Contra la Cruz, todo vale
La cuna de la cultura europea tuvo su base en los seminarios. Cuando el hambre nos rodeaba, el instinto de conservación de nuestros progenitores los invitaba a llevar a sus descendientes al único hogar en el que cultura y comida los pondrían a salvo de luchas y hambres. Pero el tiempo pasa y las bondades de antaño, se fueron convirtiendo en quejumbres del futuro.
La vida monacal dio paso a un sinfín de vicisitudes, más como consecuencia de la obligada estancia y ordenación, que del gusto por la religión y la vida caritativa. El resultado fue que, del amor al prójimo, fuimos pasando al deseo propio, al egoísmo personal y, por qué no decirlo, al ‘yo primero, que los otros ya vendrán’.
Entre unos y otros fuimos confundiendo las ideas que envuelven la razón del ser del cristianismo: dar sin esperar nada a cambio que tan bien ilustró el maestro de Asís.
Ocurre, como casi siempre, como la vida misma y como el cuento a todos relatado y verosímil que ahora rememoro y que todos hemos escuchado en alguna ocasión:
“Hablando del amor al prójimo, alguien recordó, que el fundamento cristiano, es poner la otra mejilla pero, cuando al agraviado, hombre de fe, le dieron el segundo tortazo; éste, sin dudar un segundo, replicó con un sonoro golpe sobre el agresor, que sorprendido le dijo: pero vuestra religión no dice que hay que poner la otra mejilla…; a lo que respondió el buen cristiano: sí, tienes razón, pero nadie habló de la segunda torta”.
Viene a cuento todo lo anterior por las pintadas aparecidas, esta semana pasada, en la capilla de la Autónoma madrileña. La Universidad, otrora, crisol de las libertades y hoy, por mor de tantas deslealtades, refugio y centro endogámico para las familias – políticas y consanguíneas- que en ellas se citan.
Estoy seguro de que, si el Episcopado madrileño, tan indulgente con la concejala del torso desnudo, hubiese condenado su actuación, este nuevo ataque a las convicciones de, al menos, diez millones de españoles que dicen que van a misa todos los domingos…, posiblemente no hubiese pasado.
Pero, en nuestra España de cada día, la Iglesia no tiene claro qué dirección tomar, más allá de ser nacionalista en distintas regiones, liberal en otras comunidades y defender una cosa y otra en tantas y tantas ocasiones, según el viento que toque.
Y de barros tan espesos se alcanzan polvos, al levantarse la ventisca, difíciles de digerir que nos llevan a olvidarnos del ciudadano de a pie, de las necesidades materiales y espirituales de los mismos, para preguntarles, antes que nada: ¿y tú a quién votas y en qué idioma hablas?
Yo invitaría a estos totalitarios, a estos inquisidores de nuevo cuño, a arrimarse a cualquier parroquia de cualquier barrio y ver qué hacen esos sacerdotes justos de economía y llenos de ilusión, entrega y conocimiento por los más necesitados. Acto seguido, los invito a visitar a esos partidos políticos que van a resolver causa y vida de todos los ciudadanos y les pregunten, cuándo fue la última vez que posibilitaron la comida de una familia necesitada, de una vestimenta obligada y/o de una cama para poder descansar esos pies cansados.
Pregúntenle, a esa casta – nueva, vieja y medio pensionista – así denominada, tan recientemente, si han dado cobijo y esperanza a los muchos que las enfermedades terminales los han apartado de la sociedad, la misma que dice que hay que protegerlos. Pregúntenles, ¿cuándo? ¿ en qué sitio y ocasión?
Y cuando la respuesta los lleve a que solo la “denigrada“ iglesia católica pone calor y cuidados a los más parias de la tierra, al menos, tengan el coraje de reconocerlo.
Entiendo que no son perfectos, pero, por favor, si entramos en comparaciones…
Mientras, y a la espera de nuevos -seguro que ocurrirán – agravios al culto mayoritario de los ciudadanos españoles, les invito a seguir caminando y crecer en el respeto a la libertad del mismo y, por supuesto, a los derechos individuales de las personas; cuna, todos ellos, de la democracia y esencia diferenciadora de tanto totalitario, con piel de cordero, que en nuestra España hay.
A. Nogueiro