Esta es la crónica, escrita a mi manera, de lo que sucedió en el Funeral de Diana Quer la semana pasada en la Iglesia de Caná de Pozuelo. Y en la que cuento la presencia de Quislant y la ausencia de ERE

Era imposible aparcar. Estaba todo lleno de coches. Al final, Sebastián nos dejó en la Puerta de la Iglesia de Caná y se marchó a buscar sitio. Menos mal que faltaban veinte minutos para que empezara el funeral.
De repente, mi prima me dio un codazo: “Casi toda la Corporación….” ¡Qué gran honor! Y nos sonreímos. Creo que las dos pensamos lo mismo. Luis, mi marido, de forma inusual habló: “Hay políticos que no tienen vergüenza. Ninguna. Y este PP no tiene vergüenza ni la conoce”.
María venía de camino con Manolo. Todos nos sentimos entristecidos por la noticia del asesinato de Diana Quer. Un cliente mío, amigo de la familia, estaba indignado con la actitud de la Alcaldesa. Parece ser que alguien propuso hacerle un homenaje y ella se negó.
Pero, ¿dónde estaba la Alcaldesa de Pozuelo?
La gente fue entrando. Nosotras, nerviosas, porque Sebastián no llegaba. Ahí estaban los padres de Diana y su hermana. Cuánto dolor. Y que haya políticos de este país que no entiendan la prisión permanente revisable para asesinos como el de Diana. Por un segundo cerré los ojos y pedí a Dios por esta familia. Se me llenaron los ojos de lágrimas. La madre estaba guapísima. Se notaba aturdida. Rota de dolor. Pero agradecida por el cariño de la gente. El padre, un bloque de hielo a punto de deshacerse. Me gustó verles juntos. Agarrados. Algo que les unió hace años. Hoy lo había vuelta a hacer. Por el dolor. La pérdida y el amor.
Por fin llegó Sebastián. Con Manolo y María. De pronto, revuelo. Cristina Cifuentes. Guapísima. De negro. Los ojos vidriosos. Con una sonrisa de tristeza. Paloma Adrados al lado. Elegante. Seria. Y… Susana Pérez al lado de Cifuentes. La Alcaldesa que llegó a ese puesto gracias a Adrados, la hizo el vacío. Y con la mirada empezó a dar instrucciones a un surfero nervioso y hasta el gorro. Y también a un tal Luis. Un tipo que, según me contaron antes bebía los cientos por Adrados y ahora rinde pleitesía a Susana y Enrique por partes iguales. ¡Cuánto nivel, Maribel!
La alfombra roja. Todo estaba preparado. Era su gran momento. Una gran sonrisa embriagaba a la insensible Alcaldesa impuesta. Era su gran momento. Y yo miraba triste a Luis. ¡Qué pena! Y Cifuentes a su lado. No pude ver mucho más. El Capi me contó que Susana dio instrucciones expresas para separar a Adrados de Cifuentes. Ella quería la foto con la presidenta. Parecía que Diana le importaba un carajo.
Don Jesús nos hizo pasar al fondo de la Iglesia. Una foto de la joven Quer presidía el altar.
Y empezó el funeral en memoria de Diana. Podía observar a la familia. El padre, en un momento, en una de las lecturas, casi se derrumba. Su ex mujer le miró con cariño. La hija de ambos los separaba. La hermana de Diana. Pero, como le dije a Luis, creo que el miércoles, los padres de Diana estuvieron más cerca el uno del otro que nunca.
Luis, mi marido, me cambió el sitio. No lo entendí. Hasta que pude ver que tenía a tiro de piedra a la Alcaldesa y mi Cristina. Muchos concejales. Familiares de otras jóvenes desaparecidas. Y los padres y hermana de Diana.
Me enteré allí que Diana tuvo otra hermana que falleció. Luego investigué. Ella fue la superviviente de un embarazo múltiple. Sobrevivió. Y Carolina, su hermana, no pudo. Ahora descansan juntas.
Y un hipido me hizo girar la cabeza y mirar hacia la bancada institucional.
Susana Pérez Quislant lloraba desconsoladamente. Sin fin. Cifuentes no sabía cómo reaccionar. Los codazos entre los concejales se hicieron sin ningún rubor. “¿Cómo puede ser tan falsa y llorar?”, seguro que dijo alguno de sus cómplices concejales del PP. O bien podrían haber imaginado que forzó el llanto recordando alguna tragedia familiar cercana y así parece más humana. Seguro que Almudena lo consideró un acto político de primera. “¡Qué inteligente es la tía!”, dijo mi prima Paqui.
Y claro entre Almudena y mis pensamientos, me puse a buscar a Enrique Ruiz Escudero. ¿Estará aquí? Y en mi búsqueda me tropecé con alguna cara conocida. Mi compañera Yolanda Estrada y su amiga África Sánchez. Vi a Asunción Mateos a lo lejos. Arancha de Benito. El portavoz de Ciudadanos en la Asamblea, Ignacio Aguado. (Es guapo, pensé. Pero no respeta las normas básicas de un funeral. ¡Así, sin corbata, no se puede venir!). También vi al ex Director de la Guardia Civil. Vecino de Pozuelo. Arsenio Fernández de Mesa y señora. ¡Qué porte tiene este hombre! Y su mujer… un diez. Delante estaba Paloma Adrados y unos señores que no conocía.
No vi entre los miembros de la corporación ni a Gerardo ni a Pablo Gil. Raro. Yo, al menos, no les vi. Tampoco vi a Félix. Pero, si él no fue, seguro que tendría algún motivo razonable.
Pero no encontré al presidente del PP de Pozuelo, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid y convecino de Diana. Enrique no estuvo.
Luego me contaron que había partido. Y que él no se pierde ni uno. Pase lo que pase. El Wanda es el Wanda. Y los contactos, los contactos. Total. Al funeral ya fue Cifuentes y Quislant. ¿Para qué perderse su evento deportivo preferido?
Si me pinchan, no me sacan ni una gota de sangre. Nunca pensé que Ruiz Escudero pudiera ser tan insensible. Importarle todo tan poco. Alguien me lo describió así. Nunca le di crédito. Siempre pensé que es un egoísta pero que le gustaba quedar bien con todos. Pues, me equivoqué. Sigue pensando que tendrá todo lo que quiere. Haga lo que haga. Le lleva saliendo bien 11 años.
Y llegó el momento del pésame. Luis me sacó de la Iglesia. Y cuando me di cuenta, tenía delante a las tres amigas concejalas defensoras de la Quislant. Almudena Ruiz Escudero. Juana Beatriz Pérez Abraham y Mónica García Molina.
Ralenticé el paso. Lo reconozco. Me pudo la curiosidad. Las tres marías a las que les faltaba ir cogidas del brazo las unas de las otras. No paraban de rajar. Agudicé el oído. Todo interesante. Pero. De repente, se pararon en las escaleras. Casi me tropiezo con ellas. Menudo momentazo. Y miré hacia donde ellas miraban y cotilleaban. Una periodista y una cámara estaban recogiendo unas declaraciones de Yolanda Estrada. ¿Por qué a ella y no a nosotras? Lo pensaron seguro.
Solo os voy a contar que Quislant agarró del brazo a Cristina Cifuentes. Era su momento. Todas las cámaras la apuntaban a ella. Y la presidenta iba a su lado, sin Paloma Adrados. Consiguió su objetivo. Su único objetivo. La foto. Luego se esfumó. Marchó. Ya nada le importaba.
Nosotros fuimos hacia la Avenida de Europa. Y escuchamos a mucha gente hablar. Dos matrimonios se estaban tomando un vino. Y una de las señoras decía que si le hubiera pasado eso a su hija, mataría al asesino. Y que luego ella iría encantada a la cárcel. Su marido le respondió con un gesto de silencio. Era demasiado sincero el comentario de la mujer. Y empezaron a hablar de la Prisión permanente revisable.
Paqui nos comentó que Ciudadanos se ha abstenido en la votación y que gracias a esa abstención, se va a derogar.
Es verdad que muchos estamos muy cabreados con el PP. Sobre todo con el PP de Pozuelo. Pero he de reconocer que es el único partido que está defendiendo esta pena. El de Pozuelo, no. Aunque ya les habrán mandado la moción desde Génova para que la defiendan en el próximo pleno. ¡Menudo lío!
Enrique, ¿dónde estás?
Con este PP, el de Enrique, Susana y Adrados, no voy ni a la esquina.
Sira Q.