Réquiem por Montegancedo si se mantiene el furor urbanístico que se proyecta sobre él en defensa de un raro interés público y de una legalidad demasiado escrupulosa con la ley
Un pedazo de monte abandonado, confinado entre la M -40, la urbanización la Cabaña y la urbanización Montepríncipe. Su olvido, sin duda, debido a las instalaciones militares que albergaba, Los Polvorines, hacía de la zona un lugar alambrado, de difícil acceso y ajeno al desarrollo urbanístico de los años 70. Los montes de Boadilla, territorios del Condado de Chinchón, Duques de Sueca, eran cotos de caza de la aristocracia, que se extendían hacia el noreste hasta la Cañada (de las Carreras) saltando hacia el monte del Pilar y hasta el Pardo. Hacia el sur terminaban con el recinto militar de Retamares-Venta de la Rubia y se extendían por el oeste hasta Villaviciosa y el rio Guadarrama. Estos montes constituirían hoy un área natural inestimable y relevante desde cualquier punto de vista.
La fragmentación de los mismos mediante herencias y sucesiones, ayudó a su recalificación como urbanizaciones, con acuerdos entre los alcaldes de los municipios donde se ubicaban, como oportunidad de obtener, para sus propietarios, rendimientos económicos de los montes que ya no valían nada ni como explotación ni para la caza y para los Ayuntamientos próximos a un Madrid en plena expansión, la garantía de su desarrollo, sueldos y supervivencia gracias a las licencias de obra e impuestos que podrían generar.
La aristocracia española recurrió a la actividad urbanizadora de sus fincas como alternativa para obtener ingresos de sus tierras. Nuestra aristocracia, salvo algunas excepciones, no encontraría digno el trabajo, ni en la transformación industrial ni en la bolsa, como había hecho la europea, nuestro pasado de “Señoríos” equipararía cualquier actividad fuera de la militar o el clero a la condición de plebeyo o a la temida burguesía que acabaría con su clase. Según este modelo y el desarrollo urbano de los 70 pudieron generarse Montepríncipe, Prado Largo, Monte-Alina, Monte Claro, Las Lomas, Campodón, El Bosque etc.
Estas urbanizaciones se proyectarían para vivienda unifamiliar en grandes parcelas, lo que comprobamos hoy que no fue muy desacertado para la conservación de su arbolado, pues la mayoría de pinos y encinas han sido mantenidos, incluso aumentados. El ser humano en sus jardines incrementa siempre el número de plantas y árboles, a pesar de que inicialmente los destruye. Esto permite desde un vistazo lejano un cierto paisaje continuo de monte alto, lo que no ocurre con la vivienda intensiva, en bloque o colectiva, que distorsiona siempre el monte, lo cercena con su tamaño, sobresaliendo entre las copas y desfragmentando la línea de horizonte del paisaje natural.
Constatamos que este pequeño residuo de Montegancedo, apenas 70 Ha, no constituye un entorno natural propio de la red Natura 2000, no tiene especial importancia respecto a la singularidad de fauna y flora que soporta, ni que su construcción o no tenga incidencia directa sobre las grandes apuestas de los protocolos de conservación ambiental, cambio climático o apuestas 2030, sino que se trata de un pequeño reducto entre urbanizaciones, entre suelos urbanos ya consolidados, cuya relevancia va a ser antes que nada urbana y no como medio natural. Pero esta relevancia urbana es extraordinariamente importante. Primero debemos resaltar que ambos extremos, urbanismo y medioambiente, están íntimamente ligados y que no pueden desligarse. Es cierto que el medio ambiente tiene su función específica en las grandes zonas de reserva, de parques naturales, de sierras, ríos, grupos de fauna y flora etc. y que el urbanismo atiende al desarrollo de la ciudad. Pero si nos tomamos en serio el desarrollo de la ciudad y su territorio, sobre todo en Europa y su interconexión, para procurar unas ciudades no invasivas e interconectadas con el medio ambiente próximo, resulta primordial la conservación de áreas como la de Montegancedo, que adquieren un interés máximo.
La cualidad singular de este pequeño reducto, es precisamente ser un fragmento de aquel territorio de pinares y estar próximo y pegado a los suelos urbanos, ciertamente un privilegio como pequeño parque forestal: arena blanca, jara, retama, cantueso, tomillo, romero, esparragueras, cardillo, cardo; pino, encina, morera, olmos, acacia, higuera y almendro definen este territorio. Chicharras, grillos, culebras, escorpiones y tarántulas; tierra de conejos y extintos gamos, de torcaces, urracas y abubillas. Noches de lechuzas, mirlos al alba y ruiseñores, golondrinas y vencejos llenando los días de verano. Todo está allí todavía, presente, sin la necesidad de hacer nada, todo para el que quiera recorrer este territorio, antes de que se convierta en un decorado esquilmado, en un ordinario parque urbano con farolas, bancos y riego por goteo, entre mil cincuenta viviendas.
La ciudad solo debe crecer cuando sea necesario y allí donde resulte conveniente para el menor consumo de recursos, con la menor afección al medio y con las mayores concesiones al municipio. Reducir (no consumir más territorio), Reutilizar (atender a la conservación de los edificios existentes), Reciclar (poner en valor con nuevas intervenciones, usos etc. los suelos urbanos existentes), estas serían las aplicaciones básicas de las tres “R”, fundamentales para el futuro desarrollo del hombre urbanizado.
¿Qué poder municipal que represente los intereses de los habitantes de Pozuelo puede tener la seguridad de estar defendiendo el interés público construyendo 1050 viviendas colectivas en Montegancedo? Sí, el urbanismo es una actividad exclusivamente desarrollada para el interés público, su única justificación legal es atender a esta finalidad, pero parece que solo entendemos un urbanismo especulativo que se admite sin ruborizarse. Se supone que todo Proyecto de Planeamiento satisface la necesidad general, pero en muchos casos solo satisface a la expresada por los equipos políticos que lo encargan, supuestamente nuestros representantes, en su negociación abierta con los grandes propietarios de suelo. La ley no está pensada para ello, pero su perversión es admitida impunemente. No nos dejemos engañar con la defensa de la legalidad escrupulosa que esgrimen algunos de nuestros políticos en el desarrollo de Montegancedo, solo se trata de un puro trámite administrativo y burocrático, cae por su base más evidente: ¿a quién beneficia? ¿A los habitantes de Pozuelo?
Nadie en su sano juicio podría pensar que con las placas que puso el Ayuntamiento en el año 2003 “Parque periférico de Montegancedo” podría aquello devenir en el expolio que se nos avecina. Expolio: despojar (a alguien o algo) de forma violenta o ilegal. Aquí, despojar a este suelo de su carácter de Sistema General Dotacional público que fue aprobado por todos (Ayuntamiento y C.A.M.) en 1994, por un aprovechamiento lucrativo privado de 1050 viviendas libres (2000 coches y 500 motos), sin justificación del superior interés público que esto supone: claramente ninguno. Por esto, en nuestra deducción, se trata de un expolio, aunque solo un juez pueda asegurarlo.
Luis Segundo Arana Sastre, Doctor Arquitecto Europeo
Sin duda esto acabará en los tribunales y por lo penal. Si la señorita quislant quiere seguir los pasos de Jesús Sepúlveda y acabar en la cárcel ya sabe lo que tiene que hacer, pasarse de lista e incumplir la ley. Nos tendrá enfrente.
Muchas gracias por su participación. Saludos
Solo los vecinos de La Cabaña tiene derecho al monte y su destrucción, sus abuelos arrasaron la zona plantando casas en medio del bosque hace 60 años. Siguiendo su ejemplo surgieron los Monte Principe y los Monte Alinas. Ellos y solo ellos tienen el derecho “de pernada” sobre lo que se hace o no con la propiedad privada de otros. Si señor Segundo, las leyes se cumplen y la propiedad privada y su respeto absoluto a la misma intocable, es la base de una sociedad libre de tiranías.
Muchas gracias por su participación. Saludos