Segunda crónica de un Pleno en el que el Gobierno quiso salvar a su alcaldesa de sus tics dictatoriales y se negó a entrar en la historia de Pozuelo apostando por sus arroyos

Empiezo esta segunda parte de la crónica rememorando a Fray Luís de León y su ‘como decíamos ayer’. Como decíamos ayer, el Pleno de marzo resultó ser muy peculiar, divertido políticamente hablando dije, ya que se habían presentado cuatro mociones sin sentido que no afectaban para nada a Pozuelo, pese a que sus defensores nos la habían querido colar como tales; una moción más que trató de camuflar un desliz dictatorial de la alcaldesa Quislant y una sexta, una sola, que se había dedicado a Pozuelo, aunque el Gobierno la había rechazado porque no era de su competencia municipal.
De las cuatro primeras, ya hablé ayer entre alucinado, seducido y algo confuso. Les estamos pagando una pasta gansa a estos señores del concejo para que trabajen por Pozuelo y nos cuentan cosas que podrían valer lo mismo para Villar del Río o la Ínsula Barataria que para esta villa.
Para hoy, en cambio, dejé las dos mociones que, a mi entender, aparte de referirse a Pozuelo, hablaban de dos problemas muy importantes para esta villa: La alcaldesa Quislant y el agua de sus arroyos.
Empezaré por la moción que hablaba del problema político que representa la alcaldesa Quislant para Pozuelo. Porque esta mujer es un problema político importante para esta ciudad. Un castigo divino. La moción, inspirada por ella misma y defendida por Félix Alba (esta vez he decir que no estuvo nada bien) trataba de echar un velo de alquitrán, que todo lo tapa, a su desliz dictatorial del Pleno de Febrero para tratar de ocultarlo a sus jefes de Madrid. No se puede entender de otra manera que se proponga crear una comisión que estudie la reforma del Reglamento Ordinario del Pleno (ROP) cuando unas semanas antes ya se había reformado ese ROP a las bravas. Dictatoríalmente, como únicamente sabe hacer política la alcaldesa de Pozuelo.
De esta moción ya hemos hablado mucho en este periódico por lo que no entraré demasiado al fondo del tema pero ayer estaba muy interesado en saber el argumento que usaría Félix Alba para defenderla. Intelectualmente, era algo muy atractivo porque estábamos hablando de la cuadratura del círculo.
¿Qué diría el primer teniente de alcalde para justificar una moción que en el Pleno de marzo decía lo contrario que había dicho él mismo en el Pleno de Febrero?
Al tema, además, se había unido que la Oposición, en una jugada administrativa muy buena, había esperado a agotar los plazos administrativos para presentar la solicitud de un Pleno Extraordinario sobre el tema en solitario y no como sucedió con el Pleno Extraordinario de C’s y las tasas de alcantarillado. Esta vez será un Pleno Extraordinario solo para hablar de la absolutista Quislant…
Y Félix, ante la imposibilidad de cuadrar el círculo, le echó cara al asunto. Fue algo extraordinario. Si Félix fuese turco no tendría inconveniente alguno en decir que la batalla de Lepanto la ganaron los otomanos. Y se quedaría igual. Impasible el ademán. Y se iría después a comer al Urogallo con todos los concejales a celebrar su ocurrencia y a reírse de los contribuyentes que pagan sus sueldos.
Alba dijo que lo de Febrero eran aclaraciones sobre dudas interpretativas (alucina, vecina), algo así como unos arreglillos de chapa y pintura al ROP y lo de ayer era una revisión a fondo de su motor. O sea, reformar el ROP en febrero para que la oposición no le moleste a la señora Quislant y, ahora en marzo, ante el gran atropello democrático, el mismo concejal consideraba la cosa como algo menor y defendía una nueva reforma, esta vez importante. Eso es política para este caduco PP.
Sigo defendiendo que esa moción era la del miedo. La del miedo que le ha entrado a Quislant ante la barbaridad democrática que cometió.
La Oposición estuvo muy dura con él y con ella. Félix no levantó la vista del papel que leía. Ella no se apoyó en su codo derecho, como una niña admirada de lo bien que habla el profesor, como suele hacer cuando habla Alba. Váyase, señora Quislant. Y usted también, Alba.
Pero si esto fue un dislate político, algo parecido le sucedió a Eduardo Oria defendiendo la acción gubernamental ante la moción del PSOE que pedía que el Gobierno de Pozuelo pusiese en marcha un plan de mejora integral de los arroyos de municipio.
En la propuesta que hacían, los socialistas pedían el saneamiento y la restauración hidrológico-forestal de todos los arroyos de la ciudad, que son muchos, y su puesta en valor por la relación histórica con el agua que tiene Pozuelo y, de paso, que se mejorase urgentemente la depuradora de Húmera.
La moción era preciosa. De esas que todos los gobiernos esperan para lucirse. Pozuelo de Alarcón y el Agua. Pero a Oria, el agua le resbala. Solo le sirve, como a Pilatos, para lavarse las manos. Y se las lavó. Vive en Villalba y es otro político turronero que cada legislatura está en una feria distinta de un pueblo distinto.
Su justificación fue la de siempre: no tenemos competencias, estamos en ello, no es fácil y eso requiere mucho dinero. Lo que requiere, Oria, es ganas de trabajar y querer hacer algo por esta villa. Has vuelto a perder, tú y tu señorita Rotenmeyer, una oportunidad histórica de pasar a la historia grande de Pozuelo.
Pero no se le pueden pedir peras al olmo.
El Capitán Possuelo