Comienza el baile de los traidores políticos de Pozuelo: Hoy, y empezando este Top Ten, la gran Mónica García Molina. La concejala que sobrevivió a todos, incluso, a Jesús Sepúlveda
He recapacitado mucho, demasiado, en torno a la necesidad de empezar con esta gran traidora política esta saga del Top Ten de traidores políticos que viven de todos los pozueleros.
Y, finalmente, he optado por ella porque ella es la que mejor ha exhibido la sonrisa que siempre acaba con un puñal clavado en el corazón de quien confió en ella. Hablo de Mónica. De Mónica García Molina. Lo demostró el otro día no asistiendo a la convocatoria del Presidente del PP de Pozuelo Enrique Ruiz Escudero pese a venir nada menos que el consejero David Pérez, con lo que le tiene que agradecer a uno y a otro…
Decía Shakespeare aquello de que “Hay puñales en las sonrisas de los hombres (mujeres también), cuanto más cercanos son, más sangrientos”.
Y así es. Mónica García Molina es el primer y más claro ejemplo del perfil de las traidoras políticas que, siendo forastera, lleva viviendo de Pozuelo la friolera de 17 años. Pero que viva de nosotros hoy no importa; que esté preparada o no, tampoco importa; que su CV sea más corto que las mangas de un chaleco (hoy no es el día de analizarlo) o que sea la concejala con más pasta gansa en una cuenta corriente (315.000€), menos aún…
Hoy toca analizar el perfil político-traidor de esta mujer que con su sonrisa hizo sucumbir a aquel Alcalde del que hoy nadie quiere hablar pero que sigue estando muy presente en la villa.
Y es que, señoras y señores, Mónica García Molina llegó a Pozuelo de la mano de un tal Luis (imaginen ustedes el apellido) quien le pidió el favor a Jesús Sepúlveda de que le quitase a Mónica de en medio y la trajera a Pozuelo porque, según cuentan, era tan “pésima en su trabajo” que mejor endosársela al bueno de Jesús Sepúlveda. Y Sepúlveda a este Luis al que me refiero (y no es mi marido), dijo sí. Porque Sepúlveda siempre decía sí.
Esto me lo han contado y yo me lo creo. Me lo ha contado alguien que estuvo en aquella legislatura y fue testigo directo.
Parece ser que doña Mónica por aquél año, 2003, también entró en la lista del PP de la Asamblea de Madrid en un número imposible de pronunciar por la lejanía a cualquier puesto de salida. Nadie se acuerda, pero que andaba entre el 70-80, estamos todos seguros. Pero salió.
Y hete aquí que la señora García Molina pudo compatibilizar ser asesora-eventual-personal de aquel Alcalde y ser diputada autonómica (creemos que un año o a lo sumo dos). Cosas raras que Sepúlveda permitió.
Mientras Sepúlveda la metió en la lista del PP de Pozuelo en 2007, en el PP de Madrid no contaron con ella para repetir. Me dicen que compruebe si repitieron todos los demás. Sólo por comprobar. Y lo haré. A ver si fue la excepción. Que estoy casi segura. Pero vamos, eso es una muestra más de lo que es Mónica G. Molina.
Nunca he recibido buenos comentarios sobre Mónica, ni relacionados con su actitud y menos aún con sus aptitudes. Salvo con una. Ella tuvo absolutamente claro que iba a aprovecharse de su género en política (mucho antes de la política de género), si o si. Y le ha salido redondo. Un aplauso para ella.
Pero como iba diciendo, Mónica empezó a fraguar su futuro en Pozuelo gracias a un hombre. Un político que confió en ella. Quizá el único. Gracias a él accedió a otro personaje que hoy sigue siendo su mayor apoyo, aunque niegue sus raíces en Pozuelo.
¿Os acordáis del tal Ángel Fernández, mano derecha de Sepúlveda? Pues ese. Y gracias a este hombre y de quien fue su jefe, cuentan que ahora sus ingresos “maritales” se han multiplicado por dos.
Pero claro, ¿cómo ha podido llegar aquí una mujer que siempre presumió, durante el mandato de Sepúlveda, que ella era íntima amiga de Jesús, Alcalde, y de la entonces novia que nos exhibía a todos?
Tobby espera mi respuesta. Manolo lo ha tenido siempre claro. Mi prima dice que alucina. Y casi todos los que compartieron aquellos años afirman lo mismo:
Traicionando. Clavándole el puñal más doloroso que jamás nadie pudiese haber imaginado. Negando, como San Pedro, al único político que dio la cara por ella. Señalándole como corrupto ante sus sucesoras en la Alcaldía. Queriendo ponerse un “vestido” de dignidad y pulcritud que a todos asusta y todos niegan tajantemente.
Pero no sólo traicionó políticamente a Jesús Sepúlveda. ¡Qué va! Su traición se gesta legislatura a legislatura. Luego fue a Paloma Adrados. A Félix Alba. A Quislant. Bueno, no, o sí. Ahora a Enrique Ruiz Escudero. (Espera que muevo ficha) No. Ahora a Quislant otra vez. A Enrique. Ella va y viene. Y ahí sigue.
Y agotada, el otro día, Mónica decidió quedarse en su casa madrileña. Con su marido. Al calorcito del hogar mientras el jefe de su marido acudía a la sede pozuelera del PP a dar una charla.
“Cari, no puedo ir a esa charla y enfrentarme a Susana. Esta es capaz de quitarme el sueldo. Y ERE lo sabe y me perdonará. Le dirá que estoy con él. Y tú haz lo mismo con David. Díselo. Él lo entenderá. Y si no puedes, se lo diré yo. Ya me encargaré de llorar y llorar y llorar, como decía la ranchera”…
Esto es lógicamente una versión libre para la radio, como diría El Capi, pero podría haber dicho perfectamente García Molina. Podría o lo dijo, no lo sabremos nunca. Tampoco importa.
Pero lo que tenemos absolutamente acreditado es que Mónica García Molina estará en la operación Oria (de esta Operación ya hablaré algún día porque está en marcha) pero, mientras, tendrá la capacidad de decirle a Quislant que ella siempre le será leal.
E intentará, al mismo tiempo y bien que lo sé, descalificar a esta costurera y a mi Capi…Y lo mismo hasta llama a Sepúlveda para negarle sus traiciones.
Y, quien sabe, lo mismo llama hasta a Adrados.
Ella es así.
Pero que muy así.
Una traidora. Políticamente hablando, claro.
Sira Q.