El valor de las Palabras
Por suerte para todos, menos para los contribuyentes, todo lo que se dice sobre el futuro en política o relacionado con la misma no tiene ningún valor…, aunque dé votos. Desde que el Sr. Tierno Galván, acuñara la famosa frase “las promesas electorales, son para no cumplirlas“ y siguió como si tal cosa, a la situación actual, tan solo han variado los medios de comunicación que, gracias a las redes sociales, permiten dar una opinión a la Prensa, cambiarla para la televisión y rectificarla en twitter; consiguiendo así, incluso, que el ciudadano, además de no enterarse de nada, pueda decir que su político defiende lo correcto.
Aunque, a mí, lo que realmente me llama la atención es el análisis de los resultados tras unas elecciones. Habitualmente podemos comprobar que todos ganan, si , ya sé que sorprende, pero la estadística es la ciencia que en manos de la política siempre encuentra un espacio que permite al profesional de la misma encontrar el hueco en donde el partido ha mejorado lo realizado anteriormente, para poder justificar, cualquier tipo de resultado y si no, siempre le podremos echar la culpa a la Prensa canallesca que no nos dio cobertura suficiente -aunque algún caso hay – y/o penalizó a nuestro candidato beneficiando al del partido contrario.
Igualmente ocurre con distintos personajes de nuestra vida social que se subrogan la potestad de ubicarse en un perfil progresista -de izquierdas, vamos- porque son nacidos en determinados barrios y como consecuencia de ello se ven marcados con una impronta natural para poder decir y defender, estilos de vida y de conducta social, como si fuese algo exclusivo del origen de su procedencia -muy reciente una famosa presentadora de televisión-, sin considerar que desear el bien común está en la naturaleza de la mayoría de las personas, más allá de su lugar de procedencia, sus ideas políticas y/o sus creencias religiosas.
Si hablamos deportivamente ¡qué decir! solo mandan los resultados y las fotos de ayer, los abrazos de esta mañana y el “contigo este equipo -apúntense al deporte que quieran- se ha hecho grande…”, se transforma, tras una derrota, en la necesidad de un revulsivo y en que siempre es más fácil provocar la caída del entrenador que sustituir a los jugadores que acabarán diciendo, con la boca pequeña : la culpa es nuestra, aunque, eso sí, el que se queda en el paro sea el menos culpable.
En un ámbito más local, sí que me gustaría saber cuál puede ser el valor de las palabras dichas, si tras ganar unas elecciones, la primera decisión que se toma es dejar el ilustre puesto alcanzado democráticamente y marcharse -siempre pensando en hacer un bien superior para el ciudadano ¡faltaría más!-
Y nada mejor para recordarnos la importancia de las palabras que el proverbio japonés, que acaba de recordarnos nuestro piloto más internacional de automovilismo en su respuesta a los comentarios vertidos sobre su futuro por parte del Sr. Herbert: ”procura que tus palabras sean mejor que el silencio“ y pensando en todo lo anterior, seguro que nos vendría muy bien recordarlo, a todos, todos los días, y muy particularmente a nuestra clase política ¿ustedes creen que podrán tenerlo en cuenta?
Como siempre, en nuestras manos está.
Alfonso Nogueiro