Siete de Pozuelo por Burgos (II)
El paseo del Espolón hasta la estatua de El Cid frente al puente que cruza el río Arlanzón, la Plaza Mayor que entusiasma y de un trazado poligonal donde los haya, la calle de San Lorenzo donde nos hicimos con un primer refrigerio en unos pinchos y unos precios, que ya me río yo de los de San Sebastián, un “marianito” y un platito de morcilla, o unas patatas bravas por esas callejuelas cercanas a la plaza de San Fernando, son para volver, sin duda. Y a comer algo de cordero, que la tierra lo tiene fabuloso. Otros en cambio, se decidieron por el pescado castellano de siempre, el bacalao. Y todo muy rico. Casa Ojeda tiene reconocida fama mundial, o La Posada cercano al Teatro Principal, incluso acercarnos hasta Landa y su hotel, en la encantadora Torre en piedra blanca con su piscina, abierta todo el año, calentada mediante leña, todo un lujazo.
Antes de la visita a la catedral pasamos por el Arco de Santa María y comprobamos todo el mensaje simbólico que tiene. Con un trazado goticista que vemos en sus torreones, aparecen varios personajes relevantes de Burgos como el conde Diego Porcelos, que fundó la ciudad, el Cid Campeador, nombre que le dieron los musulmanes “sidi” o señor, y de ahí derivó en sid y en cid, los primeros jueces de Castilla y situado en un podio Carlos I de España Emperador, que es quien mandó erigir la obra. Sobre él un ángel, posiblemente San Miguel arcángel, que es el de las luchas y culminando la Virgen como intercesora de todo ante Dios todopoderoso. Así pues, una lectura del arco nos dice que nuestro rey continúa, reconoce y hace suya la buena labor de los nobles anteriores, amparado y protegido por el arcángel y con María de intercesora ante Dios todopoderoso. Todo un mensaje para cualquiera que llegase a la ciudad.
Arco de Santa María, acceso desde el Paseo del Espolón a la Plaza de San Fernando y la catedral.
Pasado el umbral del arco, la plaza de San Fernando, el tercero y santo, deja ver la magnificencia del edificio. La catedral es tan impresionante, que te das cuenta lo pequeño que es uno. La inicia el obispo Mauricio, que no es el que está en el parteluz de la puerta como siempre se ha comentado, muy pocos años después de la boda de Fernando III con Beatriz de Suabia, a quien el obispo había ido a buscar. Accedemos por la puerta del Sarmental, en el brazo sur del transepto que nos presenta un Juicio Final en período gótico, pues las esculturas ya se alejan de la pared y están en alto relieve dotadas de mayor movimiento, dulzura y expresividad, pero que aún presentan bastantes detalles de tradición románica como el Cristo Pantocrátor, de mayor tamaño que el resto de personajes que se adaptan al marco arquitectónico, bendiciendo, con el libro en la mano derecha y vestido por completo alejándose del Varón de Dolores que nos ofreció Mateo en el Pórtico de la Gloria sesenta años antes. Las arquivoltas poseen ángeles, serafines y los famosos 24 Ancianos del Apocalipsis que siempre acompañan esta escena. Así mismo, en dos registros, en las jambas laterales, se identifican a personajes del Antiguo y Nuevo Testamento y el inferior no presenta ninguna escultura.
Ya en el interior, la grandeza de la fábrica es para pasar allí el día entero. Capillas, el coro, el rosetón de la fachada oeste y sur, el retablo, la tumba de El Cid dentro del crucero, con ese cimborrio rehecho en el siglo XVI que es de una finísima labor, la genial capilla de los Condestables con su bóveda calada de tradición que recogemos del norte de Europa, la girola, los claustros…y el Papamoscas que nos indica las horas que llevamos allí dentro sin que nos hayamos dado cuenta que el tiempo pasa. Aunque la catedral nos ofrece muchas capillas y rincones preciosos, vamos a detenernos brevemente en algunas empezando por la Capilla de la Consolación, ya que es la primer importante siguiendo el recorrido que nos marcan. Al entrar nos llama la atención la delicada cúpula calada de tradición norte europea, que apea sobre cuatro trompas de venera con las representaciones de los evangelistas y su animal que les define, que es un anticipo de la que veremos ampliada y mejorada, si cabe , en la capilla de los Condestables. El resto muestra una decoración ya renacentista con la sepultura del obispo Gonzalo de Lerma en el centro y realizado en alabastro con detalles de orfebrería y en una de las paredes laterales, el también sepulcro de “Jacobus de Bilvao” bajo una representación de La Piedad, Santo Domingo y sus gallinas y San Juan Bautista y su cordero.
Cruzamos las naves por el trascoro, que siguiendo esta tradición castellana se sitúa en el centro de la nave principal, no dejando ver la grandiosidad de la obra, pero que, en cambio, permite en cualquier momento observar al papamoscas como nos ofrece las horas mientras su boca se abre, aunque, en esta ciudad bastante fresca, no sé bien de dónde se sacaron esta leyenda de las moscas. La Capilla de Santa Tecla está para el culto diario y no se accede a ella salvo desde el exterior, pero unas cristaleras nos permiten ver esta profusión del barroco tan espectacular y este horror vacui que los escultores o pintores tienen en este período. Los puttis o angelitos, los dorados, el tono azul que destaca en las bóvedas o las columnas salomónicas del retablo, son detalles que nos hacen abrir los ojos para no perder detalle.
La Capilla de Santa Ana abre otro espacio para entretener nuestra mirada en muchos puntos de gran interés, pero sobre todo en el retablo dorado con fondo azul de estilo gótico en el que presenta un Árbol de Jessé sobre una predela que en el motivo central, presenta a Cristo resucitado y cuatro ángeles que le separan de las Marías, nimbadas en dorado, y aquí en número de cuatro, posiblemente para centralizar mejor la escena. A la derecha de Cristo resucitado se ve claramente a María con su manto azul. Del cuerpo de Jessé dormido surge un árbol que representa la genealogía de Jesús, de la casa de Judá. La escena más llamativa es la situada en el centro y presenta a los padres de María, san Joaquín y santa Ana en el momento del abrazo que representa la Inmaculada Concepción de María, en la Puerta Dorada de Jerusalén, ya que al volver Joaquín de su retiro en el desierto, Ana se queda embarazada por gracia de Dios y otro tanto hará María con su hijo Jesucristo. En este punto, hago una mención a Giotto y la representación que hace en la Capilla Scrovegni de Padua, permitiéndose el exceso maravilloso de presentar a ambos besándose, en un ingenio digno de un maestro. Corona el retablo una María Deípara, como Trono de Dios bastante rigurosa y flanqueándola, las personificaciones de la Iglesia y la Sinagoga, esta última con los ojos tapados representando la ceguera de la religión judía que no es capaz de ver a Cristo Redentor y no sabe reconocer el camino verdadero.
Por último, la Capilla de los Condestables de Castilla, doña Mencia de Mendoza y don Pedro Fernández de Velasco, ¡vaya apellidos!, que fueron quienes la reformaron y dieron la terminación que hoy vemos. Simón de Colonia, que también estará en la Cartuja de Miraflores y en San Juan de los Reyes en Toledo, realiza la obra y esa bóveda de estrella calada tan espectacular. Arcos ojivales conopiales y festoneados, ventanales que dejan pasar buena iluminación, dos trompas necesarias que dan al muro exterior, escudos y blasones, retablo con escenas de la Pasión, escaleras en damero blanco y negro y en el centro, un sepulcro en mármol en el que se encuentran los esposos que al mirarlo, desde la parte superior de las escaleras, contemplas la filigrana de su labra. Arcosolios, esculturas bajo doseletes, balaustradas platerescas, una maravillosa obra en pintura flamenca, en fin todo un torrente de sensaciones en esta capilla de los Condestables de Castilla, personaje poderosísimo en su época ya que era, para entendernos, el conde de los establos, de ahí, condestable, esto es la más alta jerarquía militar, solo debajo del rey.
De la Escalera Dorada solo caben elogios para Diego de Siloé. Realizada para salvar el desnivel entre la puerta de la Coronería, interesante pero de menor factura estilística que la puerta sur, y el suelo de la catedral. Para este fin, se derriba la escalera existente y se realiza esta obra de arte en estilo renacentista y con un gran alarde de atrevimiento, y que servirá a posteriores artistas, entre ellos y posiblemente a Miguel Ángel, como ejemplo para su escalera Laurenciana. Se inicia con un tramo en el que los primeros escalones rematan redondeados, hoy bastante común, pero entonces insólito y con laterales en piedra decorado con grutescos y volutas para abrir en dos tramos contrapuestos que finalizan en la parte superior de un arcosolio central, donde sobresale una cornisa que sirve de base para un balcón en cuyo frente aparecen dos tondos con bustos de personas. Salvo el primer tramo, la barandilla o balaustrada, presenta tonos negros, dorados uniformes y simétricos y los frentes de las paredes, decorados profundamente estilo renacimiento al igual que los otros dos arcosolios que se sitúan en el cambio del tiro de la escalera. Todo un ejemplo de la armonía que resalta el estilo renacentista que los Mendoza habían traído a España, pues ellos fueron los primeros en promover obras al modo antiguo, que así se llamaba al modelo romano, y en Burgos una de las primeras edificaciones en este estilo, aunque con evidentes reminiscencias góticas, será la Casa del Cordón.
Observamos los paneles situados en la girola detrás del altar en el que representa la Pasión de Cristo con verdadero realismo, las bóvedas giradas y las capillas radiales con infinidad de detalles para comentar, entramos en el crucero y la tumba del Cid, llevada allí, aunque su primer destino fue el monasterio de San Pedro de Cardeña, hoy muy renovado, pero con un claustro románico de dovelas bicromas en rojo y blanco que recuerdan, nuevamente, los arcos de la Mezquita aljama de Córdoba. Sobre la tumba un cimborrio con bóveda también calada realizada por Juan de Colonia, con tracerías flamígeras flamencas caladas que iluminan la catedral y que al ser realizadas a finales del XV, junto con las agujas de la fachada oeste, dan al cimborrio exterior y a la cúpula interior una diferencia de ornamentación propia del final del estilo y que difiere mucho de los principios, más rigurosos y menos decorativos.
Bóveda estrellada calada en el crucero de la catedral de Burgos.
Al salir, el cuello está algo dolorido de tanto mirar hacia arriba, pero la satisfacción hace que no sientas nada más que alegría, y para recuperarse, nada mejor que un buen chocolate en una de las terrazas cercanas con unos churros, tan ricos como los de Madrid. Después, nada mejor que retirarse a cualquier posada, o buen hotel, recuperar las piernas del ajetreo y preparar la ruta del día siguiente, ya que el tiempo lo permite y las ganas de ver Burgos y su provincia están latentes. Claro que, surgen tantas rutas y tan variadas y bonitas, que hay que elegir una. Acertadamente, Mari y Paco proponen visitar la Cartuja de Miraflores, pues saben que es de una dulce belleza, y luego los pueblos de Covarrubias, Silos y su monasterio, y Lerma, que ya en la ida se dejó anotado. Y después, el regreso a Madrid. Al resto nos pareció muy bien. La oferta de hoteles es interesante, pues hay para todos los bolsillos y también existen páginas de alojamiento en apartamentos particulares, que son bastante económicos y para paladares menos exigentes, solucionan de forma interesante.
(Continuará…)
José Luis Ruiz