Pese a todo, creo en la política, en los políticos y en la democracia
(28-10-14) La sociedad pozuelera está desasosegada. Bueno, y la madrileña. Y la española en general. Está inquieta, temerosa y cabreada. No hay día en que no aparezca un escándalo de corrupción con detenciones de políticos y eso lleva consigo angustia, desesperación y malestar. Pareciera que España esté en manos de políticos corruptos que pertenecen a partidos políticos corruptos que controlan instituciones corruptas. Para algunos, todo está corrompido en España. La propia democracia está enferma porque hay políticos que roban impunemente. Y nada más lejos de la realidad.
Y es que, ante la detención de seis alcaldes y un famoso ex político, el escándalo ha vuelto a golpear a la sociedad española. Y, otra vez, como hace 20 años, ha vuelto el desaliento.
Ante tanto abatimiento y desde mi humildad, me he sentido obligado a recordar algunas cosas sencillas y primigenias para intentar poner algo de sentido común a una bola que parece crecer y crecer alimentada, como diría Miguel Hernández, por “gentes de la yerba mala”. Y es que, a muchos se les ha olvidado lo que costó llegar hasta aquí después de dos siglos de destrucción y desesperanza.
Para empezar, aparte de recordar, habría que empezar distinguiendo. Los partidos políticos no son corruptos como tampoco son las instituciones. Solo las personas pueden ser corruptas. Por lo tanto, no hay que mezclarlo todo. La corrupción forma parte de la condición humana. Sólo de la condición humana. Y lo mismo que hay buenas personas y buenos políticos hay, también, malas personas y malos políticos. Pero no por eso hay que asumir que debe hacerse tabla rasa de todo. Pero, ojo, la tabla rasa no son más que cantos de sirena malignos que cultivan los que quieren cargarse la propia democracia.
Es cierto que hay políticos corruptos. Hablan de 1.700 causas abiertas. Poco más de 500 imputados y un par de docenas de políticos en la cárcel. También dicen que hay 455.568 políticos en toda España.
No se me ocurrirá sacar conclusiones, porque un solo político corrupto ya sería un escándalo. Pero estas cifras demuestran que hay una inmensa mayoría de políticos honrados. Pueden estar más acertados o menos acertados en su gestión, pero son honrados. Y yo creo en ellos. Y en su lucha diaria para mejorar la vida de sus conciudadanos. Políticos que se presentaron a unas elecciones libres y los ciudadanos, libremente, les votaron. Y creo que están en la política de buena fe. Lo creo y lo escribo.
Es cierto que ha habido un relajamiento de valores por parte de los poderes públicos. Mejor, una crisis de valores. Un trance en el que todo valía y que, primero, desembocó en una crisis financiera que ocultaba una segunda crisis de valores, en la que robar por los propensos a delinquir le era más fácil.
Es cierto, también, que algunas autoridades no estuvieron acertadas en sus decisiones sobre los pillados con las manos en la masa. Prefirieron tapar. Como hizo la Iglesia con los pederastas religiosos. Los trapos sucios se lavan en casa. Viejas costumbres en tiempos nuevos. No contaban con la libertad de prensa, con la libertad de jueces y con la libertad de los ciudadanos honrados. Se les olvidó que la democracia tiene recursos para castigar a los delincuentes que, antes o después, serían descubiertos. Ahora está llegando ese momento.
La democracia, decían los clásicos, era el Gobierno de los mejores. Pero, a veces, los mejores también fallan. Son humanos. No pasa nada. La democracia también tiene armas para deshacerse de los que fallan. Y si las leyes que tiene a su disposición no son suficientes, se reforman. Pero nada más. Y yo creo, firmemente, en ella y lo escribo.
En democracia siempre ha habido corrupción. Siempre. Y, en España, más. Sobre todo, desde la Transición. Antes no me interesa. Y la ha habido en todos los partidos. Pero no por eso hay que abominar de esos partidos políticos. Con esa abominación estaremos alimentando a los dictadores. A ellos no les gustan los partidos políticos. Es lo primero que suprimen. No quieren control de ningún tipo. Y los partidos políticos son el control del Gobierno. El contrapeso que hace que, los que gobiernan, tengan que esforzarse en hacerlo mejor cada día. Y eso se llama política.
La política, en su propia definición, es una rama de la moral. Y es el noble arte de intentar solucionar problemas difícil solución. Y yo creo en la política y lo escribo.
No pasa nada porque las corrupciones y los corruptos salgan a la luz pública. No pasa nada. Mejor. Son cizaña en medio del trigo. Es bueno que se sepa quiénes no merecen volver a ser elegidos por los ciudadanos. La democracia hará que la justicia los juzgue y, si son culpables, que los castigue.
Y si, en algún momento, hay que castigar a los partidos que no han sabido mantenerlos a raya, la cosa es muy fácil. Hay elecciones, próximamente. Pero para castigar no hay que caer en populismos de iluminados. Sería un error imperdonable.