El papelón de Quislant en el Comité de Derechos y Garantías del PP será penoso y cobardón si no es capaz de abrirle un expediente disciplinario a Aguirre

(29-07-15) Hago un alto en las vacaciones y, como consecuencia de ello, en la repetición de artículos en esta columna, porque la actualidad manda.
La publicación del sumario del caso Púnica ha puesto de manifiesto otro nuevo y vergonzoso escándalo de corrupción en el PP de Madrid y creo que debía volver, hoy, para comentarlo. Y más, cuando Susana Pérez Quislant, nuestra alcaldesa, será la presidenta del Comité de Derechos y Garantías del PP que tratará, en su reunión de hoy, ese caso Púnica y expulsará del partido, en palabras de la propia presidenta del PP, al exdiputado de la Asamblea de Madrid y exalcalde de Valdemoro José Miguel Moreno, quien, según el sumario del caso Púnica, dijo que estaba en su cargo «tocándose los huevos» y que para eso se había hecho diputado.
Pero no es eso lo que me ha hecho volver. Expulsar a Moreno por indeseable está tirado. Será como robar a una vieja en ese fastuoso Comité. Matar mosquitos a cañonazos. Hasta el punto que no creo, siquiera, que tuviese que reunirse el Comité. Echar a un tipo sin vergüenza del partido se cae por su propio peso. Lo mismo que a la mayoría de los cabecillas de esa operación Púnica. Está tirado.
Lo mollar de esa reunión, y por lo que he vuelto, está en el papel que hará ese fastuoso Comité con Esperanza Aguirre, a la sazón Presidenta del PP de Madrid.
Si ese Comité de Derechos y Garantías del PP fuese tan libre como dicen los estatutos del partido, a quién habría que abrirle expediente de expulsión, en la reunión de hoy, sería a la propia Esperanza Aguirre. Y eso sí es importante. Porque ella es la culpable política de este nuevo escándalo de corrupción y ya van dos.
Y es que durante su mandato, tanto en el partido como en la Comunidad de Madrid, ha sido cuando se produjeron los dos de los grandes escándalos de corrupción en España. Escándalos intolerables que, dicho sea de paso, están lastrando políticamente al Partido Popular y a la derecha española en general. Estos escándalos son parte fundamental, junto al de Bárcenas, de la eclosión de esta izquierda redentora que se nos ha venido encima. Y la culpable política de que se produjeran en Madrid fue Esperanza Aguirre y su todopoderosa forma de entender las mayorías absolutas.
Pero ¿qué hará, hoy, nuestra Susana Pérez Quislant desde la Presidencia de ese Comité de tan pomposo nombre?
Puf. Nada. Hoy es un Comité complicado y ella se limitará a seguir el guión que le pase Esperanza Aguirre. Echarán a José Miguel Moreno y a alguno más y a otra cosa, mariposa. Y la alcaldesa Quislant tragará. Vaya si tragará. Lo que tú quieras, Esperanza. A ti te lo debo todo. Tú me hiciste alcaldesa, tú me has dado esta canonjía y la otra. La de meterme de rondón en el Comité de Dirección del PP cuando eso me estaba vedado por falta de preparación política.
A Susana Pérez le va bien la fidelidad. Siempre le ha ido bien su fidelidad al partido. Siempre fue aguirrista. Y eso le ha dado vivir 30 años del partido.
Con estas circunstancias personales, ¿cómo va a plantear siquiera la posibilidad de abrirle un expediente a Esperanza por no haberse enterado de lo que pasaba a su lado pese a la gravedad de los hechos? Imposible. Susana le hará de palmera. Bastante ha hecho ya la presidenta del PP cuando, con sus propias palabras, ha dicho que se siente abochornada, que se siente responsable y que se siente indignada. Fue consentidora política de tanto atropello pero ella no se siente así. Y eso tiene que ser suficiente.
Pero eso no puede ser suficiente ni quedar, políticamente, impune. Alguien tiene que decirle basta a esta señora y, al menos, ponerla contra las cuerdas. Pero no será Susana Pérez Quislant. Sería lo suyo, pero no no sucederá.
Lo suyo sería que, en esa reunión de hoy del Comité, tras echar a todos los malandrines importantes que aparecen en el sumario, Quislant hablase con la propia Aguirre y le sugiriese, en privado, que asumiese su responsabilidad política y anunciase un Comité de Dirección del partido en Madrid en el que formalizase su dimisión como presidenta del PP en Madrid que diese paso una gestora no aguirrista que se hiciese cargo del partido hasta el pertinente Congreso. Y que se lo dijese con firmeza para que Esperanza entendiese que si no lo hacía, Quislant anunciaría en la reunión la apertura de un expediente disciplinario. En política, las omisiones, en muchos casos, son tan importantes como las acciones.
Después, lógicamente, Aguirre debería dirigirse al Ayuntamiento de Madrid y presentar su dimisión como portavoz del Grupo Popular porque, a partir de ahora, estará derrotada en todos los debates políticos que se produzcan.
Esa sería la postura de dignidad que Quislant, como presidenta del Comité de Derechos y Garantías, debería exigirle a Esperanza en lugar de ponerse de perfil y consentirle que diga ella no se enteró de nada.
Pero nada de esto pasará y Susana Pérez Quislant habrá debutado como presidenta de un Comité importante del PP pero me temo que, a partir de hoy, llevará su muerte política en los talones.
Menudo papelón hará como no sea capaz de abrirle expediente a su ‘madre política’.
El Capitán Possuelo