Segunda crónica de un Pleno absurdo y lleno de lugares comunes, en el que destacó un truquito de Quislant para ayudar a un Gil perdido mientras Alba despejaba balones
Terminé la primera parte de la crónica del Pleno de ayer en la cuarta moción, la de apoyar al Banco de Alimentos, con un Carlos Ulecia acatarrado y casi rogando que los Grupos de la Oposición la apoyasen, como así fue. La piedad, Ulecia, la piedad… Esa virtud tan escasa hoy día fue generosa contigo en esta moción. Se aprobó. Qué remedio. Era de cajón.
La quinta moción y tercera del Gobierno también le tocó defenderla a Carlos Ulecia. Increíble. Se supone que la alcaldesa, viendo su necesidad de rascar bola, le pidió que dijera un número a voleo y le volvió a tocar intervenir en el Pleno. Y digo esto porque la moción iba sobre Democracia representativa y legitimidad o, dicho de otro modo, sobre el Rodea el Congreso el día de la investidura de Rajoy y que tanto obsesiona a la alcaldesa Quislant, y me temo que nadie la quería defender. Es una pena que no la defendiese la propia alcaldesa. Hubiera bastado con que nos leyese su brillante disertación en su novedoso blog político-personal. Manda güevos.
Y a todo esto, Ulecia con la voz tomada. (La próxima vez, Carlos, sales al patio y silbas, corrige bastante la ronquera)
La cosa de la moción fue un aquelarre de lugares comunes. Nada tenía sentido. Tanto es así que los concejales se crecieron y el debate subió tanto que los intervinientes se veían a sí mismos en el Congreso de los Diputados interviniendo en temas de alta política. Zurrapa. El tema estaba pasado y los intervinientes no tomaban altura porque estaba lastrado por la mediocridad. Y lo que es peor, a los pozueleros, que son los que pagan el tinglado, ni les iba ni les venía aquello. Moción confeti, que diría la concejala socialista que aspiraba a un piso social.
Y llegó el tiempo de la sexta moción. Tal vez la más interesante del Pleno ya que proponía la creación de una radio municipal por internet. La proponía el PSOE y estaba muy bien argumentada. Los grupos de la oposición, con algunos matices, la apoyaron. Pero, ay amigo, en eso llegó Félix Alba y se puso a despejar balones sin ton ni sol. Sin argumentos. Sin credibilidad. Matar por matar. Displicente. Absurdo. Le faltó decir que Pozuelo ya tenía radio municipal y que le costaba una buena pasta.
Supongo que Alba cumplía órdenes de arriba porque no se puede ser más demagogo y fatuo. Ni siquiera sabía de qué hablaba. Insisto, matar por matar. Tan intratable estuvo que a Bascuñana se le quitaron las ganas de defender su moción. Expuso las razones de su propuesta, todas interesantísimas para una ciudad dispersa como Pozuelo, pero ya lo hizo sin entusiasmo.
La intervención de Alba fue puro PP de Pozuelo. Acabado. Espero que vengan tiempos mejores y terminen con esta tropa.
Las catorce manos sin piedad se levantaron y aplastaron una moción interesante. Aunque no hay que desesperar, es posible que dentro de tres o cuatro meses, esta misma moción la proponga el Gobierno como suya. No sería la primera vez.
Y de las mociones, se saltó a las preguntas orales de la Oposición. Preguntas, como he dicho muchas veces, que siempre ganan el Gobierno salvo que, como Pablo Gil, ayer, no se las prepare y tenga que ayudarle la alcaldesa.
Abrió turno Maite Pina con una pregunta básica en la administración pública española. Básica por obligatoria. Incuestionable. Pina quería saber las funciones de los asesores porque no las encontraba en la desastrosa web municipal. La concejala de IU tiraba con bala pero lo hizo de una manera tan políticamente correcta que fue un disparo fallido. Polvora mojada. Ella preguntaba por la función del surfero Alberto Tomé y de segundo apellido 55.000 euros anuales, ya que sabe que se dedica a cuidar la imagen de la alcaldesa en internet pero no se atrevió a decirlo. Y ahí perdió. Félix ‘Godin’ Alba se fue de nuevo por los Cerros de Úbeda y a otra cosa, mariposa. Alba nos dejó in albis, que diría Ulecia.
La segunda pregunta la hizo Ángel González Bascuñana e iba sobre las viviendas Coca. Y, pese a que las preguntas se hacen con un montón de días de antelación, pilló a Pablo Gil con los calzones bajos y sin haberla preparado. Más o menos como siempre. Y ante el agobio que sufría el hombre (un millón de euros le habremos pagado cuando termine la legislatura) llegó la trapacería legal de la alcaldesa. Truquito. Como Bascuñana hizo una serie de preguntas relacionadas con la remodelación de las viviendas Coca de las que Gil no tenía ni idea, Quislant mandó parar. Como cantaba Carlitos Puebla y los Tradicionales de Fidel. La razón del paro fue tan tonta como perversa: Gil no podía contestar nada más que una pregunta y Bascuñana le había hecho, por lo menos, cinco.
La alcaldesa fue tan maliciosa que se basó en el reglamento del Pleno y, para afianzar su razonamient,o puso al borde de un ataque de nervios al secretario debutante Eugenio Martínez.
- A ver, secretario, dígaselo usted…
Y al pobre secretario solo se le oyó decir: Tierra trágame y después balbucear unas palabras dubitativas entre el sí y el no… Y yo lo entiendo… Cualquiera le lleva la contraria a la alcaldesa y más el día del debut…
- Que sí, que sí…
Pablo Gil contestó lo que pudo. Una cosa y la contraria. Y, una vez más, nadie entendió que este personaje sea Teniente de Alcalde de Pozuelo y se lleve a casa una pasta gansa.
La tercera pregunta fue onanista. Otro cachondeo. Se la hizo Alba a Ulecia en un maravilloso tuya-mía (cortito y al pie) pero ya saben que estas preguntas ni las comento. Si quieren publicidad que la paguen.
La cuarta pregunta la hizo un Miguel Ángel Berzal enrabietado por la derrota sufrida en la moción de Suárez. Iba sobre el proyecto de vías pecuarias que afecta a la Cañada de la Carrera. Junto a La Cabaña. Respondía otra vez Pablo Gil. No sé por qué no lo hizo Paloma Tejero, pero supongo que quien manda-manda y Gil es el jefe de esa falla.
Como Berzal estaba crecido y se había traído a vecinos de La Cabaña de clá, lo único que hacía era incitarlos contra Gil. Y Gil se defendía como podía. Hizo el ridículo pero qué más da. Es lo habitual en él. Al final, los vecinos de La Cabaña volvieron a su barrio con los pies fríos y la cabeza caliente.
Por cierto, ¿por qué está prohibido aplaudir en el Pleno? Quislant lo prohíbe. Pero yo no lo entiendo. En todas las cámaras del mundo se puede hacer. Ayer, en Las Cortes Generales se aplaudió al Rey durante tres minutos. Mira a ver, Eugenio qué dice el reglamento.
La quinta pregunta la hizo Adolfo Moreno e iba sobre el aparcamiento de Instituto Gerardo Diego en particular y las zonas abandonadas en general. Extrañamente, la volvía a responder Pablo Gil, lo que me hizo pensar que tanto protagonismo de este inefable Teniente de Alcalde tenía truco. Ya daré la respuesta. El caso es que Pablo Gil no trabaja pero es un ratoncillo sabio de la política pozuelera y aprende rápido.
En la pregunta de Bascuñana, la alcaldesa dijo que no la respondiese porque iban varias preguntas en la misma. En esta de Adolfo pasó lo mismo. Y aunque la alcaldesa no dijo nada, el pillo de Gil dijo que eran muchas preguntas y que eso lo prohibía el reglamento. Y el tío no contestó. Ándale. Me cuentan que Adolfo se quedó con la boca abierta y aún no ha sido capaz de cerrarla. Hablan de la posibilidad de ir a una Casa de Socorro para que le den algo.
La cara de Gil, por otra parte, es de cemento armado.
Y eso fue todo. La semana que viene, otro Pleno. El Extraordinario de Presupuestos. Más madera para los barcos y más disgustos para la Oposición. Y aquí lo contaremos.
El Capitán Possuelo