El Día del Niño y la Cabalgata de Reyes son dos ejemplos de cohesión y vertebración de lo que debería ser un Pozuelo de todos

(02-05-15) Uno de los grandes problemas de Pozuelo de Alarcón es su diseño urbanístico. Prácticamente, todos los partidos lo recogieron en sus programas menos el PP por razones obvias. Aunque también conocen el problema. Yo también lo he comentado alguna vez en esta columna.
La dispersión de la población en Pozuelo es enorme y eso impide que la ciudad se cohesione y se vertebre. No hay conciencia de ciudad salvo en los viejos cascos del Centro y de la Estación y esa conciencia es muy parcial basada, fundamentalmente, en la búsqueda de unas tradiciones relativas por un grupo de entusiastas pozueleros y que interesan, desgraciadamente, a unos pocos vecinos más de dichos núcleos. Si a eso unimos el poco interés que ha mostrado el Gobierno por esas tradiciones, no parece que ese sea el camino de la recuperación de la identidad pozuelera.
Aquí cada uno y cada cual vive en su urbanización o en su barrio y no le preocupa para nada lo que ocurra en los demás. Y eso, que estuvo bien en un tiempo por aquello de la tranquilidad que le proporcionaba su ‘isla’ para sus habitantes, hoy se ha quedado obsoleto. Por no tener, algunas zonas de Pozuelo no tienen comunicación con otras, y mucho menos con Madrid, salvo en vehículo particular.
Pero los tiempos han cambiado una barbaridad, como decía don Hilarión en La Verbena de la Paloma, y Pozuelo ya no es la ciudad dormitorio de los ‘mil pozuelos’ sino una ciudad productiva y moderna con un futuro fantástico que necesita cohesionarse y vertebrarse para lograr ser una ciudad en todo el significado del término. Y esa es una labor política de primera magnitud que el nuevo Gobierno debería intentar aunque nada fácil de conseguir.
No es fácil conseguir que pozueleros de la Colonia de los Ángeles se identifiquen con los del Nuevo Pozuelo que viven junto al Parque de las Cárcavas. No es fácil que ambos núcleos poblacionales compartan inquietudes y proyectos. Y está demostrado que las fiestas, tanto del Carmen como de la Consolación, no lo han conseguido ni lo conseguirán nunca y éste es un problema que ya se ha analizado aquí también.
Pero hay dos acontecimientos al año que sí consiguen esa cohesión y ese debe ser el camino a seguir. Dos días al año en que sí se unen los ‘mil pozuelos’ de motu propio. Porque sí. Porque se sienten identificados con su ciudad. Y esos dos días son: La víspera de Reyes durante la Cabalgata, la tarde del 5 de enero, y el Día del Niño, a finales de Mayo.
En ambos días, y el domingo pasado se pudo comprobar en el Parque Prados de Torrejón, los pozueleros de cualquier condición y ubicación se unen para soñar la noche de los sueños o para disfrutar el día de los niños. En estos dos días, todos los pozueleros comparten actividades propias de los habitantes de una ciudad. Ya sé que la pequeña ‘trampa’ que se utiliza para conseguirlo es el niño pero qué más da si se obtienen todos los objetivos deseados.
Y el prestigio ganado por estos dos eventos lo consiguen. Y lo normal es que, a poco que se cuiden, vayan a más.
Pero dos días al año es una cifra insuficiente para una ciudad tan importante como Pozuelo. Hay que conseguir dos o tres acciones más de parecidas características y que no sean necesariamente dedicadas al niño.
Es un reto político fantástico si se consigue, al final de la legislatura, dar unidad a esta ciudad desunida. Y espero que el nuevo Gobierno lo consiga. O, al menos lo intente.
Es difícil, como digo, pero de los cobardes nunca se ha escrito nada.
El Capitán Possuelo