El vicepresidente Aguado, incapaz de crear una noticia para atraer la atención, vive para contestar, en plan Oposición, a la presidenta Ayuso. Una presidenta incapaz de frenarle
Acudimos con estupor a la creciente tensión entre la presidenta Ayuso y el vicepresidente Aguado. Por más que intenten contarnos que han puesto la tapa a la olla, el agua burbujea y se desborda por los costados.
Aguado “porqueyolovalgo”, que si algo tiene es su “lealtad institucional” al gobierno del que forma parte, no pierde oportunidad de enmendar a la presidenta Ayuso que, cada vez, aparece más noqueada.
Esta semana hemos acudido a varias demostraciones de la “cordial” sintonía que hay entre ellos.
El pasado día 9, la presidenta Díaz Ayuso realizó una entrevista en el diario El Mundo en la que expresaba su deseo de plantear una confluencia con Ciudadanos en Madrid tal y como se propone en otros territorios.
Le faltó tiempo a Ignacio Aguado para declarar públicamente que de eso nada, monada, y que algunos confunden el interés de sus partidos con el interés general. Si yo hubiera sido Ayuso habría salido inmediatamente a decirle que se cree el ladrón que todos son de su condición. Pero no lo hizo. Y le ganó la mano.
También le faltó tiempo al señor Aguado para ponerse del lado del director de Telemadrid en la batalla que éste mantiene con el gobierno regional, mejor dicho, con uno de los gobiernos regionales porque cada vez está más claro que en la Comunidad de Madrid no hay un solo gobierno, lo que equivale a decir que lo que hay es un desgobierno del carajo de la vela.
Menudo ridículo. El director general de Telemadrid ha tardado poco en pedir perdón. Como no podía ser de otra forma.
Parece que Aguado, por mucho que él lo valga, no es capaz de generar noticias por sí mismo pero tiene dos aficiones que definen su tarea diaria: contradecir a su presidenta y presentarse en los actos de cualquier consejero con o sin invitación, sobre todo si hay tele.
Ignacio Aguado que llegó a la política para salvar a la sociedad madrileña de la decadencia a la que, según él, la habían llevado los gobiernos anteriores, ahora sólo quiere salvarse a sí mismo.
En el camino no dejará nada que merezca la pena ser recordado excepto la deslealtad manifiesta al gobierno del que forma parte.
¿Se acuerdan cuando dijo que él veía a los políticos en la tele desde el sofá de su casa y decidió que era el momento de entrar en política para cambiar las cosas?
Pues quizá nos vaya mejor si te vuelves al sofá, tío.
Dracarys