Movilidad en Pozuelo Estación: Seis pasos de cebra, seis, para jugársela
Se nos llena la boca de anunciar, al que quiera oírlo, que vivimos en una ciudad en la que todos los ciudadanos, prácticamente, tenemos las mejores condiciones para el desarrollo de una vida saludable. Facilitadas, eso sí, por un Ayto. siempre pendiente de hacer el día de la Bici, el del medio maratón, el del maratón y medio… Fotos por doquier, sudadita electorera y a seguir paseando en coche que esto del caminar, máxime cuando hace frío, no puede ser bueno ni para el colesterol.
Cuando al poco interés por el ejercicio físico, se le añade el miedo a lo desconocido; es decir, a conocer los barrios (digo, cascos) acaba uno pensando que Pozuelo empieza y acaba en la Plaza Consistorial, como mucho, puede llegar a la del Padre Vallet y, como debajo hay parking con ascensor ¿Para qué demonios andar subiendo escaleras, que en ocasiones te hacen cruzar con vecinos capaces de criticar la fina y extraordinaria labor del Consistorio?
Mientras, aquí, en La Estación, con el ánimo de conciliar auto y viandantes disponemos de muchos pasos de cebra, sin duda, necesarios y obligados con la infraestructura actual. Los tres primeros alrededor de la fuente, en plena Plaza del Gobernador, uno con visibilidad reducida y en bajada hacia Martina García con el aliciente, casi siempre, de algún coche en doble fila para encarar al viandante por sorpresa y un buen susto; si vamos hacia la Avda. de Juan Pablo II, al menos, las vallas, pueden protegernos y la sorpresa solo nos invade desde Benigno Granizo…, pero la agitación llega al paroxismo, si cruzamos frente al Carrefour Express, en el inicio de Antonio Díaz. Me recuerdan los autos de choque; los que vienen, los que van, los que salen marcha atrás; hay tiempo, también, para aparcar frente a los de batería, alguna moto que nos rodea y si hay un Bus estacionado y otro esperando…elevarnos y rezar.
Adrenalina que crece en la rotonda de la Estación, unos metros más adelante. Sé que les parecerá imposible, pero así es el frenesí cuando coinciden a la vez los buses que vienen y van con los trenes que llegan y salen; añádanle dos o tres coches aparcados en la parada busera…del tren y emoción asegurada. Ahí quería ver yo al Concejal de Movilidad organizando, dirigiendo, tratando de poner orden ante un mundo imparable en el que todos quieren llegar y ninguno quiere dejar pasar ese transporte que le llevará a la siguiente etapa del día.
La realidad es que vivir en Pozuelo Estación se está convirtiendo en una aventura. Conmoción pura y con ese puntito de riesgo, por qué no, cuando uno se atreve, sin mirar mucho, a cruzar cualquier paso de cebra de los seis que rodean la calle Antonio Díaz. Qué frenazos, qué carreras y saltos; en definitiva, qué subidones de adrenalina cuando llegas al otro lado y compruebas que sigues entero y la excitación por el riesgo superado, se convierte en triunfo.
Ahora con el mal tiempo, un escollo más, y no es otro que el arma deslizante en las que tienden a convertirse las franjas blancas. Superados todos los obstáculos, no me dirán que esta trampa final, no tiene su …cosita.
Es lo que suele ocurrir cuando los proyectos, ya vencidos, buscaban dar solución con una calle unidireccional y de paseo, única forma de trasladar vida y calidad a todos los pozueleros que aquí moramos (vivimos y dormimos, para aclarar ante la nueva definición de residencia habilitada por el concejal Oria) y a los ciudadanos que solo están de paso; pero los herederos municipales llegados – hoy en sede judicial, alguno – sin conocimiento ni experiencia lo primero que hicieron, como los malos directivos tras cambiar al entrenador, fue guardar los proyectos presentados e iniciar una nueva singladura, sin tiempo para valorar las bondades de lo anterior. Con la única razón de los votos y el atrevimiento que dan las mayorías: como ni soy de aquí, ni vivo ahí, lavemos la cara a la zona, para eso está el presupuesto y sigamos con las mayorías. En el reparto final para nosotros queda el sufrimiento y para ellos las fotos y las medallas. Y dicen que son del pueblo.
Y así estamos en el barrio, aceras sucias, viandantes a la fuga, tráfico imposible, ruido infernal y todo por mejorar. Y el concejal de cascos (digo barrios) encantado de la imagen que damos…a los propios y a los extraños.
Lo peor de todo y, vistas las experiencias, es que las cosas siempre son susceptibles de empeorar. Tendremos que seguir…caminando, para que llegue alguien y nos salve.
A. Nogueiro