“¿Y si Jesús Sepúlveda fuera inocente?” Un artículo de Yolanda Estrada, ex concejala del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón
(28-05-15) Esa pregunta leída en un artículo, hace unas semanas, me hizo acercarme a este medio digital cuya opinión nunca me ha sido favorable en nada. Pero, reconozco, que me sorprendió gratamente que un periodista local se cuestionara la otra opción en relación a un imputado. Su inocencia.
De ese acercamiento surgió esta idea que yo acepté con mucho respeto hacia todos los profesionales del medio y con mucha humildad. Ni soy periodista, ni pretendo serlo. Simplemente soy yo, Yolanda Estrada.
Y tengo mi opinión.
Hoy el Capitán me ha pedido que yo escribiera sobre esta cuestión y lo hago desde mis convicciones democráticas. La presunción de inocencia es uno de los pilares básicos de cualquier Estado de Derecho y democrático, su vulneración nos aleja de esa garantía que nos protege a todos.
Puede estar de moda “condenar” a los políticos mediáticamente o, incluso, dentro de tu partido por varios motivos que no vienen al caso. Puede estar de moda hablar de que los imputados no tienen derecho a nada. Puede estar de moda querer igualar un imputado a un corrupto sin juicio. Y, finalmente, puede estar de moda que “algunos políticos” usen estos argumentos para hablar de corrupción y limpieza, algunos de ellos con tan poca ética y moral que si ésta se pudiera investigar, acabarían imputados y condenados.
Puede estar todo esto de moda, pero lo que es inadmisible es que esta moda la aceptemos los demócratas. Hoy, toca a un gremio. Los políticos. Mañana, puede ser a los abogados. Pasado a los taxistas, fontaneros, dependientes, funcionarios…. Condenas sin juicios, sin pruebas… La inquisición.
Yo quiero dejar claro que contra la corrupción la mejor medida es que todo el mundo sepa que quien “meta la mano o haga algo irregular”, antes o después, será juzgado y condenado. Ese juicio y esa condena debe venir de la mano de quien debe ser, los jueces. No de la prensa y menos de los políticos amigos o adversarios. Ni mucho menos.
Imagino que muchos lectores estarán hartos de tanta corrupción anunciada. Y que el hartazgo y la posible impunidad les ha hecho optar por soluciones políticas diferentes. Yo también estoy harta. La impunidad es indignación ciudadana. Pero también la condena previa a un juicio debería indignarnos. No todos los políticos son iguales, ni todos los ciudadanos. Ni todos los jueces o todos los fiscales, ni todos los procesos.
Yo estuve imputada, dos veces y dos veces me han archivado. Y no me avergüenzo de nada, salvo de la actuación de los fiscales (que pagamos con dinero público) y de un Juez que ya ni está en Pozuelo de Alarcón. Siempre mantuve que era inocente de cualquier ilícito que se me imputara y así se demostró, pero lo tuve que demostrar yo y en nuestro sistema debería ser a la inversa, la fiscalía demostrar la culpabilidad. Y lo archivaron todo. Era tan firme y probada la petición de mi imputación por parte de la fiscalía que ni siquiera recurrieron el auto de sobreseimiento. Pero yo renuncié a mi puesto de trabajo, a mi sueldo, a mi vida política por unas imputaciones de unos delitos que jamás cometí.
Bueno, cometí un delito, y quiero reconocerlo: conocer a algunos cobardes que de forma anónima me acusaron de corrupción. Quizás, y si el Capitán me deja y en otra ocasión, hablaré de esto. Me querían quitar de en medio. Políticamente, claro. Lo consiguieron. Pero no acabaron conmigo.
A pesar de mi imputación, no dejé mi acta de concejal hasta que me archivaron. Y lo hice a pesar de que Esperanza Aguirre y su, entonces Secretario General Francisco Granados, me pidieron que dejara el acta (y más cosas que ya contaré). Me negué a hacerlo porque argumenté que, si lo hacía, aceptaría la sospecha sobre mí. Cuando el juez dijo que no había ni un solo indicio contra mí, dejé mi acta de concejal. Con la cabeza bien alta.
Fui muy feliz haciendo lo que más me gusta, política municipal. Formando parte de un equipo liderado por Jesús Sepúlveda. Fui feliz, a pesar de que algunos intentaban machacarme personal y políticamente, haciendo política para las personas. Resolviendo los problemas de los ciudadanos. Fui muy feliz en momentos muy concretos de la vida de nuestro municipio: Roberto Martín Holgado, Cirilo Palomo… Y también lo fui cuando dejé mi acta de concejal. Me liberé de algo que me estrangulaba y no me dejaba respirar. Hoy, sigo aportando a mi partido mis propuestas y opiniones, gusten más o menos, pero desde mi libertad, porque con ella no terminaron, aunque algunos lo intentaron.
Desde esa libertad que tengo hoy, escribo recordando a Jesús Sepúlveda. Amigo y mi jefe durante más de 6 años. Por lo tanto, opinión absolutamente subjetiva y que no pretende convencer a nadie de nada, sólo expresar mi opinión.
Sepúlveda ha sido condenado desde hace más de seis años por unos delitos que no se han demostrado judicialmente y que, en mi humilde opinión, no se podrán demostrar en relación a nuestra ciudad. Me refiero única y exclusivamente a lo que yo conozco. Y quiero compartirlo con los lectores de este diario digital.
Recuerdo cómo Jesús Sepúlveda trajo la transparencia a nuestro municipio y cómo se preocupaba porque todo fuera absolutamente legal. Modernizamos el Ayuntamiento. Apoyamos a todos: funcionarios y trabajadores. Invertimos en una ciudad que estaba absolutamente abandonada y esa inversión se realizó desde la transparencia absoluta y la concurrencia masiva en la contratación, hecho que jamás había ocurrido en Pozuelo. Sepúlveda permitió que la oposición formara parte de las Mesas de Contratación. Sepúlveda trajo vida a la política pozuelera. Nos obligaba a trabajar para los vecinos, a resolver hasta el más mínimo problema.
Jesús Sepúlveda nunca tuvo un Jaguar siendo alcalde, ni se lo regalaron en esa atapa de su vida. Sepúlveda rompió lazos con personas que usaban su nombre de forma fraudulenta. En 2004. Sepúlveda, puede haber cometido errores en su vida y estoy segura que los asumirá con el equilibrio y la amabilidad que siempre ha tenido; pero, Jesús Sepúlveda no saqueó el Ayuntamiento de Pozuelo. Ama Pozuelo. Se desvivió por Pozuelo. Y nos obligó a hacerlo a todos nosotros.
Puede que este artículo de opinión no le beneficie ni a él ni a nadie; pero en mi libertad absoluta he decidido escribirlo y contar mi verdad, lo que yo viví; no lo que otros cuentan que vivimos.
¿Y si Jesús Sepúlveda fuera declarado inocente?
Para mí sería una gran satisfacción personal y política. Yo creo en él. Y no me da vergüenza decirlo. Recuerdo cuando Francisco Granados me expulsó del Grupo Municipal Popular y todos mis compañeros, entonces, avalaron con su firma esa decisión. Yo me opuse a la decisión de Granados y creo que hice lo correcto. Solo hay que recordar dónde está Granados y dónde estoy yo. El tiempo pone a cada uno en su sitio, aunque a veces tarda muchísimo.
Pero, si Jesús es declarado inocente de todos los delitos que le imputan en relación a su etapa de Alcalde de nuestra ciudad, no pasará nada. Nadie le pedirá perdón. Nadie se disculpará con él, ni con sus hijos, ni con Ana Mato. Nadie dirá que esas condenas mediáticas, deberían ser condenables. Nadie asumirá su responsabilidad cuando ha utilizado palabras como “limpieza” en el Ayuntamiento o “¿a mí me habláis de corrupción?”. No pasará nada. Jesús estará rodeado de sus pocos amigos, llorará de alegría y querrá olvidar el martirio al que se le ha sometido durante esos largos años. Abrazará a sus hijos y, probablemente, a la madre de sus hijos. Porque “perdón” ya lo ha pedido infinitas veces sin sentirse culpable, tocaría el momento de los abrazos. Pero no del olvido, ese daño jamás se podrá reparar.
Como un día me dijo Jesús: “Yolanda, este dolor tiene que repercutir en la salud de una u otro manera, no crees?”
Si, Jesús, lo creo.
Yolanda Estrada, ex concejala de Pozuelo de Alarcón