Si el asesinato de un niño no es capaz de enseñarnos virtudes y bondades… ¿qué podremos esperar? Casi nada. Haznos un sitio en tu cielo, Gabriel. Iremos a buscarte
Los tristes acontecimientos que rodearon toda la tragedia de Gabriel, nos han vuelto a recordar, una vez más, que lo mejor de nuestra sociedad son las personas anónimas con sus constantes lecciones de vida.
Me pregunto, como padre, qué podría hacer o decir ante situación tal, ante una de las leyes “anti-natura” más ajenas al entendimiento humano, máxime cuando a la tragedia de la pérdida se une la cobardía del vil asesinato por quien tendría que cuidarte y protegerte.
Y, ante la respuesta ejemplar de sus padres, destacando las bondades de tantas voces anónimas de apoyo“ apartándose de la procura del odio y la venganza y, profesional, de las fuerzas del orden, apareció ¡cómo no!, la cerril y desvergonzada actuación de la mayoría de los medios en busca de la miseria y de la ruindad, acompañados de los políticos, tratando de sacar tajada y haciendo cierto, nuevamente, el aserto de que por el voto… todo vale, aunque de justicia es decirlo, algunos supieron anteponer su ética personal, a la estética electoral.
Coincidente en el tiempo fueron las declaraciones de tantos personajes, dizque públicos, que parecen sacados de cualquier cuento de brujas, descripción utilizada para nombrar, no solo a la asesina confesa, sino a todos los que queriendo pescar en popularidad, entremezclaron un asesinato atroz con proclamas relacionadas contra la democracia “capitalista” frente a otras opciones de gobierno que hacen que las personas se conviertan en seguidistas de la nueva casta que nos ha de salvar de todos los males y en un mundo ilusorio y gracias al conocimiento de estos nuevos líderes…todos libres, pero esclavos.
Pónganle, cada uno de los lectores, nombre y apellidos a los especímenes arriba indicados, incluso ADN, que no “genes”, y coincidirán conmigo que si situaciones así, no son capaces de enseñarnos virtudes y bondades…¿qué podremos esperar?
Lo poco que nos queda esperar es que Gabriel nos abra su cielo y, con su ejemplo, seamos capaces de poner concordia y sentido común, escapando del buenismo y, por una vez, seamos capaces, siguiendo su senda, de pececito a pececito trazar una línea en dónde las personas sigamos caminando y el mal se refugie para siempre en las mazmorras de la ley; de todo el peso de la ley.
Será la mejor forma de recordar a Gabriel y a todos los pececitos que su figura representa.
A. Nogueiro