¿Por qué una idea sencilla y barata como el badén no funciona casi a gusto de nadie en Pozuelo? Un artículo de Alfredo Sola

La teoría está bien. Más que bien, es impecable: Se pone en la calzada un badén, que constituye un obstáculo pequeñito. Lo justo para que el conductor frene y vaya más despacito. Sencillo y eficaz, ¿no es así?
Para que esta idea funcione, tienen que darse varias circunstancias: Una, que el badén moleste bastante a todos los vehículos que pasan por encima de la velocidad límite, y poco o nada a los que pasan a la velocidad límite o por debajo; dos, que no introduzca más peligro que el que pretende conjurar.
El problema es que nada de esto funciona. Veamos:
– Los vehículos con suspensiones duras (como casi todos los coches pequeños, los deportivos, las motocicletas, las bicicletas, y un largo etcétera) transmiten a la espalda de su conductor, al pasar por el badén a velocidad moderada, un castigo que hace dudar al conductor de la existencia de la justicia en el universo.
– Los vehículos pesados y con buenas suspensiones (SUVs, berlinas, camiones, y otro largo etcétera) apenas se inmutan a casi ninguna velocidad, y solo la educación vial de sus conductores les lleva a moderar su marcha.
– Los conductores en buen estado físico sienten una pequeña molestia al pasar por el badén.
– Los conductores con dolor, cicatrices o cualquier tipo de malestar que se agrave con el movimiento, se preguntan si no sería mejor morirse ya.
– Los vehículos, por su parte, un tanto mosqueados, anotan cambio de amortiguadores en la próxima revisión.
Para acabar de arreglarlo, la molestia no es proporcional a la velocidad. De hecho, es máxima a velocidades cercanas a la de diseño, pero empieza a bajar por debajo… ¡Y también por encima! Convirtiendo el badén en un peligro por otro concepto más aún. Si alguna vez ha visto un coche pasando a 50 o 60 km/h por encima de un badén sin parecer inmutarse, ya sabe por qué es: Las suspensiones absorben mejor los golpes más secos. Es para lo que están diseñadas.
No hay ninguna solución mágica para todos estos problemas, pero existe una que provee de un compromiso mucho mejor y que tiene algunos beneficios colaterales interesantes. Se trata de los pasos de peatones sobreelevados. Donde no hace maldita la falta un paso de peatones, los reductores de velocidad de obra: Que son lo mismo, pero sin el paso de peatones.
A diferencia del golpe seco que proporciona el badén, el paso sobreelevado lo que propone es una rampa. El valor como obstáculo es similar; en ambos casos, la percepción del conductor es que se requiere reducir la velocidad. Pero la rampa, en vez de un golpe seco, es perceptible de manera más homogénea en los diferentes tipos de vehículos. Al tratarse de una rampa, la diferencia entre los diferentes tipos de suspensiones es mucho menor, y lo que percibe el conductor es una aceleración positiva en una dirección inusual, en vez de un golpe seco.
Además, los pasos de peatones sobreelevados también son más agradables para los peatones, y ya no digamos los de movilidad reducida, sillas de ruedas, carros y carritos de todos los tipos, que ya no tienen que vérselas con bordillos mal ejecutados (en La Poza abundan los ejemplos) sino que tienen el mismo nivel que la acera.
En resumen: Los pasos de peatones sobreelevados aportan muchas ventajas y pocos inconvenientes. La totalidad de nuestros municipios vecinos se ha enterado hace años mientras en nuestro pueblo seguimos sacudiendo golpes a nuestros vehículos… Y a nuestras vértebras.
Alfredo Sola