Uno no siempre hace lo que quiere. Un artículo de Tono Rueda

En ocasiones hablo con otras personas sobre nuestra sociedad. Es un tema recurrente en política, porque buena parte de los problemas que padecemos se los podemos achacar a la sociedad que hemos creado.
Casi siempre acabamos coincidiendo en que hemos perdido buena parte de los valores que hacen que una sociedad prospere, el esfuerzo, el trabajo, la honradez, la atención a los demás han perdido valor de cara a nuestro entorno.
Socialmente, vale mucho más alguien que ha pegado un pelotazo, vaya usted a saber de qué manera, que alguien que con su esfuerzo ha logrado sacar adelante una familia o un pequeño negocio. Vale mucho más un político que se ha aprovechado de su condición para el beneficio personal y lleva un Range Rover de 120.000 euros que uno que, por su honestidad, no ha aceptado prebendas ni se ha arrimado al partido que más calienta y conduce un Dacia de 12.000 o va en metro.
Todos lo sabemos, todos lo vemos, todos nos quejamos, pero no actuamos en consecuencia porque nosotros mismos lo valoramos más. Nosotros mismo actuamos al margen de los valores que luego decimos defender.
Es triste tener que aceptar que conceptos como el deber, la dignidad, la justicia, sólo son válidos a la hora de hablar, y las mismas personas que los defienden, incluso con vehemencia, en una conversación privada, se los pasan por el forro cuando actúan. Y es porque “no pueden hacer otra cosa”.
Lo cierto es que cuando uno cumple con su deber tiene que tener la conciencia limpia, porque el deber es lo que marca la conciencia y, aunque a veces nuestra situación laboral o social nos indique que es más acertada una conducta obediente que una justa, nuestra conciencia nos indica indefectiblemente, si es que tenemos eso que se llama conciencia, que lo digno es ser justo, y que ser injusto, aparte de un delito si se es consciente de ello, en la administración pública, ser injusto a sabiendas, es una indignidad. Entiendo la vergüenza cuando se actúa de esa manera, pero la vergüenza no soluciona nada.
Valores. Es el talón de Aquiles de nuestra sociedad. Pero ¿cómo recuperarlos, si quien dice defenderlos no los aplica?
Decía Mario Bendetti, y lo suscribo, que “uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho a no hacer lo que no quiere”. Y en el mismo poema decía algo más, algo mucho más duro pero no menos cierto: “Una cosa es morirse de dolor y otra cosa es morirse de vergüenza”
¡Oiga, no me hable de valores!
José Antonio Rueda, ex concejal de UPyD en Pozuelo