La Lira de Pozuelo es una banda sinfónica tan grande que ya tiene los defectos de las grandes bandas sinfónicas: hacen música solo para ellos
(22-06-15) No voy a quitarle el más mínimo signo de puntuación al éxito que obtuvo la Banda Sinfónica La Lira de Pozuelo en el concierto de su 25 aniversario del sábado pasado. Sonó maravillosamente durante toda la noche, demostrando, una vez más su grandeza. Tanta grandeza que ya ha caído en el gran defecto de las grandes bandas: tocan para ellos, no para el público asistente. No interpretan música para la ocasión requerida sino para demostrarse así mismo lo buenos que son. Además, pese a su grandeza como banda, La Lira de Pozuelo sigue cometiendo unos errores de puesta en escena que ya no son de recibo para su calidad. El esplendor de una banda como La Lira de Pozuelo debe ir acompañado de una férrea y espectacular puesta en escena. Ya no es una banda de pueblo en la que todo vale. Nada fuera de la excelencia debería valer.
Pero vayamos por partes que diría Jack El Destripador. Hagamos la crónica de tan importante concierto.
Y empezaré diciendo que no sé por qué, el concierto comenzó tarde. Unos minutos tarde. Y eso es empezar mal. Aunque ciertamente, la banda no tuvo culpa. La culpa fue de las autoridades que llegaron tarde por aquello de darse importancia cuando deberían dar ejemplo de puntualidad. Pero asumiré pulpo como animal de compañía.
Después, cuando empezó, apareció en escena un señor con unos folios en la mano que durante toda la noche fue tratando de conducir el espectáculo entre improvisaciones, dando muestras cada vez que salía de una falta de profesionalidad tan considerable como la falta que hacía que apareciera en escena. Ese señor tendría que haber presentado en off o, como mucho, desde un ladito del escenario. Sin que se le viese mucho. Y, desde luego, debería haberse guardado sus improvisaciones de locutor antiguo y sin gracia ninguna. Estos espectáculos se montan con guión cerrado. Absolutamente, estudiado y medido. No a estilo compadre del presentador.
Sigo. Paso del discurso del señor Álvarez, presidente de la Asociación La Lira de Pozuelo. Los nervios le jugaron una mala pasada. Son cosas que ocurren. Inevitables. Pero de quien no paso es de la nueva alcaldesa de Pozuelo Susana Pérez. Y no paso por muchas razones. La primera porque salió de entre las bambalinas, como una invitada cualquiera, cuando debió bajar desde su lugar en la platea. Y bajar despacio. Como quién es y lo que representa. Sin miedo. Recreándose. Mostrándose a los pozueleros y no casi escondiéndose de ellos.
Su discurso, ay su discurso… Con él pareció que estaba ametrallando a la oposición en un Pleno del Ayuntamiento. Ratatatatatatata. Ratatata. Discurso mal construido. Leído deprisa. Sin enfatizar. Sin ningún atractivo. Huyendo de la ocasión. Y sin anunciar, como era el momento, una propuesta de su Gobierno sobre la Institución. Después hizo mutis por el foro. Ocasión perdida para empezar a darse a conocer. Ocasión perdida para mostrar liderazgo si es que lo tiene.
Y por fin, tras otro rollo del pesado presentador antiguo, comenzó a sonar la banda. Majestuosa banda. No sé por qué eligieron el pasodoble “La Marcelina”. No lo sé. Supongo que para que viniese su autor a dirigir como invitado, pero no era el pasodoble con el que se debió arrancar. La Marcelina es un famoso restaurante de la playa de la Malvarrosa en Valencia y no se entiende que abriese el concierto aniversario de La Lira en Pozuelo. Una pena. Con la cantidad de joyas que existen en el repertorio del pasodoble y me estoy acordando ahora, por ejemplo, de “Suspiros de España”.
Después, se interpretó la conocida obra “España”, de Chabrier. Fantástica interpretación, por cierto, a la que le sobró el Ballet Lirico Español de Cristina Guadaño. Demasiados bailarines para tan pequeño escenario y una coreografía muy pobre para lo que sonaba en el auditorio.
Y en ese momento, una puerta del fondo del escenario se abrió. E, incomprensiblemente, estuvo abierta, unas veces más y otras menos, durante todo el concierto. Alucinante.
A nadie se le ocurrió cerrarla pese a que, aparte de la pérdida de estética, por allí se escapaba la acústica e, incluso, los gatos de La venta de los gatos, del Maestro Serrano, que fue interpretada magistralmente de nuevo por La Lira. Fallo garrafal. Incomprensible para lo que allí estaba sucediendo.
A continuación, la Lira de Pozuelo eligió interpretar un Tango. Pero un tango escrito por un japonés. Y aquí la banda empezó a hacer música para ellos. Como hacen las grandes bandas. Sonaron muy bien. Pero ¿había necesidad de elegir un tango escrito por un japonés con la cantidad de obras maestras del tango que tiene Argentina? La Lira empezó, en ese momento, a salirse de la celebración del aniversario y a tocar para ellos.
A La boda de Luís Alonso le sobraron los invitados. Los que bailaron de nuevo. Supongo que habría alguna razón superior que impidió que estuviese sobre el escenario Aída Gómez. Una pena. Con lo cerquita que ensaya. Guau. Cómo la eché de menos…
Y hasta ahí la primera parte. La puerta del fondo del escenario seguía abierta y la estética del vídeo de la grabación estaba rota. Por cierto, y antes de que se me olvide y ya que estoy hablando de estética, la iluminación del escenario fue manifiestamente mejorable. Pobrísima. Ajena a lo que sonaba. Y la vestimenta de los directores invitados inadecuada. A los directores invitados que dirigieron la banda en esta primera parte se les debió exigir algo más de decoro en el vestido. El concierto era un acto solemne y en un acto solemne no se puede dirigir a una gran banda con una indumentaria playera.
Y en esto que llegamos a la segunda parte. Y la puerta del fondo del escenario seguía abierta.
En esta segunda parte fue cuando La Lira de Pozuelo, definitivamente, se demostró así misma que es muy grande. Increíblemente grande. Los temas que interpretaron estaban elegidos para su propio lucimiento y gustos musicales y para demostrarle al mundo que son la pera limonera, que lo son. Menos mal que, al final, los cohetes sacaron del letargo a unos espectadores de los que se habían olvidado desde la primera nota que sonó. Allí esperábamos algo más popular. Cada concierto requiere de su programa. Y esta obra triple sobraba. Yo, incluso, crucé los dedos cuando el coro empezó a cantar un ‘misesere’.
Sin duda, el fin de fiesta fue grandioso. Felicidades a la Pirotécnica Sánchez de Jaén y a quienes apostaron por ella.
El toque, entrecomillas, de prestigio de Luís Cobos y María Rodríguez estuvo bien. Sin más. Cogido con pinzas por lo del Día Europeo de la Música, interpretaron una composición del propio Cobos, titulada “Todos somos música” que terminaron salvando, de nuevo, los cohetes al darle espectacularidad ya que dio la sensación de que Cobos pasaba por allí y echó un ratico con La Lira de Pozuelo. Lo de María Rodríguez olió a improvisación. Ni estaba anunciada ni tenía micros preparados para cantar.
Y la puerta seguía abierta.
No quiero, con este repaso crítico, desmerecer la actuación de la Banda Sinfónica La Lira. Todo lo contrario. Lo que quiero es exigirle más. Mucho más. Ya lo he hecho alguna otra vez porque creo que su calidad debe estar acorde con su puesta en escena. Y creo que, ayer, esa puesta en escena tampoco estuvo a la altura de su calidad.
Es cierto que, tras esta crónica, se me acusará de pejiguero y de llevar la contraria a todos para llamar la atención. Nada más lejos de la realidad. Lo fácil sería decir que todo fue estupendo. Pero no, porque no fue así.
Yo sólo quiero exigirle más a sus directivos. Sé que se esfuerzan mucho. Que han conseguido un milagro. Pero ahora deben cuidar la puesta en escena de la banda si quieren que deje de ser una banda de pueblo y pasar a ser la majestuosa banda de la Ciudad de Pozuelo. Y para ello es necesario que también cuiden los pequeños detalles.
Y con esto cierro la puerta de la columna aunque no me extrañaría que la del escenario del Auditorio del Torreón aún siga abierta.
El Capitán Possuelo