Cuando éramos una familia de empleados municipales, trabajábamos por Pozuelo. Ahora ya solo esperamos que alguien venga y se lleve a estos malos políticos. Un artículo de Gary García

Dado que últimamente he visto artículos relacionados con los funcionarios, las madres especialmente, ¿qué sería de nosotros sin nuestras madres? Se me ha ocurrido escribir al Correo de Pozuelo a ver si me lo publican. Creo que lo que voy a decir es interesante, sobre todo porque me sale del corazón (la verdad es que es la primera vez que lo hago).
Había una vez un Ayuntamiento en el que los empleados municipales éramos felices. Todos teníamos una relación fluida, se bromeaba por los pasillos, se hablaba de futbol, nos queríamos, así es como lo siento. Estoy hablando de hace algunos años, antes de que vinieran los “forasteros” de Madrid, qué felices éramos. Pero no porque no se trabajase, se trabajaba más que ahora porque “el trabajo más productivo es el que sale de una persona contenta” (así rezaba un cartel en el despacho de una compañera que se tuvo que ir porque “ya no aguantaba más”.
Es evidente que éste es uno de los efectos que han conseguido, dividirnos. Actualmente la plantilla se divide en aquellos que les hacen el juego al poder y aquellos apestados que no están dispuestos a colaborar con lo que va en contra de su honestidad profesional (quizá les suene de algo a los políticos que lo lean, aunque dudo que signifique mucho para ellos o ellas).
Lo recuerdo con añoranza porque éramos felices y trabajábamos a gusto por nuestro pueblo, como funcionarios que somos, nuestra obligación, ni más ni menos. Pero ahora vamos a trabajar sin gana alguna, se han cargado el buen ambiente de trabajo, qué tiempos aquellos (hasta había cesta de Navidad y a algunos trabajadores les venía muy bien, porque siempre andan a la cuarta pregunta). Pero a la alcaldesa de ahora todo esto no le importa, solo le importan “sus votantes”, aunque me da la impresión de que el PP está acabando con la “gallina de los huevos de oro”.
Quizá algún día venga alguien que no te hable por encima del hombro y que sea capaz de hablar con los empleados de tú a tú, y podamos trabajar a gusto por nuestro pueblo, ya sé, soñar no cuesta dinero, pero, ojalá sea así.
Gary García