La peste china, malgobernada en España por la coalición social-bolchevique, está ahogando la libertad: Esperemos recobrarla pronto. Junto al amor, es el bien más preciado de la vida
Este Viernes de Dolores pasado llamé al párroco de mi barrio en Pozuelo de Alarcón preguntándole si el Domingo de Ramos habría misa porque me gustaría ir a ella. Me dijo que si voy a misa y aparecen los polis (a quienes, según mi criterio, están obligando a comportarse como tocapelotas) nos denunciarían a él y a mí.
Me quedé de piedra.
Eso era leninismo puro y duro. Un grave ataque a la libertad. Más que prohibiciones que pongan limitaciones, como hacen en los supermercados: número máximo de fieles, separación entre ellos, mascarillas, guantes o cualquier otra ocurrencia.
Hay personas para quienes la religión es tan vital como el comer, es alimento del alma.
Si tan peligrosos son los grupos de personas ¿por qué en un templo de cualquier religión (católica. musulmana, sionista,…) no se puede regular el acceso, como por un supermercado?, por ejemplo. Prohibir porque sí, con el pretexto de cuidar de la salud, es un atentado contra los derechos humanos, sectarismo puro y duro.
Pero es así. La coalición social-bolchevique, que ahora malgobierna en España, con la pretensión de librarnos de esta peste china nos ha condenado al encierro y con su política económica va a conseguir que si no nos mata la peste lo haga el hambre derivada del paro que no para (¡834.000 parados más en los últimos quince días del mes de marzo!) o el aburrimiento.
Este malgobierno social-bolchevique sigue la teatrera y falsa superioridad moral e incluso intelectual que se atribuye la que antes se llamaba izquierda (y que ahora habría de llamarse desnortada porque no sabe dónde va) por esa vanidosa pretensión ignoró las advertencias de la OMS (3 de febrero) -e incluso de algunos distinguidos socialistas como Miguel Sebastián- que avisaban de la próxima llegada de la peste china y que urgían al gobierno para que pusiese vallas sanitarias y evitase su entrada aquí.
Nuestros bolcheviques, más que los socialistas, se hicieron los sordos porque querían repetir lo que sus antecesores rusos hicieron en 1917, en plena guerra mundial. El 23 de febrero del calendario juliano de ese año, que se corresponde con el 8 de marzo del gregoriano, se celebraba en Rusia, único país que lo hacía en esa fecha, el Día de la Mujer. Las trabajadoras del sector textil de Petrogrado se manifestaron por las calles gritando: “¡Queremos pan!¡Abajo la guerra!”. Las siguieron los hombres y comenzó la llamada Revolución de Febrero que acabó con el zarismo, la monarquía rusa, e implantó el comunismo bolchevique.
Despreciando a la OMS, a múltiples sanitarios y otros personajes distinguidos (entre ellos el citado Miguel Sebastián) el 8 de marzo de 2020 las actuales bolchevicas (¿será ese el femenino adecuado?) españolas, el día del aniversario de la primera revolución feminista rusa se manifestaron en Madrid para recordarla, aunque disimulándola con la reivindicación de sus derechos sexuales y la libertad para ir solas y borrachas.
En el fondo, tanto ellas como los hombres que las jalearon, estaban pidiendo el fin del actual régimen monárquico-constitucional y el establecimiento de una posible Unión de Repúblicas Federal-Socialistas Ibéricas que sería bendecida por alguien que por su apellido, Iglesias, cree tener poder para ello ya que no hace más que decir que España está constituida por muchas naciones ¿Las treinta y tantas autonomías (reinos cristianos, reinos moros o de taifas y condados catalanes) de1035? ¿Los pretendidos 29 cantones de 1873? ¿Las 17 comunidades territoriales actuales? (Lo de Ibéricas evitaría el empleo del adjetivo español tan rechazado por las pretendidas repúblicas euskalduna y catalana y los bolcheviques quienes jamás lo emplean).
El presidente del gobierno español, un tal Sánchez, muy en su papel del inepto Kérensky ruso, que no supo o no quiso frenar la revolución, aplaudió y cortejó -sigue haciéndolo- a las mujeres que quieren romper España e ir solas y borrachas. Es de esperar que los socialistas de verdad le hagan fracasar y no dejen que no se impongan los bolcheviques… y que por ello nuestro Kérensky no tenga que exiliarse como el ruso. (Por cierto: esas mujeres que quieren ser tan feministas ¿por qué no piden poder cambiar el género gramatical de sus apellidos y pasar a llamarse Calva, Calviña, Montera, Gomeza o Gomaza, etc.?)
El resultado de las manifestaciones del 8-M (y de otros actos insensatos del mismo día: algunos partidos de fútbol, lo de Vox en Vista Alegre e incluso, si apuramos en poco, la Mascletá de Valencia donde lo pasó muy bien -según confesión propia- un tal Ábalos) fue un desgraciado triunfo de la insensatez y la pasividad ante la peste que en los días siguientes contaminó media Espapa.
La puesta en práctica de esa pasividad, posiblemente delictiva por parte de los gobernantes como dice algún abogado, impidió que se hicieran tests de diagnóstico individual para saber si alguien estaba pudriéndose o no por la peste, no se adquirió ningún EPI (equipo de protección individual) para los sanitarios (¡¡¡hoy hay17.000 afectados por ella!!!), etc. Es decir: no se tomó ninguna medida preventiva para impedir o frenar la llegada del mal. Resultado: la peste china se extendió por toda España en pocas fechas y ¡la población española que es el 0,6 por ciento de la población mundial ha sufrido hasta hoy el 20 por ciento de víctimas de la pandemia en todo el orbe! ¡Qué dolor y que vergüenza!
Pero, el gobierno social-bolchevique se sintió feliz (y acaso siga estándolo). Ya tenía el pretexto para imponer su dictadura y dictó medidas liberticidas, algunas tan irracionales como el encierro obligatorio que prohíbe el salir de casa acompañado de un ser querido o tomar una cerveza con los amigos en el bar de la esquina, pero permite sacar al perro de paseo (multa para los desobedientes porque a los polis, convertidos en tocapelotas, se les ha sugerido que no están para servir sino para perseguir al ciudadano) ), paralización de las Cortes Generales para que nadie controle el abuso del poder de los politiqueros que forman el gobierno, control de la prensa en Moncloa a través de un espolique, intervención de la economía para hacer desaparecer a los empresarios (incluidos los autónomos que siempre serán símbolo de la libertad) y que sea el gobierno quien nos dé el pan a cambio de nuestro silencio y el voto. Mentiras y falsedades por doquier (en el número de fallecidos, en las compras oscuras en China sin intermediario claro, en las carencias derivadas de los presuntos recortes procedentes del PP,…).
En definitiva: pérdida de la libertad de los ciudadanos para que los mandamases gocen sin límite de la erótica del poder, bolchevismo puro. ¿No sería útil que un psiquiatra examinase a los politiqueros antes de que lleguen a mandar? Así se evitaría lo que el filósofo francés Jean d’Ormesson llamó la ineptocracia o “el gobierno de los menos preparados para gobernar…y los menos preparados para procurarse su sustento”.
A pesar de todo lo anterior, de tantos males, la derecha con su imbécil y medroso complejo de ser hija ilegítima de la democracia según la izquierda, sigue sin decir ni pío o dando quejiditos, acaso para que no la acusen de franquista. Consecuencia: los social-bolcheviques se crecen más y más y, por ejemplo, la inicial quincena de aislamiento y de miseria -que en su ignorancia llaman cuarentena- la van a alargar a tres o cuatro quincenas como mínimo, más que una cuarentena de las de verdad.
¡Qué Dios nos ampare! ¿Nos devolverán pronto los bolcheviques la libertad y el poder sonreír?, ¿nos devolverán o no nos quitarán el puesto de trabajo para no tener que mendigar el pan y poder dormir tranquilos?
En definitiva: ¿recuperamos pronto la libertad -que junto al amor- es el bien más preciado de la vida humana?
Guzmán el de La Puebla