de soportar la presión de verse en un cargo por el que no había sido elegida, sucesora de un alcalde anterior condenado a 14 años y 4 meses por corrupción.
Desde el estrado del Pleno, el Presidente del Gobierno lo hacía altivamente, aludiendo a los logros conseguidos, según él, por su gobierno. La Quislant por su parte, adornaba la nota de prensa aludiendo a la deuda cero, la congelación de impuestos y el saneamiento de las cuentas del Ayuntamiento.
Ambos mostraban un perfil político agotado, como de otra época, repitiendo unos argumentos cansinos que, no por haber sido repetidos hasta la saciedad en sus numerosas intervenciones, convencen a nadie.
Antes de acabar el sueño, creyendo que me despertaría con la cruda realidad de comprobar que el sueño había sido solo eso, un sueño intrascendente, me sobresalté con otra dimisión: la de Isabel Pita como Concejal de Hacienda. Y lo hacía como tratando de pedir perdón a los contribuyentes por la condena de 11 meses del exconcejal de Hacienda del gobierno Sepúlveda, Roberto Fernández.
Pero es que la cosa no acababa ahí: todo el gobierno municipal de Pozuelo dimitía siguiendo instrucciones del PP Regional, al igual que lo hacia el de Majadahonda por la vergüenza de haber sometido a estos dos municipios a un escarnio público tan dañino y duradero del que costará desprenderse.
Estaba feliz. No deseaba que el sueño acabara. Me sentía en la gloria. De un plumazo, nuestro gobierno municipal había dejado de existir. Ese gobierno altanero y presuntuoso, instalado en la inacción desde el minuto uno de la legislatura. No me lo podía creer.
Y entonces caí en la cuenta de los concejales de la oposición que se disponían a coger el bastón de mando. Quise despertar de inmediato. El dulce sueño se había convertido en una pesadilla.
El Soñador