Un minuto de silencio y buena voluntad para no admitir que estamos “en guerra y que la estamos perdiendo por nuestra estupidez. Sonriendo al enemigo”

No quiero escribir de minutos de silencio. Ni quiero ir a ellos. He asistido a demasiados. He escrito sobre excesivos minutos de silencio. No sirven para nada. Y, en España, menos. Han perdido su valor simbólico. Aquí hacemos minutos de silencio por todo y ya se han convertido en rutina. 35 años de minutos de silencio son muchos años. Muchos minutos de silencio. Y ya nos hemos acostumbrado a ello. Por eso no me interesan. Por eso cada día interesan a menos gente. Cada vez esos minutos tienen menos poder de convocatoria. Y, lo que es peor, menos valor. Ni siquiera ético.
Los minutos de silencio, los pida la FEMP o cualquiera de esos organismos utópicos, solo son minutos de aceptación del cadalso. Solo sirven para que, al terminar, nos sintamos satisfechos. Con ellos cubrimos nuestra parte alícuota contra el terrorismo o contra lo que sea. Contra algo que, en el fondo, no nos afecta demasiado. Contra algo que les afecta a otros. Hace tiempo que estamos insensibilizados. Y no solo en España. En Europa. Los europeos, desde hace tiempo, hemos aceptado el papel de corderos camino del matadero.
Porque Europa camina hacia el matadero. Ha asumido su papel de víctima y ya no reacciona. Traga. Buenismo suicida. Lo anunció Arturo Pérez Reverte, en 2006: “De la movida mahometana me quedo con una foto. Dos jóvenes tocados con kufiyas alzan un cartel: Europa es el cáncer, el Islam es la respuesta. Y esos jóvenes están en Londres. Residen en pleno cáncer, quizá porque en otros sitios el trabajo, la salud, el culto de otra religión, la libertad de sostener ideas que no coincidan con la doctrina oficial del Estado, son imposibles. Ante esa foto reveladora -no se trata de occidentalizar el sano Islam, sino de islamizar un enfermo Occidente-, lo demás son milongas”.
Lo predijo Oriana Fallaci, en 1990: “¡Pero qué rusos y qué americanos, qué comunistas y capitalistas ni qué ocho cuartos! ¡La próxima guerra no estallará entre ricos y pobres: estallará entre güelfos y guibelinos, es decir, entre los que comen carne de cerdo y los que no la comen, entre los que beben vino y los que no lo beben, entre los que susurran el paternóster y los que gritan “¡Alá es grande!”
Y lo acaba de escribir el maestro Ignacio Camacho: En España, aún pensamos, “que si nos vienen a matar es porque algo habremos hecho (…) Porque prefieres creer que basta con no odiar para defenderte del odio”.
Y sigue diciendo Camacho: “Ese bonito emblema de la torre Eiffel no te va a proteger. Ni el pacifismo samaritano, ni las palabras emotivas, ni las cadenas de cibermensajes, ni el ritual de las firmas, las velas y las flores. Vienen a por nosotros, jesuis, y más vale que te vayas enterando. Te diré lo que eres: la próxima potencial víctima. Así que cuando subas a Facebook una velita por los muertos de París, sube otra por ti. Y acuérdate de por quién doblaban las campanas de Hemingway”.
Ayer, hubo un minuto de silencio por las víctimas de los atentados de París en la Plaza Mayor de Pozuelo de Alarcón. Se lo había pedido la FEMP a todos los alcaldes de España y Susana Pérez Quislant lo convocó.
Fueron pocos vecinos. Ni un cuarto del aforo de la plaza y eso que aún estaban calientes los cuerpos de las personas asesinadas y su sangre no se había secado. Las televisiones se recreaban en ello. Pero todos los que fueron al minuto de silencio terminaron creyendo haber hecho la obra buena del día… Sobre todo los políticos.
No voy a criticarles lo más mínimo. Es gente de buena voluntad que no quiere ver que lo que atacan los yihadistas es nuestra forma de vida. Los enemigos de esta gente de turbante y kalashnikov son la libertad y la democracia y todos tenemos que asumir que todos estamos amenazados.
No quiero pensar que algunos de los allí presentes llegaran a creer, en lo más profundo de su ser, que todo lo que suponga la destrucción de Occidente es más que justo. Y no lo quiero pensar porque me entristecería mucho.
Pero viendo sus caras en las fotos que se han publicado, he vuelto al Pérez Reverte, esta vez, de 2014:
“Pinchos morunos y cerveza. A la sombra de la antigua muralla de Melilla, mi interlocutor -treinta años de cómplice amistad- se recuesta en la silla y sonríe, amargo. “No se dan cuenta, esos idiotas -dice-. Es una guerra, y estamos metidos en ella. Es la tercera guerra mundial, y no se dan cuenta”. Mi amigo sabe de qué habla, pues desde hace mucho es soldado en esa guerra. Soldado anónimo, sin uniforme. De los que a menudo tuvieron que dormir con una pistola debajo de la almohada. “Es una guerra -insiste metiendo el bigote en la espuma de la cerveza-. Y la estamos perdiendo por nuestra estupidez. Sonriendo al enemigo”.
Espero que ahora Francia nos guie.
El Capitán Possuelo
D. Anacleto, permítame que me dirija a vd. y no a su suedónimo. Yo soy una de esas personas que el pasado domingo asistió al minuto de silencio que se realizó en la Plaza Mayor de Pozuelo. Me permitirá que me extrañe que vd. sea capaz, solo con ver las caras en una foto, saber qué es lo que pienso o siento. Yo no fui por hacer la buena obra del día, ni creo que la destrucción de Occidente sea justa, ni acepto el cadalso, todo lo contrario. Estaba allí porque hay que dar la cara, hay que estar con los amigos que lo están pasando mal, porque no estoy insensibilizado, pese a los esfuerzos de sus colegas periodistas cuando, por ejemplo los asesinados se convierten en muertos; ¿ se ha preguntado cuánto daño han hecho los libros de estilo de los periódicos?. Y evidentemente que me siento amenazado, como ya lo estuve por otros asesinos y los que les daban cobertura. Tampoco entiendo, debe ser un problema personal, su capacidad para determinar lo qué es o no es ético. Pues bien, tal y como indica esa disciplina filosófica , mi presencia fue un acto realizado de modo consciente y libre, que quería emitir mi juicio de repulsa y condena al sinsentido ocurrido en París, lamento que no haya sido capaz de hacerlo de forma que pudiese ser entendido de una manera más clara.
Y termino con una pregunta ¿Es necesario tener que utilizar esta situación para meterse con los políticos, cuando ya nos dan otros motivos?
Muchas gracias
Muchas gracias por su participación. También agradezco su reflexión. Saludos