Juan Álvarez Gato, insigne poeta pozuelero del Siglo XV, al que el rey don Juan II honró regalándole su espada cuando le armó caballero
En el capítulo cuarenta y uno de la Relación que nuestros vecinos de Pozuelo cumplimentaron por mandato de Felipe II, los relatores manifiestan: “En el dicho lugar hay dos casas antiguas que fueron de buenos edificios , e que la una de ellas conoscieron ser de un Juan Álvarez Gato, hijodalgo, e la otra de Hernand Álvarez Gato, hidalgo, ambos difuntos, en tiempos de su Majestad del rey Fernando e por tales hijosdalgo les vieron tener e reputar”
Juan Álvarez Gato, destacado poeta madrileño del Siglo XV, hacendado en Pozuelo, tiene su propia leyenda vinculada a una espada regia.
Según relatan las crónicas de hace dos siglos, el rey don Juan II gustó mucho de su comunicación y le honró tanto que le armó caballero el año 1453, dándoles la espada que traía ceñida, en cuya memoria la dejó vinculada en su mayorazgo.
Y no solo esto, sino que el mismo monarca, yendo de caza desde Madrid al Pardo, como le echare de menos preguntó por él y respondiéndole que estaba en Pozuelo de Aravaca a ver su hacienda y que había estado algo indispuesto, mandó el rey atravesar el camino diciendo: “Vamos a verte, que es mi amigo y le debemos visitar”.
La crítica moderna se ha manifestado en contra de la veracidad del relato regio, sin embargo no ha podido ocultar el hecho de que, mediado el Siglo XVII, su descendiente Garci Díaz de Liana Gato hiciese mención en su testamento de la espada de a caballo que estaba vinculada en el mayorazgo de su familia: la espada de Juan Álvarez.
Nuestro hidalgo, relacionado desde temprano con la Casa noble de los Mendoza de Guadalajara, desempeño varios oficios en las cortes de los últimos reyes de la casa de Trastámara.
Entre las cláusulas de su testamento aparecen aquellas en las que lega a su sobrino Diego Hurtado las tierras “que tubieron arrendadas Juan Gómez e Llorente Muñoz, vecinos de Pozuelo”, y otra donde expresa su deseo de que su hermano Per Álvarez herede su “Casa Principal de Pozuelo”, entregando asimismo a la iglesia de San Salvador de Madrid para fines piadosos “Las alcabalas que poseía en Pozuelo y su seísmo”.
A manera de homenaje al primer vecino ilustre , traigo a esta páginas el poema que mandó grabar en su sepulcro:
“Aparéxate a querer
bien morir,
y el morir será nacer
para vivir;
y por Dios mira y avisa
por este siglo mudable
no pierdas el perdurable”
Carlos H. Fernández del Valle