El temporal: lo peor está por llegar

No es esta reflexión de hoy una crítica a los servicios meteorológicos; antes bien debería ser un homenaje a una actividad demasiado poco conocida, extremadamente compleja y que rinde a la comunidad unos inestimables servicios. No conozco estadísticas acerca de los beneficios económicos que reporta a los ciudadanos, pero sin duda han de ser muy cuantiosos. Agricultura, industrias terrestres y marítimas, ocio, servicios de emergencia, etc, necesitan hoy imperiosamente saber qué tiempo hará para planificar sus actividades. Bueno, incluso nosotros mismos deseamos saber si mañana lloverá o nevará, si nos convendrá más llevar nuestro coche o ir en transporte público o si deberemos abrigarnos más para evitar posibles gripes como la que estos días nos visita.
Y cuando vemos a los “hombres y mujeres del tiempo”, como popularmente los llamamos, ellos no son más que los receptores finales que gestionan y calculan infinidad de parámetros -presión atmosférica, temperaturas, humedad, dirección y velocidad de los vientos y otros muchos datos provenientes de satélites, buques y estaciones meteorológicas- que se traducen en esos complejos mapas del tiempo que solemos ver en las pantallas de televisión o en las webs de meteorología y que nos permiten a cualquier ciudadano disponer de una información no hace tanto solamente accesible a los Centros especializados donde se cuece la meteo mundial.
Desde aquél pionero llamado Mariano Medina, que desde 1956 y durante casi 30 años veíamos en las pantallas en blanco y negro de TVE a este primer “hombre del tiempo”, la proliferación de canales de TV trajo consigo una numerosa prole, hijos profesionales de D. Mariano, que hoy día pululan por prácticamente todos los Servicios Informativos de todas las teles de nuestro país.
Y aquí viene nuestra critica, si bien esta vez necesariamente amable sobre estas caras populares de la meteorología, pues llegó a darse incluso el caso de que para hacer crecer artificialmente la audiencia de algunos de los muchos noticiarios de las cadenas, unieron al espacio obtenido por el informativo en sí, la audiencia de la previsión del tiempo, que llegaba a tener más seguidores que las propias noticias.
Y fue a partir de entonces cuando nuestras estrellas de la meteorología, sabedores de su popularidad, comenzaron a utilizar todos los truquillos del oficio para resaltar aún más su trabajo. Aunque según nuestro viejo dicho, se cuenta el pecado, pero no el pecador, a nadie se nos escapa que las “chicas del tiempo”, que como en otras muchas actividades televisivas ya sobrepasan ampliamente el número de sus colegas masculinos, empezaron a lucir infinidad de modelitos, unas veces simplemente elegantes, otras algo más escandalosos, aunque por fortuna sin llegar nunca a los extremos de otros países donde estas mujeres se han constituido en verdaderos iconos sexuales gracias a sus escasas vestimentas, a sus sensuales actitudes y, todo hay que decirlo, por la espectacularidad de sus cuerpos, si bien muchas de las que aparecen en países latinos resultan demasiado exageradas para el gusto europeo, sobre todo debido a ese culto contemporáneo a las grandes posaderas.
Pero eso sí, las nuestras, conocedoras de las limitaciones que la sociedad impone en nuestro país, con mucha más discreción tratan de destacar con lo que parecen ser verdaderas coreografías en las que cambia de posición una y otra vez innecesariamente respecto a los mapas del tiempo para lucir su silueta y su al parecer inagotable vestuario desde todos los ángulos posibles. Sus manos inquietas empujan imaginariamente borrascas y anticiclones, mueven los vientos australes y boreales y acompañan a los frentes fríos y cálidos a lo largo y ancho de los continentes.
Y ahora sí es cuando la crítica se vuelve un poco más ácida. Pues ellos y ellas, conscientes de que “el tiempo es noticia”, caen en el mismo vicio de todos los demás informativos: agravar el carácter de cualquier cambio transformándolo en casi catastrófico. Cualquier cambio del tiempo que suponga lluvias, vientos y fríos, se convierte en “un gran temporal” que nos amenaza. La irrupción de aire helado proveniente del ártico supondrá una gran “ola de frío”, donde “lo peor aún está por llegar”. Previsiones que chocan frontalmente cuando un ciudadano de los que habitas en localidades tradicionalmente frías, declara tranquilamente ante una cámara “que no, que bah, que el tiempo por aquellos lares ha sido así siempre por estas fechas, e incluso lo fue peor en tiempos pasados”.
Y tan infaustas noticias suelen llegarnos envueltas en lo que bien podríamos considerar un cursillo acelerado de meteorología que al público, que sólo quiere saber si lloverá o hará frío o calor, ni le va ni le viene.
Así que, por favor, dejémonos de tantos frentes ocluidos, de vientos en la alta atmósfera, de tales o cuales curvas isobáricas o de los posibles escenarios de la previsión a largo plazo, que hasta los más ignorantes sabemos de su inutilidad.
Y bueno, como siempre, al mal tiempo, buena cara.
Abelardo Hernández