El Chicle, ante el pozo al que arrojó a Diana Quer, le dijo al Capitán de la OCO que le acompañaba: “No quiero ir, tengo grabada la cara de la niña”
La séptima sesión del juicio contra José Enrique Abuín Gey, El Chicle, por la detención ilegal, agresión sexual y asesinato de Diana Quer se centra este miércoles en la investigación de la Guardia Civil que logró desmontar al acusado, que confesase el lugar en el que había ocultado el cadáver 497 días atrás y, una vez localizado el cuerpo, apuntalar las pruebas que pesaban contra él.
Meses de investigaciones e informes se expusieron ante el tribunal de jurado y, además de los detalles ya conocidos de un caso sobre el que han corrido ríos de tinta, salieron a luz detalles que para las indagaciones no resultan fundamentales, pero sí ayudan a retratar al acusado. Se ha sabido que, cuando se encontró ante el pozo, sintió “cierto reparo” en acercarse porque no podía sacarse de la cabeza la última imagen que tenía de la víctima.
El capitán de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil José Miguel Hidalgo, que interrogó a Abuín Gey tras su detención el 29 de diciembre de 2017 por el intento de secuestro y agresión sexual de una joven en Boiro, relató que ya confesó el crimen -al principio explicó que por atropello- en su primer interrogatorio, pero, antes de guiarles ante el cadáver, les dio dos ubicaciones falsas.
El propio sospechoso pidió declarar de forma voluntaria tras saber que su mujer y sus cuñados le habían dejado sin coartada, de tal forma que entre la tarde del 30 de diciembre y la madrugada del 31 de diciembre declaró dos veces y en las dos confesó. Fue en el segundo, ya de madrugada, en el que habló de la nave abandonada de Asados (Rianxo). Finalmente, a las cinco de la madrugada del 31 de diciembre, les llevó al lugar y les señaló el pozo al que la había arrojado.
Fue ese momento en el que el acusado, que, según los forenses, no muestra ningún arrepentimiento sobre los hechos de los que le acusan, sintió esos reparos. El capitán Hidalgo le acompañaba por el interior escasamente iluminado de la nave y, llegado a un punto, El Chicle no quiso seguir. Cuando le preguntó por qué, le respondió: “No quiero llegar hasta el pozo, se me ha quedado grabada la cara”.
Las palabras no son literales, sino lo que recuerda de ellas el capitán de la UCO. El homicida confeso de Diana le dijo: “Tengo grabada la cara de la niña como si la estuviera viendo ahora mismo”. Tal y como ya contó ante el juez de instrucción, este miércoles relató que Abuín Gey le contó que había vuelto unos días después, un mes aproximadamente, había levantado la arqueta que tapa este pozo subterráneo, vio la cara flotando y “la fondeó”.
Esta declaración espontánea del acusado a este investigador justo antes de que abriesen este pozo de 10 metros de profundidad y encontrasen a Diana sumergida a 50 centímetros del fondo se contradice con lo que él declaró en el juicio que se está celebrando en la Audiencia Provincial de A Coruña, pues señaló que lastró el cadáver ya esa misma noche del 22 de agosto de 2016 en la que la mató.
Sin embargo, sirve para afianzar la tesis de la Fiscalía y la acusación particular, que acusan de forma coordinada y sostienen que regresó 20 días después y lastró el cuerpo con los dos bloques de 18,4 kilos que lo rodeaban cuando apareció.
En ese momento El Chicle se quedó a unos 10 metros, pero marcó el lugar exacto donde estaba el pozo, que los investigadores no veían por la falta de iluminación dentro de la nave. A partir de ahí entró el perro Elton y marcó la arqueta indicando que allí había restos y los investigadores que se encontraban con él dieron aviso a la Comandancia coruñesa y a la comitiva judicial. Se había terminado una búsqueda de Diana Quer iniciada 497 días antes.
Este investigador detalló durante dos horas toda la investigación y reveló que cuando se produjo la detención del acusado por el caso de Boiro, por el que en abril fue condenado, se precipitó una investigación que ya tenían encaminada. Ya en ese momento “no tenemos ninguna duda de que es él” en base a las pruebas de las geolocalizaciones de los teléfonos del sospechoso y la víctima y al análisis de los movimientos de su vehículo Alfa Romeo la noche de la desaparición y tenían previsto detenerle a mediados de enero de 2018.