¿Es cierto que los funcionarios del Ayuntamiento viven una pesadilla entre asesores mal encarados y “funcionarios de confianza” que lo chivan todo?
El viernes pasado salí de casa, a media mañana, para hacerme la manicura. Me cuido mucho las manos. Trabajo con ellas y me gusta tenerlas en perfecto estado y verlas bonitas.
Me habían hablado de un sitio muy cerca del Ayuntamiento. Y allá que me fui. Tenía hora. Una mujer muy amable me atendió y empezó a retirarme la laca de uñas que llevaba…
De repente, se abrió la puerta y entró una cara que me resultaba familiar. Dio los buenos días y le dijo al dueño que tenía hora y prisa.
Se sentó al lado mío. Sonó su teléfono y yo escuché, disimuladamente. Cada día soy más cotilla…. De la corta conversación deduje que era trabajadora del ayuntamiento. Por eso tenía tanta prisa. Manicura exprés.
La puerta volvió a abrirse y entró otra mujer. A esta no la conocía de nada pero noté, inmediatamente, que la mujer sentada a mi lado, se movió nerviosamente en su asiento. Alguien importante parecía. Quería hacerse la pedicura.
La cuestión es que antes de meter los pies en el agua, le sonó también el móvil. Respondió: “He salido un momento, ahora vuelvo”. A continuación, silencio. De repente, un grito: “¿Cómo?” Y la susodicha, salió del centro de belleza con el móvil en la mano y cierto cabreo en la voz para continuar fuera su conversación.
Mi compañera y yo nos miramos y vi que ella se alegraba… Y rápidamente le volvió a decir a la “chinita” que se diese prisa: Solo tengo 20 minutos.
La del teléfono volvió y si decir palabra se sentó en el lugar en la que la esperaban.
Yo aproveché para cerrar los ojos y abstraerme pero la realidad municipal volvió, una vez a más, a mi cabeza. Allí estábamos tres mujeres relacionadas con el Ayuntamiento de Pozuelo desde las más diversas esferas. Había una funcionaria o trabajadora. Estaba una asesora o cargo de confianza o amiga de alguien. Y estaba yo que, aparte de a mis labores y costura en general, me dedico a criticar a todo lo que se mueve dentro del Ayuntamiento.
Yo, por supuesto, puedo hacer con mi tiempo lo que me dé la gana. La funcionaria aprovechaba su tiempo de descanso. Escasamente, estuvo media hora. Mientras que la asesora o lo que fuese gastaba su tiempo al mismo ritmo que ingresaba dinero. Su trabajo suele estar bien pagado. La tía se pasó una hora de reloj a escasos metros del ayuntamiento, haciéndose la pedicura. Seguro que piensa que parte de su trabajo en el Ayuntamiento es cuidar su cuerpo. No parecía ser una persona a quien le importase algo Pozuelo o los pozueleros.
Intenté como pude que la chica que me atendió me contase quienes habían sido mis compañeras de estética. La que se fue antes y la que se quedó. Pero qué gente más hermética la de ese local. No cuentan nada. Debe ser parte del negocio. Están tan cerca del Ayuntamiento que lo deben saber todo pero no sueltan prenda.
Me costó poco, en cambio, averiguarlo en cuanto salí. Tengo mis fuentes dentro del Ayuntamiento y fuera.
No diré sus nombres. No tiene importancia. Una era funcionaria y la otra era un cargo. Una de tantas asesoras que tiene la Alcaldesa accidental. Normal. No había más que ver el miedo que infundió a la funcionaria. Una funcionaria, dicho sea de paso, que sacó su plaza por oposición, aunque creo que antes fue interina. Tengo dudas de este aspecto. Una mujer trabajadora, en cualquier caso, con hijos que sigue aterrada por los últimos meses que está viviendo en el Ayuntamiento. Conocedora de las formas de la Quislant y su gente, vive angustiada. Régimen policial. Y yo sé de eso porque ya Adrados empezó una caza de brujas para identificarme hace bastante tiempo.
Y es que, al parecer, los funcionarios ya no se fían de la sonrisa maligna de la Alcaldesa Accidental que, al principio, les engañó con la suspensión de las tardes de los martes. Ahora sus fieles guardianes, casi todos forasteros, le rinden cuentas de todo. Tienen, incluso, ‘funcionarios de confianza’. Como en las dictaduras. O en las cárceles. Gente que se dedica al ‘chivateo’. No me extraña que casi todos los funcionarios estén viviendo una pesadilla.
En la exageración, no puede ser de otra forma, me contaron cosas horrorosas, que ya no me creí. El miedo, como dice el Capi, es libre y cada uno coge el que quiere y, después, lo cuenta como le da la gana.
Pero ¿por qué me cuentan a mí todas estas cosas?
Dicen que porque lo cuento todo en El Correo. Y eso les libera. Me gusta si les sirve de algo lo que cuento aquí.
Y les seguiré ayudando en lo que pueda porque, gracias a ellos, sale el trabajo día a día en el Ayuntamiento. Gracias a ellos, cuando voy al Ayuntamiento a pagar un recibo olvidado, alguien hay para sacarme la carta de pago, alguien de forma amable me informa cómo tengo que pagar. Gracias a ellos cuando he querido cerrar mi terraza, alguien me ha informado de lo que puedo y no puedo hacer. Y gracias a ellos, Pozuelo está como está.
Y me gusta que los funcionarios hablen y cuenten lo que saben, que es mucho. No quiero policías pelotas, ni estómagos agradecidos. Quiero personas honestas que cobran sueldos públicos y que defienden lo público por encima de sueldos, honores o falsas sonrisas.
Otros, en cambio, cobran buenos sueldos públicos y ni están, ni fichan, ni saben de qué va la cosa, opinan sin saber y sólo se dedican a “investigar” a ver qué hace cada cual. No han aportado ni una sola idea que mejore la vida municipal. Ni una sola.
Y eso no se lo perdono.
Sira Q.