Messi es el ‘puto amo’ del Barcelona, dentro y fuera del campo, y, ay del Barça, como la independencia catalana le obligue a irse…

Cuando Pep Guardiola era entrenador del Barça acuñó la frase el «Puto amo” para referirse al entonces entrenador del Madrid José Mouriño. Yo, hoy, lo utilizo para referirme a Leo Messi como el puto amo en el Barça y en la selección de Argentina, a la que ha clasificado para el mundial de Rusia.
Messi aún sigue sin haber renovado su contrato oficialmente. Chico listo. Esperará a ver en qué termina la locura de Puigdemont. Y no ha estampado su firma por mucho que diga el presidente del club que todo está arreglado, porque en el Barça se hace lo que Messi dice.
En el vestuario azulgrana, el jugador argentino tomó la decisión de jugar el partido con Las Palmas, lo que provocó la dimisión del directivo Carles Vilarrubí, partidario de no jugar, decisión que ha dejado al Presidente Bartomeu al pie de los caballos. Habrá consecuencias a medio plazo.
Por lo pronto, después de una década de supremacía, el Barça ahora no es cabeza de serie en Europa y algunos de sus pretendidos fichajes han sido un fracaso.
Y en el terreno de juego, el sábado, en el Wanda Metropolitano, vimos a un Messi magistral aunque más lejos del área rival frente al muro atlético, lo cual no impidió sus galopadas con el balón pegado al pie y dominar el partido.
Y eso que venía de jugar con su selección para estar en el mundial de Moscú. ¿Desgaste físico?… más bien mental por lo que se jugaban. Aunque ni eso. Estuvo pletórico.
Un partido del sábado, dicho sea de paso, en el que Piqué tuvo que aguantar una pitada más y vimos a los dos mejores porteros del mundo. Tanto Oblak como Ter Stegen, realizaron paradas que eran goles cantados.
También vimos una gran exhibición de españolidad con la bandera nacional poblando las gradas del Metropolitano en un partido con ausencia total de incidentes.
La Liga es muy larga y no será ni la última demostración de Messi, ni la última pitada a Piqué, ni las últimas paradas de Oblak y Steguen y, por supuesto, el último testimonio de españolidad.
José Antonio Rosa