¡Qué envidia te tienen, Bertín!
Pues sí, sería muy raro que en un país de envidiosos como el nuestro, un personaje como Bertín Osborne, no fuera blanco de las críticas más despiadadas. Máxime en la época actual en la que este polifacético personaje se revela como uno de los máximos triunfadores de la pequeña pantalla.
Pero, ¡por favor, Bertín!, ¿cómo te atreves a ser un hombre viril, alto, guapo incluso en tu dorada madurez, rico, habitando unas casas preciosas donde todos nos imaginamos viviendo la gran vida? ¿Cómo te atreves a tener una mujer guapísima e inteligente, unas hijas tan hermosas que como decía hace poco una crónica periodística “parecen sus novias”, unos hijos que te han hecho dejar de lado tu vida de golferas, a los que estás dedicando tu vida, especialmente a ese pequeñajo que te ha enseñado a ser solidario con quienes la vida les ha proporcionado una tremenda vivencia como la tuya…? Y encima de todo, no te muestras soberbio de todo ello, y apareces como un tipo amable, simpático, tolerante, que no pretendes robar protagonismo a tus invitados, que los relajas, que sabes rodearlos de un ambiente tranquilo donde saben que no serán atacados por la espalda…
Sí, a Bertín se le reprochan todas estas cosas y alguna más. Que sea de derechas y cante las cuarenta a quienes tratan de liarle con esa supuesta superioridad moral de la izquierda. Que provenga de una de esas familias ricas de toda la vida. Que lo mismo se atreva a presentar un programa donde se movía entre los niños como un coleguilla más, que canta rancheras y corridos mexicanos a tutiplén con mejor voluntad que resultado artístico.
Y ya ves, Bertín. Mira cómo te llueven los puñales porque en la última entrevista con el expresidente José María Aznar tu audiencia en pantalla cayó respecto a anteriores programas. Qué curiosos esos titulares que afirmaban que “José María Aznar hunde a Bertín Osborne” con “1.677.000 espectadores, mientras que su share medio fue del 13%”, y la anterior edición “firmó un buen 15,1% (2.270.000) con la visita de Lucía Bosé”. Sin embargo, el programa triunfador esa noche fue “otro impresionante resultado con 13% y más de 1,9 millones”. O sea, que el pobre Bertín tendrá que conformarse con unos resultados de audiencia por los que cualquier cadena aplaudiría con las orejas de puro entusiasmo.
Claro que lo de Aznar no es moco de pavo. Pocas veces se dará la ocasión de criticar al actual presentador estrella de la televisión con un personaje que hace 13 años que no ostenta ningún cargo público y que, sin embargo, cada vez que realiza una de sus escasas intervenciones en los medios de comunicación, levanta una polvareda mediática más intensa que las tormentas de arena que de vez en cuando nos vienen desde el Sáhara; tanta como si aún siguiera al frente del gobierno y hubiera la necesidad urgente de derrocarlo. En una palabra: que lo tienen más miedo que a un nublado. Pero calma. Dijo que estaría sólo dos legislaturas y eso fue justamente lo que hizo.
En la entrevista con Bertín salió, claro, la Foto de las Azores, y se le reprocha que se sienta orgulloso de ella, mientras que en su día Busch y Blair pidieron perdón por los erróneos informes de inteligencia que denunciaron la presencia de aquellas inexistentes “armas de destrucción masiva”. Personalmente no apruebo la guerra de Irak, porque todas las guerras me parece que no tienen ganadores -todos las pierden- y constituyen un fracaso de una civilización que podría y debería resolver todos sus litigios mediante la negociación y tomando medidas que en cualquier caso impidan los enfrentamientos bélicos. Pero lo cierto es que echo de menos que, mientras se condena fervorosamente la intervención aliada en Irak, se omita sistemáticamente el genocidio que llevó a cabo el tirano socialista Sadam Hussein gaseando a millones de kurdos. Del mismo modo, me parece una falacia tremenda achacar los espantosos atentados del 11 M (que por cierto, suscitó tristezas, penas y rechazos, pero apenas condena de los terroristas) como una venganza hacia esa intervención en Irak.
¿Por qué lo creo así? Porque cuando en las subsiguientes elecciones José Luis Rodríguez Zapatero consiguió ser Presidente de España, una de sus primeras medidas fue repatriar a las tropas españolas en territorio iraquí. No obstante, desde entonces, muchas han sido las células del extremismo islámico detectadas y desmontadas en España. Hay al respecto un curioso y bien documentado libro (“¡Matadlos!”) escrito por Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, y catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos y actualmente profesor visitante en American University, Washington donde afirma que los atentados del 11 M fueron previstos por Al Qaeda mucho antes de lo que imaginábamos. “Guste o no -dice Reinares-, la decisión de atentar en España se toma a finales del 2001, mucho antes de la guerra de Irak. Incluso la fecha, el 11 de marzo, se adopta antes de que el Gobierno de Aznar convoque las elecciones para el 14 de marzo. El 11-M se ideó en el 2001. Irak fue un pretexto posterior”.
Al parecer buen conocedor de las Dos Españas, Reinares argumenta que “Nuestra cultura política está muy polarizada. Después de los atentados, los españoles nos encaramos unos contra otros acerca de a quién culpar, como si hubiera que culpar a alguien distinto de los terroristas”.
En fin, Bertín, que con todo este jaleo casi te teníamos olvidado. Admitimos hasta el sacrificio de seguir escuchando tus rancheras, pero por lo demás sigue como hasta ahora, pues ya sabes que “ladran, luego seguimos cabalgando”. Y no hagas tantos abdominales, que eso es para los modernos. ¡Ah, sí, se me olvidaba! Por favor, de una puñetera vez aprende a encender tu vitrocerámica, que por menos que eso a otros los tildan de retrógrados machistas.
Abelardo Hernández