Vergüenza de vivir en la urbanización La Solana. Un artículo-denuncia de una vecina que se hace llamar ‘Antigua Pozuelera’

Aquí estamos, nos hacemos con un chalecito en Pozuelo, vamos a misa a Caná (que para eso nos queda al lado y comulgamos 100% con su idea de religiosidad) y se nos pone la cara de suficiencia de aquellos que se creen superiores y favorecidos. Menudo error, y no sólo por lo detestable de esta actitud, sino porque muchos de estos personajes -mis vecinos de urbanización- no son capaces de obrar y comportarse a la misma altura de las ínfulas que se dan.
Empecemos por lo evidente. Resulta que hemos cambiado las sillas de la piscina en la comunidad ¿Sabéis qué hemos hecho con las viejas? Pues dejarlas abandonadas al lado de la puerta trasera de la urbanización. Ahí llevan tiradas durante días. Días que se convertirán en semanas pues a pesar de que están al lado del lugar donde se deja la basura, ningún basurero se dignará a recogerlas (puede que no sea su trabajo), ni a avisar de que están ahí al servicio encargado de recoger los enseres (esto ya es más plausible ¿No hay brigadas de limpieza que se preocupan de estos temas?)
Si nadie hace nada, poco a poco nuestras sillas pasarán a formar parte del paisaje urbano junto a un elemento de señalización de obras de plástico rojo que lleva años abandonado a escasos metros de la entrada de nuestro garaje, y que por desidia, nadie jamás recogió. Como mierda llama a mierda, los espléndidos vecinos de La Solana hemos aprovechado también para tirar una gigantesca barra de cortina ¡Fantástico!
Me gustaría pensar que igual los vecinos de La Solana nos estamos volviendo unos animales. He llegado a pensarlo por los gritos que proferimos instalando pantallas gigantes para eventos deportivos y por cómo vociferamos al estilo de los chimpancés del zoo de la Casa de Campo, pero no es así, pues a los animales les reservamos un trato mucho peor…
Resulta que en La Solana pertenecemos a ese tipo de personas que compran (por supuesto, no adoptamos) un cachorrito por navidad. El primer día lo sacan a pasear los niños, el segundo la chica que nos limpia la casa y al tercero nadie, porque es aburrido. Pasan los años y acabamos teniendo un pastor alemán, al que no hemos educado, condenado a una vida de sufrimiento porque “no nos hacemos con él”.
El perro expresa su dolor aullando a cualquier hora: 6.50 AM, 4:00 AM, 18:00 PM… cualquiera en la que sus dueños se empeñen en sacarlo al jardín a saber de qué manera y modos. Mucha tela para una ciudad como Pozuelo en la que su alcaldesa manda cartas abrazada a un perro con leyendas como: “Por eso, si les reconocemos como nuestros amigos más fieles, no podemos dejar que nadie piense que los dejamos por los suelos cuando hacen sus necesidades y no las recogemos.”.
Si nos preocupan las “caquitas” en el Ayuntamiento, más deberían de preocupar algo tan grave y que quizá encaje en el artículo 337 del Código Penal. Desde luego que los aullidos y los lloros del animal se escuchan a la perfección en la zona comprendida entre el Colegio Las Acacias y la Avenida de Europa, incluso seguro que se oyen en la casa de algún concejal que vive por la zona… pero en este ayuntamiento sólo importa la fotito e intentar progresar en el partido, y ese mal se extiende a todo lo que abarca el ayuntamiento, ya sea la rama de limpieza o la de seguridad…
Lo dicho, una vergüenza vivir en la urbanización La Solana, y por extensión en un Pozuelo de Alarcón que no es lo que era.
Antigua Pozuelera