El Fantasma de don Agustín piensa que el asesinato de Pozuelo no puede quedar en un minuto de silencio y en el olvido sino en una revisión de todos los protocolos de prevención

No, no ha sido una semana más.
Ha sido una semana triste, muy triste parta esta villa.
La violencia ha vuelto a ser noticia. Y en esta ocasión nos ha tocado muy de cerca. Ha sido aquí al lado, prácticamente aquí mismo. Otra vez, una más, una mujer ha sido asesinada. Otra vez más se ha impuesto la sinrazón.
Después, lo consabido y esperado en estos casos, minuto de silencio, concentraciones, repulsa, palabras, rasgamiento de vestiduras, día de duelo, banderas a media asta. Todo eso está muy bien, pero todo ha sido después, demasiado después. Todo eso es necesario, pero también insuficiente, demasiado insuficiente.
Nada de lo que se ha hecho después puede devolver la vida a esa mujer, nada de lo que se haga a partir de ahora servirá para devolverles la madre a esos niños.
La tradicional liturgia que habitualmente se monta en estos casos, para lo que únicamente sirve es para calmar las conciencias. Para acallar esa voz interna que señala que no se ha hecho, o no se ha sabido hacer lo suficiente, lo necesario para evitarlo. Que repite que, de una forma u otra, no se ha estado a la altura, que insiste, de forma machacona, en que algo se ha podido hacer mal.
No, no ha sido una semana más y, por lo tanto, no se debe permitir que deje de serlo.
Lo fácil, lo acostumbrado, lo que marca la tradición es dejar pasar los días, uno tras otro. El tiempo, dicen, suele curar casi todo.
Poco a poco se volverá al quehacer diario, a las ocupaciones diarias, a las preocupaciones habituales. La actualidad irá dando lugar a nuevas situaciones que acaparen la atención y que, poco a poco, se termine por olvidar y se pase página.
Y así, más pronto que tarde, todo quedará reducido a un nombre, a un simple dato, que únicamente habrá servido para aumentar una ya demasiado larga lista que parece no tener fin.
Lo difícil, pero lo que sin duda es preciso hacer, es mantener viva la memoria, tener siempre presentes unos hechos.
Porque parece que algo ha debido fallar. O bien no se han aplicado convenientemente los protocolos existentes o, si se han llevado a cabo de forma correcta, han demostrado no ser lo suficientemente eficaces.
Volver a plantearse todo. Ese es el primer paso para tratar de evitar que hechos así puedan volver a producirse.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”