El ilustre pozuelero Francisco de Húmera y la victoria de los tercios españoles en Empel (Países Bajos) gracias al milagro de la Inmaculada Concepción. Un artículo de Juana de Sumas Aguas

El Milagro de Empel, también llamado Batalla de Empel, durante la Guerra de los Ochenta Años, en la que el Tercio Viejo de Zamora, comandado por el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, derrotó en condiciones muy adversas a una flota de diez navíos de los rebeldes de los Países Bajos, bajo mando del almirante Felipe de Hohenlohe-Neuenstein.
En España, la tradición católica ha considerado que la victoria fue gracias a la intercesión de la Inmaculada Concepción y por ello fue proclamada patrona de los Tercios españoles, actual Infantería Española.
Cuenta la leyenda también que, en el nacimiento de esa tradición, estuvo el ilustre pozuelero Francisco de Húmera que, en aquel entonces, era vicario general de los Tercios en los Países Bajos y administrador de los Hospitales Reales para los propios Tercios en el período 1.579-1.590. Y que un año después de esa victoria, en abril del año 1586, fue designado Protonotario Apostólico por el propio Papa.
De acuerdo con las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio español, compuesto por unos 5.000 hombres, combatía en la isla de Bommel, en Países Bajos, situada entre los ríos Mosa y Waal y bloqueado por completo por la escuadra holandesa. La situación era desesperada para los españoles ya que al estrechamiento del cerco se sumaba la escasez de víveres y ropas secas.
El almirante holandés propone entonces a los españoles la rendición con honores conservando armas y estandarte.
El maestre Francisco Arias de Bobadilla responde: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra, ya hablaremos de capitulación después de muertos».
Ante tal respuesta, el holandés abrió los diques de los ríos para inundar el campamento español.
Pronto no quedó más tierra firme que el monte de Empel, donde se refugiaron los soldados españoles del Tercio. En ese momento un soldado cavó una trinchera y tropezó con un objeto de madera allí enterrado, una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Anunciado el hallazgo, colocaron la virgen en un improvisado altar y Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose Inmaculada.
Esa noche se desató un viento inusual y frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro»…
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia.
Pero eso no hubiera sido suficiente si Francisco de Húmera, como Protonotario Apostólico, no hubiese llevado el relato del milagro ante el Papa Sixto V.
Juana de Sumas Aguas